El indianismo de este Gobierno es de caricatura

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SILVIA RIVERA CUSICANQUI, PREMIO NACIONAL DE CIENCIAS SOCIALES

estalinista de ultraizquierda del Gobierno “capitaliza el aporte de la memoria indígena”.

La socióloga Silvia Rivera Cusicanqui, flamante Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanas, no duda en calificar de “caricatura” al indianismo que postula el actual Gobierno. Historiadora y teórica  del indigenismo, acusa a “un sector de la ultraizquierda estalinista” del régimen de haberse beneficiado del “capital simbólico que aporta lo  indio” y de haber capitalizado la “plusvalía simbólica” de la memoria indígena.
Autodefinida como “optimista cautelosa o pesimista alegre”, invita a la ciudadanía  a votar este 12 de octubre por “el gesto y no por la palabra, por la derrota y no por la victoria, para convertir la derrota en un motivo de autocrítica, de reflexión y de organización  para lo que viene”.
Acabas de recibir el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanas… Un buen momento para hacer un balance… 
Un premio es darse cuenta del pasado, de lo que has sido, de una trayectoria,  y también sirve para rememorar los comienzos, en mi caso en la lucha por la democracia. Yo me he formado durante la dictadura y he visto caer a mucha gente, compañeros míos, muchos muertos. Yo pienso que es un momento para recordarle  a esta sociedad que quiere olvidarse de eso. En mi caso, la trayectoria está vinculada a un  cierto compromiso político, que es un compromiso muy humilde y desde el llano. No me interesan los cargos públicos para nada, pero me interesa mucho el destino del país. 
Eres  de una de las primeras promociones de la carrera de Sociología de la UMSA… ¿Cómo ha cambiado el país desde entonces?
Debemos hacer autocrítica y reflexionar en qué medida hemos contribuido a la caricatura de indianismo y de defensa de la Madre Tierra que está haciendo este gobierno. Es decir, hemos contribuido a una recuperación de la memoria indígena con un esclarecimiento sobre el papel político y de lucha de los indígenas, no solamente como producto de la opresión. Hemos tratado, a través de los trabajos míos  y del Taller de Historia Oral Andina,  de revertirla y descubrir que había un proyecto de sociedad y un proyecto que estaba asentado en el ayllu. Lamentablemente, esto ha sido capitalizado  por un sector de la ultraizquierda estalinista que se ha puesto directamente a beneficiarse de ese capital simbólico que aporta lo  indio. Yo diría incluso que están capitalizando una plusvalía simbólica de todo aquello que han acumulado generaciones de madres, padres, abuelas, tejedoras, yatiris, que han sido quienes han mantenido  viva la memoria de lo que son los logros civilizatorios de la sociedad andina, lo que de alguna manera hemos contribuido a  mostrar a la sociedad. Yo no me arrepiento de haberlo hecho, pero debo reconocer que nos faltó quizá clarificar la epísteme indígena como una alteridad sustantiva y no simplemente como un emblema de color de piel o de ropa. Hoy día cualquiera es indígena, se pone cualquier ropa y se uniforma. Digamos hay una especie de uniformización, pero lo más preocupante es el control militar que hay sobre todo este proceso. Hemos luchado en contra del Pacto Militar-Campesino del general René Barrientos (1964) y ahora estamos ante un  pacto militar-cocalero, militar-indígena entre comillas, una acotación del liderazgo, una expulsión de los líderes legítimos y la imposición de liderazgos truchos. Eso para mí es muy preocupante. 
¿Cuál es la consecuencia de todo este fenómeno que tú describes?
Hay ciertos momentos en que los gobiernos ya no necesitan sociólogos para ser analizados, sino psicoanalistas, porque realmente creo que hay un problema de complejo y este  complejo tiene su otra cara que es el delirio de grandeza. Son las dos caras de la misma medalla y este complejo es más acusado todavía en los intelectuales mestizos. Álvaro García  Linera, para mí, es emblemático del acomplejado de élite que quiere parecerse al grande, quiere parecerse a China, a  Brasil, es la  megalomanía  de los proyectos que está  incubando este gobierno al calor de esta cúpula de militares e intelectuales. 
