Ayahuasca y el último adiós a Vesty Pakos (1946 – 1993)

Por: José Luis Campero, basado en el libro de Carlos Capriles “Vesty Pakos y la sonrisa del tigre”. (Este reportaje fue publicado por primera vez en la edición 47 de la revista Metro de 2004)
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Vesty Pakos-estatua La Paz
Foto: Wikipedia

Mentor y creador del zoológico de Mallasa de La Paz, hoy conocido como “Bioparque Vesty Pakos”. Murió a los 47 años en un accidente de tránsito cuando volvía de los Yungas. Poco antes, compartió una premonición tomando ayahuasca, el brebaje espiritual alucinógeno de la selva amazónica.

Durante la gestión del alcalde paceño Julio Mantilla Cuellar se coordinó el traslado del Parque de los Monos al Área Protegida Parque Nacional Mallasa. El encargado de esta labor fue Silvestre Pakos Sofro, herpetólogo austriaco que desarrolló una importante labor como naturalista en Bolivia. Vesty llegó al país cuando tenía apenas 4 años.

Vesty Pakos libro

Fernando Arispe

Conocido como Vesty, proyectó para el Zoológico de Mallasa programas de educación ambiental, programas de conservación de especies, vinculación con otros zoológicos nacionales e internacionales para intercambio de información y nuevas técnicas de manejo de fauna, así como recintos más amplios y adecuados para la fauna silvestre. El 21 de septiembre de 1993 se fundó el Zoológico Municipal Vesty Pakos en conmemoración a Vesty, que no pudo ver concretada su obra. Falleció meses previos a su fundación. Se lo conocía como “amigo de los animales”. Carlos Capriles, quien fue su amigo personal, escribió el libro “Vesty Pakos y la sonrisa del tigre”, que narra la experiencia de ambos en Ayahuasca, el brebaje espiritual alucinógeno de la selva amazónica.

“Quézte, quézte”, aún retumba en los oídos de Carlos Capriles, Cali. La palabra preferida de Vesty. Cuatro años después de haberlo conocido en 1998 la movilidad en la que viajaba se estrelló contra un camión en el serpenteado camino a los Yungas. Vesty conducía todo terreno, viajaban con él su esposa Brenda y sus dos hijos, Michelle (7) y Pablo (4).

Hoy Cali lo recuerda por la noticia de que el “Bioparque Vesty Pakos”, estuvo cerrado en junio de este año por reformas y maltrato a los animales. “Eso no hubiera ocurrido con él”. El mismo Cali recuerda que al enterarse del accidente se dirigió enceguecido a la Alcaldía. “Nadie podía creer lo que había pasado. La gente lloraba después de enterarse de la noticia por radio, faltaban días para su inauguración”.

“Con él murió la alegría para los animales”, sigue Cali. “Era increíble, hablaba, jugaba con ellos, sonreían con él, se alimentaban con él”. Mientras hablamos sobre el libro “Vesty Pakos y la sonrisa del tigre”, que Carlos Capriles terminó de escribir en agosto de 2006, mantiene sus ojos en algún punto de recuerdo.

Alejandro Urioste le dio a Cali el teléfono de Vesty. Todos ambientalistas, defensores de los animales, interesados en la investigación sobre la biodiversidad del planeta. Cali cuenta que no quería viajar sólo a la Estación Biológica de Beni (EBB) que tiene una extensión de 135.000 hectáreas que pertenece a la Academia Nacional de Ciencias de Bolivia. Primero, por el peligroso “camino de la muerte” el mismo donde Vesty perdió la vida y, después, porque quería enseñar a alguien la estación donde se programan estudios de investigación sobre la conservación de la biodiversidad y las especies.

Urioste entonces le mencionó por primera vez el nombre: “Seguro que Vesty querrá acompañarte, llámalo”. Cali lo llamó. Vesty aceptó de inmediato.

La historia está plasmada en el libro que en la tapa lleva la foto de Vesty jugando con una serpiente enroscada en su cuello. “Son pocos como él”, afirma Cali con convicción y aplomo. “Otro fue el profesor Noel Kempff”, dice.

Con el murió la alegría para muchos animales. Cali dice que las personas que tienen una relación especial con ellos, son seres diferentes.

Mi nombre es Laeiel Dei soy uno de los ángeles apócrifos del Libro de Enoc, soy el príncipe de la noche y por ser un ángel no celebre, no figuro entre los siete ángeles reconocidos por la Santa Iglesia Católica.

A Noel Kempff lo acribillaron a tiros junto a la tripulación que lo acompañaba para realizar estudios de la biodiversidad del bosque en la zona de Huanchaca, Santa Cruz, en 1986. Vesty se mató en el mismo “camino de la muerte” en el que Cali escuchó por primera vez: “quézte, quézte”. “Vesty hacía sonreír a los tigres y a las serpientes”, recuerda el autor de “Vesty Pakos y la sonrisa del tigre”.

