El espíritu aymara de El Alto
El Alto es el centro socioeconómico de la sociedad aymara actual. Su fuerza cultural se manifiesta en el comercio, la arquitectura y la identidad de la ciudad.
En sus 32 años, la ciudad de El Alto se ha convertido en un espacio-tiempo geoestratégico de importancia política y económica, además de cultural y social, no sólo para Bolivia, incluso para Perú y Chile, países con los que tiene cercanía geográfica y comercial. Para entender las razones de ese sitial, es importante analizar las particularidades de esta urbe, referidas a estilos de vida, en relación con otros grandes centros y desde su arco histórico del mundo de los Andes.
¿Cuáles son las características de la nueva aymaridad urbana de El Alto frente a su propio pasado histórico y frente a otras ciudades de Bolivia? En principio, El Alto es el centro socioeconómico de la sociedad aymara actual y refuerza su aporte académico desde la Universidad Pública de El Alto (UPEA). Desde ambos ámbitos despliega su fuerza en la producción de nuevas formas de urbanidad que se expresan por ejemplo en su arquitectura.
La ubicación geoestratégica de El Alto la ha convertido en urbe de tránsito tanto del comercio interno (Amazonia y los Andes) como del comercio internacional; ello le permite generar sus propias capacidades económicas. Y de allí nacen los llamados despectivamente cholets aymaras que no son sino chalets aymaras diseñados por Freddy Mamani.
Chalets con identidad
En los últimos 12 años los chalets de El Alto expresan la cosmología social urbana aymara, que produce grados de distinción social y de identidad. Los dueños de estas originales construcciones -comerciantes, transportistas, profesionales de variada formación- expresan a través de ellas sus deseos de diferenciarse y al mismo tiempo de acentuar su mundo particular frente a otros.
Estas edificaciones siguen un patrón. La planta baja por excelencia es comercial; son tiendas o salones destinados a generar recursos económicos a sus propietarios. El segundo y tercer piso también están orientados a actividades comerciales y se alquilan para oficinas de profesionales (dentistas, laboratorios de Rayos X, etc.). En la última planta se levantan los famosos chalets propiamente dichos.
Los dueños sostienen que los coquetos chalets son para reuniones familiares o se usan como viviendas, aunque no siempre. Muchos propietarios tienen casas en lugares alejados de estos centros comerciales que son normalmente muy bulliciosos.
En el interior funcionan salones de fiesta con un decorado con colores policromáticos que contrastan entre sí. Presentan formas arquitectónicas tiwanakotas, definidas bajo el principio de la chakana o cruz andina, con ventanas escalonadas o con contraste cromático interno y externo. Aunque también existen construcciones que, conservando las particularidades de los chalets, incorporan motivos occidentales como los Transformers.
Aymaras con dinero existen desde siempre pero nunca fueron tan visibles como hoy. Como dice Freddy Mamani, el creador de los chalets, “siempre hubo los adinerados aymaras pero eran tímidos” para expresar su condición histórica y cultural.
Esa es una de las características del chalet como espacio público-privado y que lo distingue de otros edificios como los de la zona Sur de La Paz o de otras ciudades como Puno, en Perú. Otra de las particularidades de las construcciones es la intensa actividad comercial a gran y pequeña escala.
“La yapa” capitalista
La lógica comercial de los chalets es una muestra del sistema que rige la economía de El Alto. Los habitantes de esta urbe practican un comercio en el que está presente “la yapa”, o aumento en los artículos comprados, como verduras o frutas, y “la rebaja”, o disminución del precio de prendas de vestir como parte de una negociación entre el comprador y el vendedor.
Ese regateo entre caseritas es muy distinto al sistema de los supermercados, donde los precios y pesos de los productos están establecidos y no hay posibilidad de una vida social a partir de las transacciones.
Sin duda, en El Alto las relaciones económicas son capitalistas, pues quienes venden productos acumulan el dinero que obtienen para reinvertirlo en más mercancías o para ampliar sus negocios en otros rubros. Sin embargo, el capitalismo alteño no tiene un espíritu de “acumulación por acumulación”, como el que rige en las sociedades capitalistas que controlan grandes consorcios comerciales en el mundo.
Aquellas sociedades están diseñadas por excelencia para la ganancia. En la sociedad aymara existe ganancia pero la misma está organizada para “redistribuir” sus excedentes mediante funciones comunitarias.
Reapropiación cultural
Ser prestes en las fiestas, padrinos de bachilleres o directivos de equipos de fútbol de una zona otorgan prestigio o reconocimiento social y familiar a quien asume esos roles. Al cumplir esas responsabilidades adquiere el categoría de j’aqi o gente en sentido andino-aymara.
Ello no quiere decir que ésta sea una sociedad híbrida, sino que tiene sus propios sentidos. Produce procesos de reapropiación de lógicas y objetos ajenos, y valora a la vez lo propio.
¿Y los aymaras pobres? Sí existen y constituyen un sector que, a falta de recursos, subsiste en términos económicos aunque no son limosneros. Viven de su trabajo haciendo “cualquier cosa”.
Culturalmente en el mundo aymara pedir limosna es un insulto a una persona porque siendo j’aqi puede trabajar y vivir dignamente. Sin embargo, no todo es perfecto, pues también hay aymaras que viven de lo ajeno, del robo o del latrocinio.
Retos de la ciudad joven
Y ¿qué pasa con los jóvenes al ser El Alto una ciudad joven? Los jóvenes alteños de segunda o tercera generación tienen diferentes expectativas y sueños que han sido truncados en algunos casos. Algunos desean ser grandes futbolistas y profesionales salidos de las universidades.
El fútbol es parte del alma aymara urbana o rural. Tanto es así que en todo el territorio de la ciudad de El Alto hay gran cantidad de campeonatos de fútbol, fútsal de varones y mujeres, y canchas privadas y públicas. El fútbol aquí se respira por todos los poros; sin embargo, éste en Bolivia es colonial y racista.
Finalmente, El Alto requiere de una reforma para reordenar avenidas, espacios comerciales y barrios. Precisa también una gran plaza, estadios de fútbol y bailodromos, etc., considerando que es probable que en el próximo censo de población El Alto se convierta en la ciudad más poblada de Bolivia, si es que su población no es censada en las provincias, como en 2012.
Dicha reforma urbana para la ciudad requiere de una mirada desde su propia cosmología y considerando a la vez la apropiación de elementos urbanos ajenos basados en nuevas tecnologías. Todo en miras de profundizar este espíritu aymara en pleno desarrollo y la ampliación de sus fuerzas sociales y productivas. Ahí radica y se fortalece el espíritu aymara de la ciudad de El Alto después de 32 años.
Pablo Mamani Ramírez es Sociólogo aymara y alteño