El peligro del líder. Evo Morales Real vs. Evo Morales Mito

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Por: Fernando Navia

 

El presidente del Estado Plurinacional es un personaje nacido de la historia reciente. Con 53 años de edad pudo haber participado tranquilamente de las luchas sociales que derivaron con la apertura democrática en la década de los 80. Nacido en 1959 el presidente Morales tenía 21 años cuando la sangrienta dictadura de Luis García Meza tomó el poder el 17 de julio de 1980. Poco antes, la resistencia al golpismo militar contribuyó a que en 1979 el general Banzer convocará a elecciones generales. El presidente Morales no participó en ninguna de las luchas por reconquistar la democracia en Bolivia.

A partir de 1979 el país comenzó a vivir una singular efervescencia política por recuperar su estado de derecho. Instaurada la democracia en 1982 con el Gobierno de Hernán Siles Zuazo, se inició un periodo de normalidad institucional con alianzas y coaliciones entre las diferentes fuerzas políticas al no conseguir ninguna de ellas la mayoría parlamentaria para gobernar por si solas. Este nuevo ciclo que se conoció con el nombre de la “democracia pactada” alcanzó su punto culminante el año 2003. El 17 de octubre de ese año se interrumpió el proceso democrático luego de que una revuelta popular depuso al presidente constitucional Gonzalo Sánchez de Lozada.

Desde entonces hasta el año 2005, las fuerzas políticas tradicionales que peleaban su sobrevivencia, sufrieron una de sus más evidentes derrotas. En las elecciones de diciembre de ese año perdieron su hegemonía y fueron derrotadas en las urnas con el 53% de los votos por el Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales. Con este triunfo electoral, el 22 de enero de 2006 se inició el nuevo periodo presidencial al influjo de una serie de elementos de propaganda política desconocidos en Bolivia.

La imagen de Evo Morales comenzó a trascender a partir de entonces hacía lo espiritual. Los entendidos en imagen corporativa afirman que Evo se convirtió en un eikon, representación, ícono, signo y símbolo de un proceso de idolización que tuvo su germen visible en la parafernalia simbólico-mítico de su entronización en Tiwanaku, los años 2006 y 2010, como producto de sus victorias eleccionarias. Ambas proclamaciones son una condición de acceso al poder, encarnadas como el primer gran artefacto simbólico público donde los demás reconocen y delegan autoridad de uno sobre ellos y él se reconoce así mismo como tal.

Entronización

El punto central en esta nueva estrategia es la entronización del nuevo presidente en las milenarias ruinas de Tiwanaku. Allí se congregaron en 2006 y en menor proporción de público en 2010 las principales redes y agencias informativas del mundo para destacar un acontecimiento sin igual: “la instauración del primer Gobierno presidido por un indígena en América latina”. Este despliegue sincronizado de difusión planetario derivó en lo que los expertos en imagen conocen con el nombre de “idolización” de la figura del nuevo líder. Un proceso en el que conjugan sistémicamente tres variables: el objeto o persona a idolatrar; los artefactos que median tal fin y, los receptores o sujetos gradualmente seducidos que a su vez se dividen en pasivos y activos. Esta triada estratégica para obtener y preservar el poder político se ha profundizado en el transcurso de estos últimos 8 años, dejando abierta la sensación que el presidente es un ser extraordinario. Un figura de la mitología aimara. Un mito al que debemos rendir pleitesía; mecanismo ritual-protocolar que depende de las tácticas políticas del grupo portador de la estrategia de idolización, cuyo fin último es asegurar y preservar el poder.