Carlos Capriles autoriza extraer de su libro la parte que revela la experiencia de un grupo de expedicionarios con ayahuasca, entre ellos incluido Vesty. Este el relato:

“En un lugar de la jungla de cuyo nombre no quiero acordarme, por la cantidad de mosquitos que me están picando…”. Así inició su relato aludiendo el libro “Don Quijote de la Mancha”. “Un grupo de locos soñadores habitantes de un mundo olvidado, decidieron caminar entre pampas, montes y bosques, para conocer mejor esa pequeña parte del planeta”.

Luego sigue: “me gusta mucho trabajar en la EBB porque puedo compartir con buenos amigos y conocer tantas lindas criaturas. Protegerlas me parece una noble labor y la creación de la EBB ha posibilitado realizar varias tareas de conservación y de protección de su diversa fauna y de su hermosa flora, además pronto voy a descubrir una nueva especie botánica, que los va a alucinar. Un vegetal alucinógeno, ¡jajaja! Ya verán”.

La narración sigue: “Habíamos terminado de cenar, cuando alguien nos invitó el singular brebaje de la Amazonía. La bebida sagrada elaborada con un bejuco de liana machucada, mezclada con hojas de un pequeño arbusto. Sólo era consumido en acontecimientos especiales, por lo que nos sentíamos sumamente honrados con tal privilegio. Antes de dar los primeros sorbos, el “Señor del Monte” como vamos a llamar al amigo que realizó la invitación, nos explicó que la bebida se elabora durante tres días y tres noches seguidas bajo un solemne ritual. Después de saborear el líquido todos nos fuimos quedando en un apacible silencio”.

“La quietud del lugar se acentuó más y la sensibilidad era mayor cada minuto. Los sonidos del monte se silenciaron lentamente hasta quedar en total silencio. En ese instante, el canto de la selva llegó diferente a cada uno de nosotros. Fue el momento preciso, concentrados en lejanos pensamientos, como si nos fuéramos alejando de la realidad y del improvisado campamento”.

“Pronto el grupo se fue achicando, Nos quedamos Vesty, Íñigo, Niño y yo, que con sorbos cortos bebíamos el brebaje amazónico. Mientras contemplábamos el fuego, la luz de las llamas pronto llegó a nuestro entrecejo, alumbrando mente y cuerpo. La luz recorrió nuestro interior, iluminó nuestros brazos y piernas, sentí que esa agradable claridad llegaba a todos mis seres queridos, familiares y amigos y a los miembros del improvisado campamento y posteriormente iluminó la selva por última vez, para luego perderse llevando su luz al infinito cosmos. Momento que fue acogido por todos con una agradable obediencia, mientras escuchábamos los cantos del monte, desde todos los rincones de la floresta. Dejándonos volar nuestra imaginación a libres pensamientos que nos hicieron navegar en blancas fragatas, conquistas de lejanos territorios y misteriosos mares, mientras alrededor nuestro lentamente aparecía una profunda y absoluta oscuridad”.

“La paz y la tranquilidad invadieron con más fuerza el espacio, una inmensa quietud llenó el lugar por un buen tiempo y el mismo silencio se hizo silencio. Pero todo resulta impredecible en esos parajes y la tranquilidad de pronto se vio interrumpida por el estruendo de siete truenos, que le siguieron siete rayos que iluminaron el lugar con claridad. Nosotros, como encantados seguíamos rodeando el fuego y viviendo al máximo ese sensible instante, mientras el suave sonido de una hoja cayendo desde lo alto de uno de los árboles nos impresionó a todos, mostrándonos el mágico momento que estábamos viviendo”.

“Una profunda paz interior recorría por cada uno de nosotros y la extraña luz encendió nuevamente el sitio. Luego, todos continuamos fijamente concentrados y extasiados en lejanos y complejos pensamientos. Cuando cogí la hoja caída, me estremeció su belleza, quedé maravillado al ver sus nervaduras y sus armónicas formas de total simetría y perfección. Al mismo tiempo que mis fraternales compañeros continuaban ensimismados en mundos distantes, yo tuve la suerte de ver un excepcional personaje, parecido a una de las imágenes de los Arcángeles de Calamarca que me sorprendió gratamente, a quien pregunté: (¿quién eres? El respondió dejando su arcabuz en el suelo: mi nombre es Laeiel Dei soy uno de los ángeles apócrifos del Libro de Enoc, soy el príncipe de la noche y por ser un ángel no célebre, no figuro entre los siete ángeles reconocidos por la Santa Iglesia Católica). Mientras me hablaba, el celestial personaje me miraba firmemente a los ojos”.

El aura de Vesty emana círculos brillantes, ¿por qué la diferencia?

Nuestra cultura aprueba el uso de drogas como el Ambien o el Prozar pero desaprueba sustancias naturales como los hongos que en las culturas indígenas son sagrados.

