Etnias de la Amazonía pueden tratar infecciones parasitarias deformantes con plantas no tóxicas

Por: Alberto Giménez Turba / Facultad de Ciencias Farmacéuticas y Bioquímicas Instituto de Investigaciones Fármaco Bioquímicas - Universidad Mayor de San Andrés ajgimenez@umsa.bo
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El uso de plantas amazónicas con promisorio efecto como tratamiento para enfermedades parasitarias está frenado en Bolivia debido a que la Ley del Medicamento vigente no reconoce que laboratorios de investigación experimental puedan validar nuevos fármacos. La situación se puede evidenciar a partir de investigaciones de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), que han demostrado que un tratamiento a base de la especie medicinal Evanta (Galipea longiflora) puede ser beneficioso contra la leishmaniasis cutánea.

Sin embargo, a pesar de tener eficacia clínica demostrada por la Facultad de Ciencias Farmacéuticas y Bioquímicas, dentro del programa UMSA-ASDI con la Cooperación Sueca, el tratamiento no ha pasado a la etapa de estudios clínicos en el Armauer Hansen Research Institute (AHRI) del Ministerio de Salud de Etiopia debido a que los análisis de validación de nuevas medicinas requieren del aval del Ministerio de Salud. Allí, al hacer el trámite ante la Agencia Estatal de Medicamentos y Tecnologías en Salud (AGEMED), el permiso se encuentra con el escollo de la ley de medicamento vigente.

El reconocimiento de estudios de validación de nuevas medicinas requiere del aval del Ministerio de Salud. En este sentido, la UMSA inició trámites ante la Agencia Estatal de Medicamentos y Tecnologías en Salud (AGEMED), pero dado que la ley del medicamento no contempla el reconocimiento de laboratorios de investigación, no se han podido certificar nuestros laboratorios experimentales con buenas prácticas en producción y uso experimental, dificultando el reconocimiento de estudios de eficacia de la medicina tradicional.

Esta situación impidió que el tratamiento experimental para leishmaniasis cutánea a base de la especie medicinal Evanta (Galipea longiflora), con eficacia clínica demostrada por la Facultad de Ciencias Farmacéuticas y Bioquímicas dentro del programa UMSA-ASDI con la Cooperación Sueca, pueda ser exportado para estudios clínicos en el Armauer Hansen Research Institute (AHRI) del Ministerio de Salud de Etiopia.

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Algunas infecciones parasitarias, como las que causan diarrea, pueden ser comunes en todo el mundo. Suelen ser predominantes en países en vías de desarrollo, pero las infecciones parasitarias deformantes, como las leishmaniasis, transmitidas por la picadura de un mosquito, pueden ser adquiridas en zonas tropicales como la selva amazónica. El diagnóstico de esta clase de enfermedades no es sencillo y el tratamiento recomendado por el Ministerio de Salud no se encuentra disponible en las farmacias. Su distribución subsidiada es monopolizada por unidades de epidemiología del Ministerio de Salud.

El tratamiento recomendado es en inyectables, e incluye una ampolla por kilo de peso. La dosis total debe ser aplicada en 30 días en una Posta Sanitaria, es tóxico y difícil de concluir porque puede dañar el corazón, hígado y/o riñones. Con el crecimiento de la población y la transformación de zonas naturales en asentamientos humanos, la transmisión de la leishamaniasis, clasificada como una de las “enfermedades desatendidas” por la Organización Mundial de la Salud (OMS), es más común. A su vez, cada vez hay menos laboratorios en el mundo que producen el tratamiento desarrollado en la década del 1930.

La aprobación y uso de nuevos medicamentos es un camino largo y tortuoso, comprende etapas de descubrimiento, demostración de eficacia clínica, desarrollo y comercialización. De acuerdo con la OMS, este proceso suele tomar unos 10 años, con costos estimados en US$ 300 millones antes de salir a la venta. Aunque con la pandemia del Covid-19 se ha demostrado que alianzas estratégicas pueden reducir drásticamente estos tiempos, expertos en salud han puesto en duda la eficacia, seguridad, cadena de distribución y acceso a los tratamientos así desarrollados y no se tiene un estimado del incremento de los costos.

Hay pocos antecedentes que esta clase de alianzas puedan lograrse en la producción de nuevos tratamientos para enfermedades desatendidas que afectan a sectores minoritarios y marginales de la población en países de bajos recursos. Lamentablemente, algunas veces entre los infectados con leishmaniasis se pueden encontrar turistas de países desarrollados que decidieron visitar o experimentar la vida de las tribus en la selva y que posteriormente desarrollan los síntomas de regreso a casa, donde estas enfermedades son muy poco conocidas y carecen de tratamiento.

La gran pregunta aún queda pendiente: ¿tendrá el Ministerio de Salud de Bolivia el interés de revisar y cambiar la normativa de la Ley del Medicamento, para dar el lugar que corresponde a la medicina tradicional y reconocer a las universidades como agentes centrales en la validación y valoración de esta herencia ancestral? Este tipo de gestiones desde 2015 han caído en saco roto.

 

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