El joven Sebastián Marset

Por Carlos Rodriguez San Martín
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sebastian marset, narcotráfico
Foto: AFP

Con apenas 31 años el narcotraficante más buscado en Bolivia evita su detención con una cadena que lo protege.

El narcotraficante uruguayo Sebastián Marset no tiene más de 31 años. El rey de la cocaína, Pablo Escobar, comenzó a los 22, el colombiano murió a los 44, después de una persecución implacable de las FFAA de Colombia, grupos especiales, agentes de la DEA de los Estados Unidos y una organización criminal que se había conformado para reducirlo denominada “Los Pepes” (constituida por grupos rivales al Cartel de Medellín de Escobar). En su apogeo fue uno de los narcotraficantes que más droga envió a los Estados Unidos. Su fortuna llegó a ser avaluada en 8.000 millones de dólares, una suma extraordinaria para la época (murió en diciembre de 1993). Escobar figuraba en la lista de Forbes entre los hombres más ricos del mundo.

A diferencia del uruguayo, Escobar era conocido por organizar en su esquema de protección a grupos de gente pobre que atendían al narco para advertirle los movimientos de sus rivales. Era una cadena de hierro que manejaba mucho dinero que a su vez circulaba en los barrios pobres de su ciudad natal. Era conocido como “Robín Hood paisa” y aunque es celebre el grito de los militares que lo mataron de ¡Viva Colombia! mucha gente lloró su muerte. Fue el hombre más buscado del mundo. Entre su red de protección no se sabe si mantenía contactos con los organismos encargados de la lucha contra las drogas colombianos, lo que sí se sabe de los documentales, series y películas y la producción de su vida fue que era enemigo acérrimo de quienes lo perseguían. Llegó a cometer los crímenes más abominables y así ejerció dominio territorial sobre el tráfico de drogas.

Pacto su detención con el Gobierno colombiano con condiciones. Construyó una cárcel en la que fueron detenidos él y sus hombres más cercanos (entre ellos uno que otro familiar de su entorno), pero se escapó de ese centro penitenciario de alta seguridad con la misma facilidad con la que la mandó construir.

La policía boliviana está rastreando al narcotraficante uruguayo Sebastián Marset que tiene algo del perfil de Escobar. Su extremada osadía para filtrar audios, su predilección por las casas y los crímenes para evitar su detención. El joven Marset debió comenzar igual que en sus actividades criminales hace por lo menos 10 años. Está acusado de matar a un fiscal especial paraguayo Marcelo Pecci en 2022 que investigaba sus vínculos con el tráfico de drogas. El asesinato sacudió Paraguay por la forma como ocurrió, mientras el fiscal pasaba su luna de miel en una playa del Caribe, a plena luz del día.

De allí nunca más se supo de él, aunque fue acusado de ser el mentor de ese asesinato, y a pesar del sello rojo de la Interpol que apunta su cabeza, un año antes salió de una cárcel de Dubai –donde el tráfico de sustancias controladas es penado con pena de muerte- con ayuda de agentes y documentos falsos y se instaló en Bolivia porque aquí había tejido una red de protección, pero no al estilo de Escobar. Era conocida la frase de colombiano de que “preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”.

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No se sabe cuál será la del joven Marset, pero lo que sí es muy probable que a sus 31 años con el dinero acaudalo de sus actividades criminales pueda vivir –sino acaba acribillado escapando por los tejados de Santa Cruz, la ciudad más próspera de Bolivia- por un tiempo en una celda de lujo en las serranías cruceñas.

 

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