“Tuve la impresión cósmica de estar en otro mundo. Pero el angelical personaje desprendía una sorprendente paz espiritual que produjo en mí una sensación agradable de seguridad y tranquilidad. Poco después de un corto momento de divagación, entablé un breve diálogo con el seráfico amigo a quien le pregunté: (¿por qué brillan las auras de mis compañeros?, a lo que el alado me respondió que era debido al estado de alta sensibilidad en el que me encontraba, que permitía que se hiciesen visibles. Siempre se las puede percibir, me comentó amablemente. Sí uno se encuentra en un estado de alta sensibilidad, es más fácil que suceda a pesar de que todo el tiempo las llevamos a cuestas, pero normalmente nadie las puede advertir), agregó cortésmente”.

“Noté que el aura de Vesty brillaba con más intensidad y salía en círculos que cada vez se hacían más grandes y de radiantes colores, era notable la diferencia que presentaba con relación a los demás compañeros, por lo que insistí en preguntarle: (el aura de Vesty emana círculos brillantes, ¿por qué la diferencia?)”.

“El apacible Arcángel me explicó: (Vesty es un ser especial y está cumpliendo su última reencarnación en la tierra y en poco tiempo llegará a compartir con los elegidos, el rol de iniciado). Cosa que me estremeció, aunque no entendí muy bien que me quería decir. Mientras el mensajero de la luz me explicaba todos estos complejos temas y algunas otras cosas más; vi que al levantar su arma se le caían dos pequeños perdigones al suelo. Quise avisarle de su perdida, pero el mensajero celestial ya no se encontraba en el lugar”.

“Al día siguiente, una gota de roció mi rostro y me despertó justo cuando escuché el poderoso y agradable silbido del pájaro siringuero (Lipaugus vociferans) que retumbó y se perdió en lo profundo del bosque. Era un nuevo día. Mis compañeros ya habían preparado el desayuno, sólo faltaba que Íñigo y Vesty se levantaran y así sucedió sin hacer mayores comentarios. Estiré mis brazos al cielo, me desperecé y absorbí un profundo bocado del frescor de la maña y del bosque. Alzamos nuestras camas mientras yo continuaba impresionado por la experiencia acontecida la noche anterior y pensando que no había sido más que un sueño que quería conservar en lo más profundo de mí ser. Esa mañana nadie comentó nada, pero todos se mostraban diferentes”.

Vesty, siempre con el humor en alto y la sonrisa en los labios, saludó como lo hacía siempre: “buen día, buen día, la vida comienza hoy”.

Hasta aquí el relato de Carlos Capriles.

Catorce años después, más personas siguen experimentado está poderosa droga incluida en la lista de las psicodélicas. “Es porque algo anda mal en nuestro planeta y necesitamos experiencias espirituales”, vuelve a hablar Cali.  “Nuestra cultura aprueba el uso de drogas como el Ambien o el Prozac pero desaprueba sustancias naturales como los hongos que en las culturas indígenas son sagrados”. Estudios de universidades famosas han concluido recientemente con recomendaciones positivas el uso de estas drogas naturales en tratamientos contra el cáncer, para citar un ejemplo. Pero, más allá de su uso médico, se ha probado el potencial de los psicodélicos para despertar a la humanidad. Alex Gray, un artista psicodélico cuya obra puede verse en el álbum “10 000 Day” dice: “cuando más nos acercamos a una especie de cultura apocalíptica, más los psicodélicos nos dan la oportunidad de mirar a través de una lente nuestra mente y reflejar hacía dónde querernos dirigir nuestro futuro”.

La ayahuasca está considerada como uno de los brebajes que más abren la mente. Contiene el componente del DMT (Direct Mystical Transmission). “Es la puerta que hay que traspasar para saludar a los seres que manejan el kiosko cósmico. Las drogas como la ayahuasca son interfaces que nos permiten recibir mensajes de otras realidades en vez de vernos abrumados en cortocircuitos por ellas. Yo creo que es posible que vengan de otra realidad o, tal vez, de una dimensión más elevada”, concluye Alex Gray.

Carlos Capriles piensa como él. “Tomando ayahuasca tuve la idea de que la conciencia humana es como una flor que germina desde la tierra. El tallo y las raíces son lazos invisibles, filamentos etéreos que conducen a algo más grandioso, extra dimensional”.

Conocí esta historia una noche mientras tomábamos whisky en el departamento de Marcelo Núñez en El Prado. Vi por primera vez el libro y cuando llegué a la parte de la experimentación me detuve un largo rato. Pensé que en algún momento nos encontramos con personas que sin conocer están cerca. El secreto es saber mantenerse abierto.

 

Escrito por José Luis Campero, basado en el libro de Carlos Capriles “Vesty Pakos y la sonrisa del tigre”. (Este reportaje fue publicado por primera vez en la edición 47 de la revista Metro de 2004)

 

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