Lo más terrible es que nos estamos acostumbrando: cómo La Paz, lleva más de un mes viviendo sin agua

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Foto: AFP

Es viernes, son las 05:00 en La Paz y la temperatura ambiente no llega a los tres grados centígrados.

Antes de que salga el sol, Marco se asea con una jarra y un balde con agua que calienta gracias a un dispositivo eléctrico portátil.

No tendrá tiempo de afeitarse porque debe llegar temprano a la casa de su madre y ayudarla a cargar las pesadas cubetas llenas del elemento más preciado desde hace más de un mes en La Paz: el agua.

Gran parte de esta ciudad lleva más de un mes (sobre)viviendo bajo un dramático racionamiento de agua potable y el caso de Marco y su madre se repite en decenas de miles de familias.

Son más de 100 los barrios afectados, entre ellos algunos de los más grandes de la ciudad.

Ante la escasez, el gobierno boliviano decretó emergencia por las sequías y creó un gabinete “especial” del agua.

El recorte fue parcial al principio, pero a medida que pasaban los días se hizo más y más drástico.

Hay barrios en los que los grifos de agua son casi un adorno hace semanas.

¿Y saben qué es lo peor“, dice Marco, un ingeniero comercial de 32 años, a BBC Mundo.

“Lo más terrible es que nos estamos acostumbrando”.

Los barrios ricos

Una de las particularidades de la crisis de agua que atraviesa la capital administrativa de Bolivia es que los barrios donde tradicionalmente viven las personas con mayores recursos son los más castigados con el racionamiento.

El motivo es que las represas que suministraban agua potable a estas zonas fueron las que más drásticamente redujeron su caudal por la peor sequía que vive Bolivia en tres décadas.

Calacoto, en la zona sur, es un barrio lleno de hoteles, residencias diplomáticas, embajadas, restaurantes gourmet y centros comerciales.

En apariencia la vida continúa con normalidad en sus calles con modernas residencias y altos edificios.

Pero basta con entrar a un restaurante para advertir el impacto de la crisis.

“Antes de salir de mi casa para almorzar en algún restaurante, me lavo las manos con el agua que recibo en cisterna”, dice Daniela, vecina de Calacoto que trabaja en una tienda de ropa deportiva.

En algunos de los establecimientos gastronómicos más exclusivos y caros de la ciudad los baños están clausurados.

Otros disimulan la escasez dejando cuencos o vasijas de fina porcelana o cristal cortado con apenas el agua suficiente para que una persona se asee las manos.

Aunque no lo dicen de manera abierta, representantes diplomáticos y de la cooperación internacional le confirmaron a BBC Mundo que, junto a sus familiares, ya comenzaron a abandonar La Paz.

Algunos enviaron a sus hijos de vuelta a Europa para pasar el fin de año con sus abuelos.

Otros adelantaron las vacaciones para volver a sus países de origen y olvidarse de la crisis.

La inmensa mayoría de las residencias diplomáticas en La Paz están en los barrios castigados por el racionamiento.

La crisis del agua en La Paz se debe a la peor sequía que atravesó Bolivia en las últimas décadas causada por el Fenómeno del Niño registrado este año y el cambio climático.

Expertos en el tema, como el investigador del Instituto Boliviano de la Montaña Dirk Hoffmann, señalaron a BBC Mundo que este país no tomó las previsiones necesarias para afrontar la falta de líquido pese a que “fue anunciada desde 2009”.

Durante 20 años casi no se hizo nada para construir nuevas captaciones de agua, en cambio en ese mismo tiempo la población se duplicó“, explicó el experto.

Otros motivos señalados son la mala gestión de las autoridades responsables de la administración del agua y los megaproyectos bolivianos que afectan el proceso de regeneración de lluvias.

Después de un cambio de los funcionarios responsables, el gobierno inició un plan para combatir la escasez en el que movilizó más de 100 vehículos para llevar agua a las zonas afectadas.

Además, se triplicó la instalación de tanques fijos de agua, de 44 a 130.

Desde que estalló la crisis, Evo Morales anunció nuevos puntos de captación de agua para La Paz.

Con Whatsapp y bidones

Los vecinos organizaron grupos de Whatsapp para alertarse cuando un camión cisterna con agua se acerca al barrio.

No importa la hora que sea. Cuando uno de los vehículos transportadores custodiado por militares se aproxima, las filas se arman de inmediato.

Cubetas, viejos recipientes de pintura, ollas, botellones e incluso viejos bidones de ron o vino son útiles.

Cualquier cosa sirve para recibir el agua que no sólo se usará para el aseo personal, sino también para cocinar y la limpieza de la ropa.

Como casi nunca hay agua en la red de cañerías, las lavadoras en los más de 100 barrios afectados se han vuelto prácticamente inútiles.

Pero no sólo el Whatsapp se volvió una herramienta vital.

Después de declarar emergencia por la sequía, el gobierno nacional y la Empresa Pública Social de Aguas y Saneamiento Básico (EPSAS) utilizan redes sociales como Twitter y Facebook para recibir denuncias de falta de distribución y pedidos de agua de los barrios afectados.

Suena difícil de creer, pero a veces un comentario en Facebook puede movilizar un convoy cargado con tanques de agua.

Sufren los más vulnerables (como siempre)

Más allá de las lavadoras inutilizadas o los elegantes recipientes de agua en los baños de los restaurantes de lujo, quienes más sufren por la crisis de agua en La Paz son los sectores más humildes.

Marco debe conducir a la casa de su madre porque la señora no puede caminar cuatro o cinco cuadras cargando dos baldes con más de 20 litros de agua.

Pero en las filas frente a las cisternas no son pocas las personas de tercera edad que aguardan con sus cubetas y a veces no hay nadie que pueda ayudarles.

En los primeros días de diciembre, con sillas de ruedas, enfermos renales protestaron frente al principal hospital público de La Paz.

La crisis del agua generó una suspensión temporal de las hemodiálisis que allí se realizan, un tratamiento que resulta muy costoso en un centro de salud privado.

El gobierno nacional, por su parte, informó que se priorizó el suministro a hospitales, clínicas y centros de acogida.

El ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana anunció el lunes que 30 millones de litros se repartieron en los últimos 20 días en la ciudad.

La autoridad destacó que se superaron las metas propuestas para combatir la crisis.

Además, el martes, EPSAS anunció un nuevo cronograma que aumenta la distribución de agua por cañería.

Poner en riesgo la salud por usar el líquido distribuido en cisternas convirtió al agua embotellada en un producto cada día más cotizado.

EPSAS insiste en que el líquido que trasladan los camiones se puede utilizar para el consumo humano, sin embargo el color amarillento que tiene provocó la desconfianza de más de uno.

Los niños son los más vulnerables a infecciones y ello motiva a las familias a cocinar con agua embotellada, pero no todos pueden pagarla.

Mucho más ahora que su precio se duplicó en varios puntos de la ciudad.

No importa que sean pobres o ricos, cuando llueve la gente saca todos los recipientes disponibles para acopiar el líquido que es visto como un regalo del cielo.

El malestar es notable y en cualquier reunión social o café es inevitable hablar del problema del agua.

Marco calienta el agua en una cubeta para asearse mientras todavía es de noche, Daniela se presta la ducha de una amiga que vive en uno de los barrios que sí cuentan con el servicio por tubería.

A pesar de la inédita situación, la ciudad no redujo su vertiginoso movimiento.

Se espera que la crisis supere su peor parte en los próximos días, pero parece que, por ahora, La Paz está cada día más resignada a vivir sin agua en sus casas.

 

*Esta nota se actualizó el 13 de diciembre, un día después de su publicación.