Las millonarias inversiones aymaras que están cambiándole la cara a La Paz

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Es domingo por la tarde en el mall Megacenter, el más exclusivo y grande de La Paz. Dos muchachos que llegaron de la ciudad aymara de El Alto salen del Nike Shop con zapatillas nuevas, mientras una mujer de ascendencia indígena, asesorada por su hija, revisa en detalle la nueva Rav4 de Toyota en la tienda oficial de la marca japonesa.

A esa misma hora, en la calle que por décadas fue el símbolo de consumo y diversión de los ricos de La Paz, irrumpe una columna de comerciantes con trajes tradicionales de gala y autos adornados. Detrás de ellos una banda marca el ritmo del baile con la morenada, una de las danzas folclóricas más populares en Bolivia.

Casi ninguno de los danzarines nació en la ciudad sede de gobierno, la mayoría emigró desde el campo hace tres o cuatro décadas. Hoy varios de ellos viven en los barrios exclusivos, como San Miguel u otros de la zona sur paceña.

Para muchos, esta transformación urbana es consecuencia de la irrupción de un “nuevo sector emergente” compuesto en su mayoría por migrantes aymaras que lograron insertarse con éxito en los circuitos económicos establecidos y que ahora rompen con fronteras imaginarias, como las de los barrios de la antigua élite boliviana.

“Existen sectores populares que ingresaron bajo sus propios términos dentro del circuito capitalista global. Así participan de una economía en la que estuvieron históricamente marginados. Estos actores han logrado permear el país”, señala a BBC Mundo el investigador Nico Tassi, coordinador de la investigación “Hacer plata sin plata: El desborde de los comerciantes populares en Bolivia”.

Tassi precisa que estos “propios términos” tienen que ver con la forma en que estos actores se relacionan: señala, por ejemplo, que gerentes de los bancos más grandes del país asisten invitados a las celebraciones aymaras y establecen vínculos de fraternidad o “compadrazgo” en lugar de la relación tradicional entre un cliente y un proveedor.

Este bloque emergente es nombrado por algunos como “burguesía aymara”, mientras otros lo identifican como la “nueva élite económica” surgida desde el comercio informal y los barrios populares de Bolivia.

Comerciantes triunfadores

En La Paz no sólo se los reconoce por los edificios “cholet” -esas vistosas construcciones multicolor con motivos indígenas que son la insignia de la nueva arquitectura aymara- sino también por su capacidad de compra y venta de automotores, por su vertiginosa adquisición de mansiones en los barrios caros de La Paz y la expansión de sus negocios comerciales.

En la investigación “Hacer plata sin plata”, se resalta que entre 2004 y 2012 los depósitos bancarios de este grupo social se multiplicaron por cuatro, al pasar de U$2.559 millones a U$9.983 millones. Mientras que, en el mismo período, la cartera crediticia se disparó de U$2.420 a U$7.612 millones.

Elizabeth Verástegui es una de las empresarias exitosas que ahora tiene dos elegantes boutiques de ropa en San Miguel, zona de tiendas que era controlada por el empresariado tradicional.

Ella comenzó su vida como comerciante con un capital de arranque menor a los US$70 a mediados de los 80. Apostó por vender ropa usada.

“Mi primer puesto era de 1,5 por 1 metro, ahora tengo unas boutiques con productos muy bien seleccionados. Para tener ganancia yo hacía todo, lavaba y planchaba, no podía contratar a nadie. Tenía que ir en las madrugadas, todavía de noche, en lluvia, nieve y frío para conseguir la mejor ropa. Por eso ahora tengo artritis”, relató Verástegui a BBC Mundo.

Nuevo hogar

Un agente de bienes raíces paceño señala que, en el último quinquenio, decenas de edificios han sido adquiridos por inversores aymaras en los barrios donde Verástegui tiene sus tiendas.

Si bien es algo cada vez “más natural”, el vendedor señala que persiste el rechazo de parte de algunos de los vecinos.

“A mí me contactan para ejercer como intermediario porque todavía hay propietarios que se niegan a vender cuando ven que sus potenciales compradores vienen de sectores populares. Cuando yo cierro una transferencia recibo el 5% del monto acordado. No es un mito que estos nuevos ricos pagan grandes sumas en efectivo y casi sin regatear”, relata el agente, que pide reserva del nombre para no afectar su negocio.

En los últimos cinco años, según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, al menos un millón de personas superó la brecha de la pobreza para convertirse en clase media en Bolivia.

El microcrédito para comerciantes creció en promedio un 36% en los últimos cinco años, según la Asociación de Bancos de Bolivia, y las ciudades de La Paz y El Alto son las principales protagonistas de este crecimiento. Como prueba de su vocación emprendedora, una de cada cinco personas económicamente activas en la urbe alteña tiene un microcrédito.

La fiesta del éxito

Entre los comerciantes minoristas del barrio de San Miguel existen varios ejemplos de éxito.

En domingo, este gremio celebra su fiesta con danzas folclóricas en mitad de la calle más famosa de la zona sur de La Paz, rodeada por centros comerciales donde los sectores acomodados tradicionalmente van de compras.