Sin embargo, al proceso  de cambio se le han reconocido algunos logros, como la inclusión indígena, por ejemplo…
El mayor logro de Evo  Morales es estar ahí, con la cara que tiene y con el nivel educativo que tiene, porque la mayoría de la gente indígena que sentía complejo y vergüenza dice: yo soy lindo, soy bello, tengo fuerza, tengo inteligencia. Es evidente que hay una especie de momento estelar del crecimiento  y ha sido muy oportuna la redistribución de los recursos que le llaman nacionalización,  aunque solamente es un cambio de la proporción del tributo que se agarran ellos y que se agarra el Estado. Todo eso ha creado condiciones para un momento de auge económico que permite que alguna gente se libre de la pobreza y tenga cierto empoderamiento por el hecho de que está perdiendo la vergüenza. Sin embargo, hay una especie de internacionalización del colonialismo  que trae consigo también un proyecto capitalista con rostro indígena, un proyecto que implica explotación del prójimo. El empresario cocalero, el transportista, el cooperativista, que  son indígenas de cara, ha  entrado en el juego de la acumulación. Tiene elementos casi folklóricos redistributivos, las fiestas, los prestes, pero en temas de clase estamos en un proyecto capitalista extractivista primario exportador y, por lo tanto, vulnerable. 
Esta mirada que tienes de reconocer el pasado para precautelar el futuro, no existe en la mayoría de grupos políticos…
Tengo un yatiri y una yatiri. Soy como hermana, amiga y clienta de estos dos personajes, que no se mueven en el mundo de la política. Con ellos sí hablamos del  “qhip nayr uñtasis sarnaqapxañani”, que traducido significaría “que el pasado sea futuro, depende de cómo caminamos en el presente”. Y este hermoso aforismo guía mucho mis pasos, también guía mis análisis. Hoy en día, desde la perspectiva que nos da el tiempo transcurrido,  es necesario buscar lo que está pasando en términos ya no de ganancias y pérdidas, de beneficios inmediatos o mediatos,  sino de una evaluación profunda de lo que es el  aporte indígena, en términos de construcción de una sociabilidad ciudadana, de un bien común, en términos del bien común ciudadano. Qué podemos aprender de lo que nos ha legado esta sabiduría, porque todo eso se puede convertir en marca: “indio marca registrada” para el mercado o para el poder. A mí me preocupa recuperar la cuestión epistemológica. Ahora quiero que me preguntes por quién voy a votar… 
¿Por quién vas  a votar?
Yo convoco a la ciudadanía  a votar el gesto y no por la palabra, a votar por la derrota y no por la victoria, para convertir la derrota en un motivo de autocrítica, de reflexión y de organización  para lo que viene. Se viene la arremetida de Brasil, China, las transnacionales, todo con cara o máscara india. Voy a votar por Fernando Vargas, porque el gesto del Evo ya está fotoshopeado. Arriba nomás mira, ya no mira a su gente. ¿Han visto los afiches con el Álvaro? Irreconocible, mirando hacia un horizonte invisible, blanqueado, fotoshopeado, ya no es el gesto que a mí me conmueve. Por eso voy a votar por Fernando Vargas. Hay que votar por el  gesto, no por la palabra, por la derrota y no la victoria, porque la derrota nos va a enseñar, a reorientar, porque si seguimos con esta megalomanía triunfalista, el día que se acabe el gas vamos a caernos desde la altura. 
Tienes una mirada bastante pesimista del futuro país…
No, yo tengo un pesimismo alegre, porque creo que si tú te dejas vencer por la idea de que nada es posible, que no puedes hacer nada, lo más fácil es desembocar en el cinismo, levantar las manos y dejar de pelear. Hay que seguir peleando contra todo pronóstico, porque la pelea  energiza a  la gente joven, porque uno no puede abandonar la esperanza de otros, porque lo que uno ha hecho en la vida, también le sirve a las gentes jóvenes. Si yo dijo no hay nada que hacer, sería una traición. 
Optimismo anarquista…

