Expertos calculan que La Paz pierde $us 10 millones al año por fugas en sistema de agua

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Foto: Erbol

Uno de los problemas que aquejan a  la ciudad de La Paz es que se pierde agua por las fugas en el sistema. En porcentaje se habla de al menos  un 45% de merma del recurso  por esa razón. Un estudio calculó que la pérdida representa  por año un promedio de 10 millones de dólares.

 

“El cálculo que hicimos en base a información del Plan Maestro Metropolitano es que en promedio se pierde el 45% del agua en tres procesos: de abducción, tratamiento y distribución y las mayores pérdidas son en distribución”, explica la bióloga Susana del Granado, investigadora de la Fundación Inesad.

 

Esta especialista agrega que “si  asumimos que toda el agua se puede cobrar, estamos perdiendo en promedio 10 millones de dólares al año”.

La investigación emplea un método de contabilidad ambiental específico para el agua, descrito en el “Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica para el Agua”.

 

Las pérdidas del recurso, además de ser un peligro latente, constituyen una pérdida económica, indican en   Inesad. “Con el monto recaudado por estas pérdidas se podría  pagar tres de las cuatro alternativas propuestas por el Plan Maestro Metropolitano para el tratamiento de aguas residuales”, comentan.

 

Las razones

 

Del Granado explica que las causas del problema son varias. Y pone como ejemplo que Achachicala es la planta de tratamiento que tiene mayores pérdidas y presume que se debe a su antigüedad.  “Creo que fue construida en 1937, pero ha tenido inversiones, pero la última inversión ha sido en 1990, y otra, la primera, en 1970. Entonces, obvio que hay bastantes fugas”.

El hidrólogo Edson Ramírez  comenta sobre el problema que  “se debe fundamentalmente a la antigüedad de las redes de distribución; entonces, sin duda, eso habría que mejorar y reducir esas fugas”.

 

Si así está el panorama, ¿qué soluciones se puede proponer?  Del Granado considera que se debe “reducir o eliminar” las fugas en los tres procesos: abducción, tratamiento y en distribución. Pero también afirma  que se debe buscar fuentes alternativa s de abastecimiento.

 

Adicionalmente, la especialista recomienda cuidar los bosques (dado que están relacionados con las lluvias)  y velar por los reservorios naturales (bofedales).

 

Esta bióloga indica que alrededor del 80% del agua de las ciudades de La Paz y El Alto proviene de las lluvias; por ello, aconseja a la ciudadanía adaptar sus construcciones a cosechar el agua de lluvia.  “Hay ciudades en el  mundo cuyos techos, más del 90% de las casas, como es el caso de Bermuda, están diseñadas para cosechar esas lluvias”, comenta, antes de añadir que el patrón de desarrollo que estamos siguiendo hasta ahora no es sostenible para la ciudad y otras urbes andinas que “se van a ver especialmente afectadas por una escasez de agua”.

 

¿Privatizar el servicio?

 

Una pregunta que sale a relucir es si tras la crisis del agua se requiere más eficiencia en la administración pública de este tipo de servicios, o si es necesario que éstos pasen a ser administradas por manos privadas.

 

“La privatización no es la única opción, pero hay que hacer un mejor manejo, pero un manejo descentralizado”, afirma Del Granado. Comenta que en otros países el servicio está administrado por el municipio  o cooperativas, experiencias que demostraron ser eficientes.

 

Pero también está el elemento del costo de la tarifa del agua. Según esta investigadora, los usuarios no estamos pagando por el agua, ésta es gratis,  sino por el servicio, las conexiones, la potabilización.

 

Otro punto para tomar en cuenta en ese marco es que el país es uno de los Estados en los que el costo por el servicio es relativamente bajo. “Bolivia es uno de los países en el que se paga menos por el consumo de agua. Sólo se paga 0,33 dólares americanos por metro cúbico (m3), incluso en comparación con otros  países latinoamericanos donde se comenta  que el cobro ya es bajo como en México (0,42 dólares/m 3) y Argentina (0,48 dólares/m3)”, establece el documento Flujos físicos y monetarios relacionados a los recursos hídricos en las ciudades de La Paz y El Alto, cuyos autores son Del Granado y Lykke E. Andersen.

 

“Con estos precios no es posible tener un sistema sostenible de aprovisionamiento y contar recursos para la  inversión, porque las inversiones son altas”, sostiene Del Granado.

 

En el informe El ABC del desarrollo en Bolivia, se establece que “el país tiene las tarifas más bajas de la región para el suministro de agua potable, lo que genera un desincentivo del uso responsable y de una provisión eficiente”.  En el documento se añade que “sería importante revisar las tarifas de modo que el suministro  sea accesible y de calidad en todo el país”.

 

Del Granado comenta que  “definitivamente” los usuarios “debemos pagar un poco más” y además se debe descentralizar el servicio.

 

Un antes y un después

 

“Esta escasez nos ha sacudido a todos”, expresa  Del Granado, quien considera que la crisis puede ser una oportunidad “para que cambiemos y analicemos el problema y busquemos  las soluciones”.

 

“Lo bueno es que a partir de esto vamos a tener conciencia por lo menos en el área metropolitana del problema y vamos a ponerlo en agenda como una prioridad de política pública”.

 

Stanislaw Czaplicki Cabezas, economista ambiental, sostiene que el principal descontento de la población “ha sido a raíz de una mala gestión de EPSAS en el racionamiento de agua y no por la problemática real del agua”.

 

“La sensibilización de la población al valor del agua en su real magnitud pasa más que todo por un entendimiento de la problemática”, agrega.

 

Considera que en general no existe un entendimiento de la problemática en la medida que la información provista en los medios y por autoridades dan a entender que se trata principalmente de un “problema coyuntural” de falta de lluvia.

 

“Es importante que la ciudadanía entienda la causante del cambio climático y que se responsabiliza consecuentemente en la medida de sus posibilidades. Una real valoración del agua pasa por ende por una respuesta al cambio climático de la ciudadanía y no simplemente por  un consumo más responsable del agua”