El Alto, trampolín de los migrantes rurales de La Paz al exterior

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Las historias son de fracaso y de éxito. Se las cuenta cuando se regresa al pueblo, generalmente para la fiesta patronal  o en Carnaval, en  que,  si al migrante le fue bien,  tiene que demostrarlo con gastos sin medida para impresionar a los invitados: la mayor cantidad de días de festejo, el mejor  local para la recepción, los grupos musicales más famosas y abundante bebida…

Pero si le fue mal también hay que  contarlo, para prevenir a los paisanos y que  no caigan en la sobreexplotación laboral y la estafa, los peligros más frecuentes cuando se decide de salir del país en busca de mejores oportunidades laborales.   Estas historias se las escucha  en los viajes al pueblo, en el minibús u otro transporte. Son historias de decepción, señala Gabriel Pari, ingeniero agrónomo que nació en Puerto Acosta, provincia Camacho,  y migró a El Alto de muy joven para estudiar.

El profesional de origen rural asegura que la principal razón para migrar  del país  es la falta de fuentes de trabajo en El Alto, hasta donde llegan miles de personas rurales cada año. 

“En el campo no hay actividad, salen pensado que conseguirán trabajo en El Alto, pero buscan y no encuentran,  por eso salen al exterior”, dice Pari, que es maestro en la Universidad Pública de El Alto.

“Muchos se encuentran con la sobreexplotación, trabajos que contemplan el doble de la jornada laboral normal. Les llevan con promesas falsas y regresan decepcionados. También se encuentran con que pagan bien, pero la vida es muy cara y no se puede ahorrar”, advierte.

Pero Pari también conoce  historias de éxito de gente de las provincias Omasuyos, Camacho y Manco Kápac, como las de los Surco y de los Cama, familias enteras que ahora viven en el exterior, donde la suerte les sonrió y pudieron establecer sus empresas, talleres de costura u otros negocios, donde contratan a migrantes que llegan de sus pueblos. “Se llevan a sus familiares y a los amigos. También ponen avisos, ellos no retornan, sólo cuando hay alguna fiesta “, comenta.

Aymaras y quechuas

El sociólogo alteño  David Ali tiene  una percepción particular de la migración rural a través de El Alto.

“Se trata de una migración aymara y quechua que responde al hecho de que antiguamente estos pueblos mantenían  contacto físico con las regiones que ahora escogen como destino: Argentina, Brasil y Chile. Por eso están ahí presentes, en busca de mejores   condiciones de vida, que tal vez nos las encuentran, porque el trabajo se convierte en un sacrificio para ellos”, dice.

Ali añade que el migrante aymara y quechua se caracteriza afuera porque no se resiste al trabajo y  puede cumplir más de ocho horas produciendo. “Además es emprendedor y se acomoda a cualquier situación económica y cultural. Por eso el  aymara está en el mundo, no sólo en Argentina o Brasil”,  continúa.

El sociólogo cuenta la historia de una familia de Peñas que migró a El Alto e intentó superarse en esa ciudad pero no lo logró y tuvo que partir a Brasil. “Poco a poco, ahorrando, lograron constituir su taller de confección. Esa fue la primera generación, porque su segunda generación tuvo más logros”, añade.

Jóvenes de entre 15 y 28 años

“El Alto sigue actuando como receptor de la migración interna, de las provincias de La Paz, pero, luego de un tiempo, mandará a esos jóvenes al exterior, a Buenos Aires, Argentina  o a Sao Paulo, Brasil”, señala el investigador Alfonso Hinojosa del Instituto de Investigación e Interacción Social y Posgrado de la carrera de Trabajo Social de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).

Hinojosa  precisa que los migrantes que salen por El Alto  son en su gran mayoría jóvenes  de entre los 15 y 28 años, y cada vez más mujeres. Se trata de los niños y niñas  que en determinado momento acompañaron a sus padres en el proceso migratorio de cualquier comunidad de las provincias de La Paz hasta El Alto, donde crecen, salen bachilleres y deciden nuevamente migrar, esta vez mucho más lejos y cruzar  las fronteras de Bolivia.

Hinojosa remarca que el tiempo que pasa  para que  estos  jóvenes de origen rural  den el siguiente paso, salir del país, se acorta cada vez más: si hasta hace unos 10 años  se quedaban en El Alto  siete u ocho años; hoy  sólo permanecen dos o tres años.

El investigador de la UMSA  afirma que más del 80% de los migrantes que salen por la puerta de El Alto tienen como destino Buenos Aires, Argentina, Sao Paulo, Brasil, y el norte de  Chile, en ese orden.

En Buenos Aires y Sao Paulo, el nicho laboral que manejan y controlan, igual que todos los migrantes  bolivianos, es el de la manufactura, ya sea  en los talleres textiles argentinos o en las oficinas de costura brasileñas.