En el fondo pienso que nada está perdido. Tengo la energía del deseo. Mi deseo me lleva por delante, mi inteligencia me hace decir: párala, no vas a poder, pero yo igual sigo tratando de dar pasos, pero siempre mirando a la gente. La gente de a pie es mi referente. Yo voy  a seguir teniendo como referentes a los changos. Ésas son las gentes que me dan vida y de algún modo me motivan a seguir  deseando que las cosas vayan por un rumbo orgánicamente viable y factible, para que el vivir bien deje de ser un  cliché y se convierta en una accionar cotidiano colectivo. No soy pesimista en ese sentido, soy optimista cautelosa o pesimista alegre.

“Con 35 años de docencia, fui obligada a  jubilarme de manera muy tramposa”
Silvia Rivera Cusicanqui estudió en la “emblemática” Facultad de Sociología de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). “Ahora está muy degradada”, dice al recordar que tuvo entre sus maestros, como alumna de la segunda generación, a René Zavaleta Mercado, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Mauricio Lefebvre y Guillermo Lora, “una cantidad de gente de muy buen nivel, pero a la vez muy crítica”.
Estando aún en el primer año de la carrera se fue a vivir al campo, a una comunidad monolingüe de Apolo, donde dice haber aprendido más sociología que en varios cursos  de sociología rural. “He aprendido lo que es la explotación colonial, el sometimiento servil al patrón, que ya no es patrón, pero es compadre, toda esa sumisión personal, ese entregar tu soberanía como sujeto a que otro decida por ti”.
Con 35 años de docencia,  se vio obligada a jubilarse de “un modo tramposo”, tras presentarse a un proyecto de año sabático para un  libro. “La convocatoria era tramposa, porque había un rollo de plazos y lugares. Llegué a presentar el proyecto dos días antes del cierre, pero lo hicieron dormir y la persona que estaba a cargo, que era la decana, obtuvo el sabático”, recuerda.
“Es muy terrible reconocer que no hay  criterios académicos para valorar a las personas. Con una pequeña maniobra burocrática me sacaron a mí. Toda la trayectoria, todos los premios, todas mis publicaciones, no  valieron nada a la hora de hacerme una trampa y empujarme al precipicio”, agrega.

¿Descolonización? “Cuando  hablemos de ciudadanos, no de indios”
“La descolonización será realidad cuando no hablamos de indios, sino de ciudadanos”, dice Silvia Rivera, una de las más reconocidas investigadoras de la memoria indígena.   
Activista de los derechos indígenas, postula la construcción de “una sociedad sana, articulada a través de  redes, comunidades diversas y pequeñas microempresa y escenarios de vida pública”.
“Yo creo que hay que construir ciudadanía desde abajo”, dice en el Desayuno de Trabajo de Página Siete. “Yo creo que las comunidades vivas tienen un rasgo de autonomía que siempre está amenazada de ser capturada. Cualquier Gobierno  puede ser controlado, pero si le entregamos a cualquier Gobierno la decisión y renunciamos a nuestra soberanía, estamos condenados a que nos pase cualquier cosa”. 
En ese sentido, dice, aun siendo anarquista, acudirá a las urnas este domingo. “Soy anarquista, pero no soy imbécil. Me doy cuenta de que es  necesario proponer algo  a la sociedad. Lo que yo propongo es que nos pongamos a pensar que la derrota significa algo y que es necesario organizarse en la derrota para resistir lo que viene y lo que viene,  ya sabemos lo que es, porque lo vemos en todo el mundo, particularmente  en nuestros países vecinos”, concluye.