Todo inicia identificando a Evo Morales explícitamente como indígena, indio y originario, es decir, sujeto real moderno portador de lo ancestral ideal, representante de lo anterior y se lee como tal, al periodo anterior a la colonización, Tiwanaku. Es la ficción mítica de una reencarnación, transmutación, traslación; la metáfora de un viaje al pasado para traer al presente, e incrustar en el imaginario de la gente, a través del valor arqueológico e histórico (presente) de esa época. La socióloga Carmen Beatriz Loza advierte en su artículo “Una fiera de piedra” el manejo político de la evidencia de la cultura de Tiwanaku que ha permitido construir toda un aura de misticismo en torno a este espectacular sitio arqueológico. “La tendencia a manipular las expresiones materiales tiwanakotas tuvo como momento de apogeo la década de los 50, cuando una parte de los arqueólogos y estudiosos criollo-mestizos emplearon toda la simbología y las propias ruinas al servicio del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Pero, como lo probamos extensamente, fue en los años 30 que toma forma el nacionalismo arqueológico en Bolivia, a diferencia de lo sostenido hasta el presente. Empero, debemos aclarar que desde los años 50 se inició una suerte de silenciamiento acerca de lo acontecido en la arqueología boliviana con anterioridad. El propósito, sin lugar a dudas, era político a fin dejar por sentado que el momento fundador se iniciaba con la revolución nacionalista del MNR”.

Se ata, -haciendo un falso arco histórico- los intereses del poder actual con la invención de valores que se imagina poseían aquellos, apelando a la arqueología de Tiwanaku como artefacto simbólico utilitario. Utilitario en dos sentidos: para usar, usufructuar, darle uso concreto y segundo, para legitimar su ser (Evo) presente amparado por los dioses del pasado. “Para reivindicar su legitimidad se construyen, mantienen y reactivan los ritos que apelan a la nación y a su memoria, y se materializan por medio de símbolos que configuran un sistema de valores comunes”, señala el antropólogo Demetrio E. Martín Brisset en “Los símbolos del Poder” publicado en la Gaceta de Antropología. Ya Marc Abelés, le llama “Gramáticas del poder” a estas manifestaciones y puestas en escena que muestran las formas de lo político en nuestra sociedad. Reactualizan, los ritos y artefactos simbólicos a los gustos y necesidades de la ideología del poder para alcanzar la idolización de Evo Morales.

Artefactos mediadores del poder

El ceremonial de posesión de Evo Morales tiene todos los antecedentes rituales de reyes, monarcas y príncipes, medievales, renacentistas y modernos, los llamados jerarcas que utilizaron siempre objetos y ritos para legitimarse.

“El presidente electo (Evo Morales) va a caminar sobre un sendero de flores hasta el lugar donde los amautas o sacerdotes sabios, bendecirán la túnica roja denominada ´unku´ en la lengua aimara y el tocado de cuatro puntas o ´chuku´, en cuyas aristas están representados los cuatro puntos cardinales”, refiere la escritora Inmaculada de Retegui en la publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras.

Chuku es el artefacto simbólico emblemático en la entronización y su función es análoga a la corona de los antiguos monarcas asirios, babilónicos, griegos y romanos, hasta los más recientes de España o Inglaterra, por ejemplo. “El ritual para entronizar un nuevo monarca tiene su núcleo en la coronación o imposición de este artilugio sobre su cabeza, significando el nuevo poder adquirido”, dice Brisset en “Los Símbolos de Poder”

El significado o valores atribuidos al artefacto chuku (hoy) es una construcción imaginada y ficticia para favorecer el proceso de idolización y factor de conmoción en los crédulos, que hacen de ello una imagen mental, subvirtiendo sus sentidos y apelando a su propia memoria colectiva sustentada en los atributos arqueológicos de Tiwanaku. Es el monarca que ha vuelto para salvarnos, como en el “cristianismo triunfante que la interpretaba como la señal o marca de la elección de Dios del soberano, así como de la recompensa que este, de cumplir dignamente con su misión, recibirá del cielo tras su muerte”, según Brisset.

Ademas del chuku o bonete, Evo Morales utilizará otros artefactos como el unku blanco de lana de llama, el mascai pacha o cetro, el huáscar tata umancha o pechera pectoral, el pantalón de lana de llama y las sandalias de cuero de piel de cuello de llama. (Retegui, 2012). Cada artefacto se carga de significados míticos inventados para favorecer la idolización de Morales a través de la bendición y purificación de cada objeto y él mismo, por un consejo de amautas organizado subrepticiamente para tal fin.

