El 14 de abril, el mundo despertó conmocionado por el secuestro masivo de 270 niñas de una escuela secundaria en la ciudad de Chibok en Nigeria, a manos de un radical grupo terrorista: BOKO HARAM, extraño nombre que en idioma Hausa significa algo así como “la educación occidental está prohibida”.
Se afirma que en 2002, Mohamed Yusuf conformó este ultraconservador movimiento islámico, como protesta al empobrecimiento de la ya miserable región norteña de Nigeria, cada vez más alejada de la bonanza del sur, favorecido por sus enormes reservas de petróleo, que según el corresponsal de la BBC, ha generado entre otros desequilibrios y asimetrías, la existencia de verdaderas elites que adoptan las costumbres de la vida occidental, incluida la educación de sus jóvenes en colegios y universidades extranjeras.
El grupo se fue desenvolviendo con creciente radicalidad y violencia y en 2009, inició operaciones de tipo militar con el objetivo de imponer por las armas, un Estado Islámico en Nigeria. Ese mismo año, su fundador, el clérigo musulmán Mohamed Yusuf, murió a manos de la policía mientras se encontraba en su custodia y fue substituido por Abubakar Shekau, sujeto más radical, cruel y violento que su predecesor, quien adoptó nuevas tácticas de ataques relámpago a cargo de enmascarados armados movilizados en motocicletas, contra cuarteles, estaciones de policía, edificios del gobierno y oficinas o viviendas de quienes se consideraban opositores, incluyendo en 2010, un atentado contra la sede de las Naciones Unidas en ese país.
Dentro de la clásica secuencia de violencia-miedo-violencia que utilizan estos grupos radicales para obtener sus fines, Boko Haram adoptó la bárbara modalidad de colocar bombas en mini buses y ametrallar indiscriminadamente, concentraciones de hombres, mujeres, niños y ancianos en estadios, mercados, ferias y otros lugares llenos de ciudadanos inocentes e indefensos.
Según informa Mansur Liman, Editor del Servicio Hausa de la BBC, las evidentes conexiones de Boko Haram con otras organizaciones terroristas como Al Qaeda en el Magreb Islámico y Al Shabab en Somalía, el 2013 fue oficialmente incluida en la lista de organizaciones radicales terroristas por el Departamento de Estado de los Estados Unidos y ante los movimientos de represalia del gobierno nigeriano presidido por Goodluck Jonathan de origen cristiano, Boko Haram cambió su cuartel de operaciones de Maidugurí capital del Estado de Bomo, a las selvas casi impenetrables de Sambisa y extendió su nefasta influencia a los estados aledaños de Camerún, Chad y Níger.
Cincuenta y tres de las 270 niñas secuestradas de su colegio, lograron escapar y se informa que las demás fueron trasladadas a lo profundo de la selva donde algunas serán obligadas a contraer matrimonio con hombres del movimiento y las demás utilizadas como esclavas sexuales, destacando que su edad promedio, no supera los 15 años.
El mundo entero volvió a conmoverse días después, ante un grotesco anuncio televisado del Jefe de Boko Haram, Abubakar Shekau, de que las niñas —agrupadas con cara de terror como fondo de transmisión— serían re educadas, convertidas al Islam y vendidas como esclavas o en su caso, canjeadas por miembros del grupo terrorista apresados por el Gobierno de Nigeria, asimismo considerado ineficiente, corrupto y permisivo, puesto que en este caso, habiendo sido notificado de que se produciría el secuestro, no actuó oportunamente por falta, alegan funcionarios oficiales, de medios y recursos y otros afirman que por miedo a enfrentársele.
A iniciativa del gobierno francés, se llevó recientemente a cabo una senda reunión en París, con el propio presidente de Nigeria, además de los Jefes de Estado de Benin, el Chad, Níger y Camerún, junto al Presidente del Consejo Europeo, el ministro británico de Asuntos Exteriores y la Subsecretaria de asuntos Políticos de los Estados Unidos, que juntos tomaron la unánime decisión de liquidar por todos los medios, este salvaje y bárbaro grupo de terroristas que según el Presidente francés…”tiene como objetivo la desestabilización de Nigeria y asimismo, la destrucción de los principios más fundamentales de la vida y de la dignidad de los seres humanos”.
El segundo y más importante compromiso en el campo práctico u operativo del importante grupo de mandatarios, fue la de hacer absolutamente todo esfuerzo para rescatar a las niñas secuestradas en el lugar donde se encuentren; al efecto, Francia, Inglaterra y Estados Unidos, dispusieron la utilización de material aéreo de última generación, equipos sofisticados de observación por satélite y tropas de elite especializadas en operaciones de alto riesgo.
Todo ello es sin duda determinante para obtener de inmediato, el retorno de las inocentes secuestradas a sus hogares y familias; sin embargo, el mundo entero continúa preguntándose hasta dónde y por qué, aún persisten en pleno Siglo XXI, los alicientes, justificativos, apoyo y respaldo para la existencia de organizaciones donde prima la brutalidad y el salvajismo, sin posibilidad alguna por cierto, de alcanzar con su accionar, solución alguna a la miseria y pobreza extrema en la que se debaten millones de seres humanos cuando simultáneamente —se asegura que es también el caso de Nigeria— la corrupción abierta o solapada, se lleva cada día, billones y billones de recursos en dólares, libras o euros que a no dudarlo, serían invalorables para educar y ayudar de manera objetiva, positiva y segura a esos millones de desplazados y postergados que afean nuestro mundo y amargan nuestra existencia.
La increíble historia de Malala
Abanderada de los derechos de la mujer a favor de la educación, esta joven pakistaní de 16 años ha sido nominada al premio Nobel de la Paz y en menos de un año se ha convertido en un fenómeno mundial.
Hace un año, Malala Yousafzai recibió un disparo en la cabeza cuando regresaba en autobús de la escuela a su casa en la ciudad de Mingora, en el noroeste de Pakistán. El motivo del ataque perpetrado por el Talibán era claro: esta joven de 16 años se había atrevido a levantar su voz para defender el derecho a la educación de las niñas.
El mundo reaccionó con horror. Su padre, Ziauddin Yousafzai, se preparó para lo peor. Mientras acompañaba a su hija en el helicóptero que la trasladaba de urgencia desde el Valle de Swat a un hospital militar en Peshawar, le pedía a sus familiares que iniciaran los preparativos para el funeral.
Pero después de varias semanas en cuidados intensivos Malala sobrevivió. Y aunque las balas del Talibán cambiaron su vida para siempre, no hicieron mella en su determinación de luchar para que las niñas en su país puedan tener acceso a una educación gratuita y obligatoria.
“Un niño, un maestro, un libro, un lápiz pueden cambiar el mundo”
Malala