El organizador de la celebración, Marcelino Taqui, vive en este sector y empezó con un pequeño puesto de venta de dulces y refrescos hace 30 años. En un fin de semana gastó más de US$5.000 para pagar la banda de música, el salón de la fiesta, las bebidas, comidas y los trajes con los que sus colegas danzaron durante toda una tarde.

Y aquel gasto es mínimo si se compara con los cientos de miles de dólares que las fraternidades folclóricas invierten en sus fiestas anuales.

Estas asociaciones, de acuerdo al testimonio del agente de eventos Maury Fhernández, contratan a las mismas productoras que llevan a Bolivia a bandas internacionales como Guns N’ Roses o Scorpions para conseguir a los artistas de música tropical o cumbia más reconocidos de México, Argentina, Chile y Perú.

“Nosotros nunca hemos traído problemas en esta zona residencial. Siempre hemos sido muy trabajadores. Yo estoy muy feliz de que podamos celebrar aquí”, relató Taqui a BBC Mundo.

Racismo en la red

Pero la llegada de esta élite aymara a sus nuevos barrios de residencia no siempre es bien recibida.

“No es racismo, sólo tratar de que tengan un poco de educación. No escupir, no echar basura, es sólo eso. Ah y un punto muy importante: que se bañen porque realmente apestan”, apuntó Sandra V. en su Facebook.

No fue la única: miles de expresiones similares se reprodujeron por las redes sociales.

Como respuesta, hace poco se organizó un convite comunitario andino, denominado “apthapi”, frente al Megacenter. En el evento, las comidas típicas bolivianas se mezclaron con pizzas y gaseosas en un largo manto tendido en el suelo para que cualquiera pudiese degustar o contribuir a la comilona.

No se trató sólo de un almuerzo colectivo, sino de un acto de resistencia. Hasta hace poco, esta zona no conocía de ese tipo de expresiones populares y era un barrio de casas y restaurantes exclusivos.

Tras el “apthapi”, que convocó a un millar de personas, los comentarios siguieron.

“Ojalá Irpavi (zona donde está ubicado el mall) no se convierta en otro barrio asqueroso que daña la imagen de La Paz”, escribió en Facebook Luciana B. “Deberían quedarse en El Alto y no bajar a joder al Sur”, remató en la misma página Ame N.

Fenómeno regional

Fernanda Wanderley, doctora en sociología de la Universidad de Columbia, en Nueva York, le explicó a BBC Mundo que el surgimiento de esta “nueva élite” se debe al boom económico que atraviesa América Latina en general y a la creciente capacidad de consumo de las clases medias bolivianas durante los nueve años que Evo Morales lleva en la presidencia.

“En los últimos años se vio una movilidad social pronunciada. Las actividades de esta nueva élite son el comercio, los servicios, transporte y también construcción”.

Nico Tassi añade que estos nuevos inversores aymaras han logrado articularse muy bien con actores económicos de otros países. Por ejemplo, en el rubro automotor con comerciantes provenientes de India y el mundo árabe asentados en Chile, o en la importación de productos de manera directa desde las gigantes fábricas de China.

Son comerciantes salidos de capas populares los que controlan el comercio de electrodomésticos en el norte de Bolivia (muchas veces sin pagar impuestos, según denuncias) e incluso han logrado ingresar sus productos en los estados fronterizos de Brasil.

Los mercados en el oriente boliviano también son manejados por ellos y el transporte interprovincial les pertenece. Las estimaciones más conservadoras señalan que la feria aymara de El Alto -un enorme mercado donde se venden desde juguetes hasta armas, además de ropa americana y vehículos- mueve US$1 millón diarios.

Y hay más casos testigo de este fenómeno social: en la última edición del rally Dakar participó un experimentado chofer de camiones y buses que hace apenas 30 años no tenía donde dormir. Este año, Fortunato Maldonado invirtió cerca de medio millón de dólares en el Toyota FJ Cruiser con el que participó en la competencia. Encontró la fortuna rescatando fierros viejos con un capital de arranque de menos de US$50 y ahora tiene una empresa con más de 100 vehículos y realiza trabajos en minería en casi toda Bolivia.

“Todo el mundo me pregunta de dónde saco el dinero para correr… Lo que no saben es que todo el año estoy trabajando. Mis hijos y yo viajamos los doce meses para supervisar los proyectos que tenemos. Yo he caminado cien veces las ferias antes de encontrar los fierros con los que gané mis primeros US$6.000”, rememoró Maldonado, de 63 años, ante BBC Mundo.

Hace 15 años, pocos habrían imaginado los “cholet” multicolor que se multiplican en La Paz, como tampoco creerían que desde los suburbios marginados llegarían inversores con capacidad para comprar un auto 0 kilómetros o una casa en efectivo y sin regateo. Sin embargo, los indicadores financieros, la arquitectura, las danzas en las calles residenciales y un sexagenario corredor del Dakar son prueba de la transformación.