“Además de la vestimenta, también bendecirán el báculo o bastón de mando tiahuanacota, realizado en un monolito alargado de basalto volcánico y que tiene una longitud de aproximadamente 80 centímetros. Dicho cetro está coronado en un extremo con dos cabezas de cóndor hembra y en el otro extremo presenta la cabeza del jefe macho de una bandada de cóndores o mallku“, reafirma Reategui.

El báculo o bastón de mando es común en varias culturas, como la egipcia o romana y lo ostentan sacerdotes, faraones, reyes, príncipes y jefes de tribu, entre otros, simbolizando la posesión de un imperio, el poder y la dominación. Por ejemplo, en Roma “durante el Imperio, el sceptrum Augusti era especialmente usado por los emperadores, a menudo de oro o plata rematado por un águila”, según el antropólogo Demetrio E. Brisset.

 

De todos los artefactos, el chuku es el más revelador, simbolizando la coronación del Morales, su ascenso público al poder máximo de una nación y el embrión factual de su idolización.

Pasivos y activos gradualmente seducidos

Del año 2006 en adelante se inventarán multitud de artefactos  idealizados para seducir a la gente, creando vínculos y experiencias emocionales profundas, estableciendo relaciones de afinidad y sinergia entre las emociones y la experiencia sensorial, mediada por los artefactos, hasta encumbrar en el imaginario una imagen-ídolo de Evo Morales, que lo trasciende a él mismo como persona humana y de lo cual, él mismo es crédulo.

Carl Jung, denominaba inconsciente colectivo -que es una suerte  de herencia síquica, análogo a la herencia genética- al reservorio de imágenes (Jung, 2002) o como diría Umberto Eco, enciclopedia acumulada, (Eco, 1975); un tipo de conocimiento con el que todos nacen y comparten, de lo cual no se es plenamente consciente, pero  se establecen conexiones que influyen sobre el comportamiento y la experiencia. Son imágenes e ideas que penetran en lo más profundo de la emociones y de las que es imposible substraerse.

Si los artefactos son los objetos reales y concretos como las piedras arqueológicas, el chuku, unku, etc., los contenidos del inconsciente colectivo son los imagos, imágenes mentales o arquetipos (Jung, 2002) primordiales y mitológicos que permiten experimentar de una determinada manera, como producto o resultado de esa acumulación y subvertidos mediados por los artefactos afectando las emociones, decisiones y conductas.

“Los rituales simbólicos son, por tanto, la expresión viva y actuante de un estado de ánimo que, con sus manifestaciones, afirma ese estado de ánimo que le llena, que se hace visible a veces en todas sus exteriorizaciones vitales”, según Brisset.

Lo que explica el fanatismo de los líderes del Movimiento al Socialismo (MAS), seducidos activos que con sus actos y mensajes redundantes y automáticos defienden ferozmente la imagen de Evo Morales. Y por otra parte, los seducidos pasivos poseídos y que anclan una imagen mental invariable del ídolo. De aquí deriva un permanente y sistemático culto a la personalidad de Evo Morales, hasta convertirlo en ídolo, objeto de adoración más allá de la vida terrenal.

Cualquier intento por extirpar los símbolos y mitos fabricados para la idolización a través de los artefactos y ritos se vuelca irremediablemente contra los extirpadores, al contrario, los fortalece. Su valor se puede determinar según hasta donde penetran la mente pública en términos de reconocimiento y memoria. Y que tanto puede alcanzar esto frente a otros factores para continuar detentando el poder.

Culto a la personalidad

El culto a la persona es una operación constante y sistemática compuesta de acciones y mensajes masivos y ubicuos, cuyo contenidos son puestos en valor asociados a la persona para afianzar la idolización.

