Cuando los ojos reflejan dolor

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Foto: Revista dat0s 237

Subía en el teleférico amarrillo que arranca en la curva de Holguín (estación Chuqui Apu) y sigue después de vencer otras dos (Suphu Kachi y Quta Uma) para terminar en la de El Alto (estación Qhana o Mirador, en español). Al lado mío dos mujeres de aparente condición humilde, una ya no sabe en estos tiempos de acelerado acenso económico, en apariencia familiares de algunas de las víctimas de la matanza de Senkata del 19 de noviembre de 2019 en la que 11 personas perdieron la vida y 78 resultaron heridas, durante la represión militar instruida por el Gobierno transitorio de Jeanine Añez.

La conversación giraba en torno a la justicia y a los disturbios registrados por esas fechas que estuvieron a punto de provocar una explosión de funestas consecuencias en la planta de Senkata. Decían las dos mujeres que la voladura de la planta fue una especulación desmedida y sirvió de motivo para meter bala a la población que protestaba para impedir que asuma el nuevo Gobierno. Además, ambas mencionaron un par de veces la detención de Jeanine Añez que está pagando privada de libertad las consecuencias de los errores de su entorno: Arturo Murillo, Yerko Núñez y Fernando López, que decidieron abandonar a la expresidenta transitoria dejando el país como en su momento lo hizo Goni.

En su registro mental, dijeron que otro responsable de la represión fue el exministro de Economía Branko Marinkovic que nadie sabe dónde está después de su paso por esa cartera de Estado que asumió para solucionar sus asuntos personales. También, casi al final del trayecto que compartía con ellas, hicieron mención a los jefes militares y policiales que obedecieron las ordenes de reprimir y, que, con El Alto no se juega. Pero no solo eso. Entraron en su lúcida composición mental los líderes políticos de Comunidad Ciudadana, Carlos Mesa; de Unidad Nacional, Samuel Doria Medina; Luis Revilla de Sol-bo, como responsables de la represión en Senkata por promover la candidatura de Añez en lugar de trabajar a su lado para convocar a elecciones.

De todo eso hablaban las dos mujeres, no con rencor; hacían un riguroso recuento imprescindible de la realidad que nos toca a todos, hasta que debí abandonar la cabina en la estación Suphu Kachi mientras ellas siguieron viaje por el aire, en dirección desconocida.

Me sorprendió el rigor y precisión del análisis y la madurez política de las dos mujeres para las que la vida no tiene precio… la increíble calidad condicional de sus palabras.

Abandoné la cabina pensando en todos los personajes que en menos de 15 minutos pasaron también por mi recuento: la figura de la expresidenta de facto y la poca decencia y hombría de sus ministros prófugos de la justicia…, alejados de ella.

A propósito de matanzas y represión en El Alto, la prensa de días pasados registra información sobre la situación jurídica de Sánchez de Lozada y la de su ministro de Defensa, Carlos Sánchez Berzaín. Destaca, la información, la negativa del juez norteamericano James Cohn de absolver a Goni y al “zorro” del juicio por la brutal embestida de grupos armados (militares) en El Alto en octubre de 2003 por lo que se los acusa de haber cometido “ejecuciones extra judiciales”.

La historia se repite. Gonzalo Sánchez de Lozada y su acalorado ministro de Defensa deberán pagar una indemnización de 10 millones de dólares a ocho familias de los fallecidos en Octubre Negro. Los tres ministros de Jeanine, Murillo, Núñez y López no debieron recibir con agrado la decisión del juez Cohn. La justicia tarde, pero llega.