“Otro destino fronterizo que desde El Alto se siente que es importante y va creciendo  es Chile. En ese país tenemos menos datos (de los migrantes alteños), pero sin duda  es notorio el crecimiento sistemático y continuo de la migración desde  El Alto, hace más de una  década”, afirma Hinojosa.

Los  exploradores de mejores oportunidades que usan  El Alto como trampolín para llegar a Chile se dirigen a las zonas agrícolas, donde se prestan para el cultivo y cosecha de verduras, y frutas.  Llevan la experiencia que desarrollaron en sus comunidades. Otro destino en ese país es en el  norte, que  demanda  la “migración de cuidados”, que se trata de  personas, sobre todo mujeres, que migran para dedicarse al cuidado de niños y a la limpieza de viviendas.

Salir de una ciudad global

Al referirse a  los éxitos de migrantes, Alfonso Hinojosa considera que al ser la ciudad de El Alto uno de los espacios más modernos de Bolivia, en el uso de tecnología y manejo de contactos con China, por ejemplo, los migrantes que salen por esa ciudad cuentan con interesantes herramientas para triunfar.

“Serán sicasiqueños (de Sica Sica) pero están asentados en El Alto, manejan Barrio Lindo en Santa Cruz, comercios en zonas de frontera. El Alto es global, muestra es la 16 de Julio”, afirma.

El profesor de la UPEA Gabriel Pari considera que esa condición la alcanzan los que tuvieron la oportunidad y los recursos económicos para  estudiar y  formarse en El Alto.

Por su parte, el sociólogo David Ali considera que los triunfos también obedecen a que el aymara “es muy arriesgado”. “Conozco gente que salió sin tener ningún tipo de capacitación, sólo se arriesgan”, afirma.

Agustín (nombre ficticio) es un ejemplo del éxito que pueden alcanzar los migrantes rurales que parten desde El Alto. Nació en la provincia Pacajes en 1978. Salió de su comunidad a los 13 años, con sus padres, rumbo a El Alto. Allí terminó el colegio e hizo una carrera universitaria: ingeniería civil. Al no estar conforme con las oportunidades que se le presentaron en la urbe alteña y en La Paz decidió migrar a Brasil para trabajar como albañil.

En ese país trabajó en la construcción de viviendas de carácter social donde conoció otra lógica de trabajo: la especialización.

“En Brasil no es como aquí, donde un albañil te hace todo, construye la casa desde los cimientos, te pone las puertas, las ventanas, hasta hace el piso y la conexión de luz; allá cada etapa tiene un especialista. Unos hacen las paredes, otros los pisos y  otros los techos”, cuenta.

Agustín, que habla con una soltura y es dueño de una gran seguridad, regresó a Bolivia,  a El Alto, donde puso en marcha su empresa de construcción, en la que  pone en práctica lo aprendido en Brasil. “No hay que perder el tiempo”, dice sonriendo este joven que ya es un hombre global.

Hitos en la creación de la  urbe alteña

  • 1952 Después de la Revolución Nacional comenzó el asentamiento de los primeros vecinos urbanos al borde de La Ceja de El Alto. A inicios de la década de los años 60 se establecen los primeros negocios.
  • 1962 Empieza la construcción del Aeropuerto Internacional de El Ato.
  • 1970 Comienza la urbanización de la ciudad con el asentamientos de los rebalses urbanos de La Paz y la  migración del área rural paceña.
  • 1980 Se inicia el proceso de autonomía de El Alto.  En 1984 la Fejuve logra que se  elija el primer gobierno municipal de la ciudad, encabezado por Hugo Laruta.
  • 1985 El 6 de marzo de 1985 El Alto adquiere el rango de ciudad.

Profesionales alteños  agotan sus posibilidades hasta en el comercio antes de salir del país

 

Moisés Pacajes es un alteño   innovador que decidió apostar a la gastronomía en su ciudad. De profesión administrador de empresas, dirige el Centro Gastronómico El Carmen, desde donde ve cómo los profesionales alteños dejan la ciudad en busca de mejores oportunidades laborales en otros países.

Afirma que muchos incluso agotan la actividad por excelencia de esa ciudad: el comercio antes de decidir salir  de Bolivia.

“La falta de actividad laboral y el hecho de que los emprendimientos están disminuyendo en El Alto hacen que los profesionales tengan que migrar. Algunos permanecen un tiempo en el comercio, pero ven que no tienen futuro y se van”, dice.

El empresario lamenta que se trata de profesionales solventes  que pueden aportar mucho a El Alto.

“Es gente joven con mucho talento que no encuentra oportunidades. Están abandonando las ciudad donde tenemos nuestras raíces y no estamos fortaleciendo aquello”, añade.

Pacajes  señala  que también  muchos empresarios se vieron obligados a migrar a otras  ciudades de Bolivia o al exterior. Él mismo recibió ofertas para trasladar su empresa a otro país. No aceptó porque está convencido de que se debe quedar a aportar a su ciudad.