De forma directa es la admiración absoluta a la persona, fanatismo desbordante e irracional que se da a través del llamado interaccionismo (Blumer, 1938) correlato de las actuaciones de la persona con los objetos y otras personas a partir de los significados que para él tienen. Evo Morales es el referente general que desencadena el significado, símbolo, imagen y que permite modelar la conducta hacia el culto de su personalidad.

El concepto fue utilizado el año 1956 por el Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética Nikita Jrushchov, en alusión a Stalin. “La definición más común es la adoración y adulación excesiva de un caudillo vivo o muerto”, dice Luis Lozada León en su artículo “Culto a la Personalidad”, editada por Milenio en 2013.

A través de los años, como resultado de experiencias de adulación se han identificado características comunes del culto a la personalidad similares a las que vivimos en Bolivia con el actual esquema gubernamental. A saber:

1.      Exagerada y manifiesta devoción por Evo Morales, por ejemplo cuando “algunos masistas habían creado el significado de Juan, como Juan el Bautista, el hombre que anuncia el advenimiento de El Salvador, Jesucristo; Evo de Eva, la primera mujer de la tierra; Morales de Moral (ética, valores y principios; y Ayma de Aymara”, afirma el director de Erbol, Andrés Gómez en el blogspot.com/2016/06/mitos-masistas.html.

2.      Utilizar a una organización o persona importante y representativa e identificarla como un enemigo común, por ejemplo el Gobierno norteamericano.

3.      Rechazar sistemáticamente a quienes por cualquier motivo cuestionan a Evo Morales, por ejemplo, los denominados “librepensantes”.

4.      Perseguir y amenazar constantemente a los críticos y opositores, por ejemplo Samuel Doria Medina, Ernesto Suárez, Rubén Costas, etc.

5.      Asociar a Evo Morales con la patria, el Estado, los símbolos nacionales, el pueblo, el mar, mártires históricos como Tupak Katari, y otros. Si Evo Morales o su imagen es amenazada, la patria es amenazada, la existencia de la patria pende de la supervivencia del líder.

6.      Difusión masiva, ubicua y alegórica de fotografías, ilustraciones, imágenes y mensajes de Evo Morales en diversos soportes de comunicación, por ejemplo medallas, estampillas, monedas, computadoras, cuadernos, etc.

7.      Utilizar el nombre de Evo Morales para nombrar aeropuertos, calles, terminales, escuelas, centros deportivos, etc.

8.      Fabricación de valores, artefactos, objetos y rituales permanentes para recordar, asociar, representar, significar y memorizar la presencia de Evo Morales, por ejemplo la whipala, la coca sagrada, puño izquierdo en alto, Estado Plurinacional de Bolivia, Tupak Katari, Bartolina Sisa, museo de Evo Morales en Orinoca, emblemas de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, Casa del Estado Plurinacional; su ropa patrimonio cultural de Bolivia, etc. Ideologías como vivir bien, descolonización, nacionalización, socialismo, proceso de cambio, etc.

Patrones de comportamiento político semejantes se han conocido en todo el mundo, con diversos matices ideológicos, por ejemplo en Azerbaiyán, Heydar Aliyev; Egipto, Abdel Nasser; España, Francisco Franco; Ghana, Kwame Nkrumah; Haití, Jean-Claude Duvalier; Italia, Benito Mussolini; Irak, Saddam Husseim; Cuba, Fidel Castro; Paraguay, Alfredo Stroessner; Venezuela, Hugo Chávez; Zimbab, Robert Mugabe, etc.

La experiencia histórica muestra que los resultados de los procesos de idolización, para su subsistencia, requieren de un constante culto a la persona, así como la invención e innovación de artefactos simbólicos para alimentar a la gente y conservar latente el estado de seducción, lo que provoca una disolución de los límites del “yo” o del “ser” de la persona idolatrada hasta la egolatría y narcicismo, del cual emergen, decisiones de poder, que se alejan de las necesidades concretas y reales de las personas que conforman una sociedad, trayendo como consecuencia decisiones exclusivamente simbólicas e ideológicas con el fin único de preservar el poder a toda costa.