Nuevas drogas: Del crack al oxi

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Las drogas derivadas de la cocaína son cada vez más fuertes. Los gobiernos de Estados Unidos, Brasil y Bolivia sellaron una alianza para combatir el narcotráfico. Hay analistas que aseguran que la potencia brasileña cumplirá el papel que hasta hace poco desempeñaba la DEA en el combate contra el tráfico de estupefacientes.

La visión del Gobierno de Bolivia en relación a la lucha contra el narcotráfico está cambiando radicalmente, o al menos cambia la actitud de algunas autoridades en relación al alarmante crecimiento del tráfico de sustancias controladas. Felipe Cáceres, el zar antidrogas del Gobierno de Evo Morales, después de un pasado tumultuoso como dirigente cocalero de las federaciones del trópico de la región del Chapare, dijo hace poco que el apoyo contra el delito del tráfico, producción y distribución de la droga, además de ser una tarea conjunta entre los países comprometidos de combatir el delito, no debe excluir a ningún Estado ni organización para conseguir resultados que alivien la peligrosa expansión del tráfico de cocaína. Cáceres está hablando fuerte y en serio.

Expulsada la DEA de Bolivia, Brasil se ha anotado sendos logros en su política de limpieza de las bandas delincuenciales que operan en su territorio. Dos hechos deben llamar la atención para la arremetida de la Policía Federal con apoyo de unidades especializadas del Ejército en su objetivo de desmantelar el tráfico de cocaína en las regiones metropolitanas que operan curiosamente desde las favelas pobres de Rio de Janeiro, generando enormes ganancias y sepultando cada vez a miles de jóvenes en la adicción de las drogas fuertes. El gigante latinoamericano debe asumir la enorme tarea  de mostrar al mundo que no sólo es capaz de luchar contra la violencia que siembra el narcotráfico en las calles de sus principales ciudades, sino que se está preparado para dos grandes desafíos. En 2014 en Brasil se organizará el Mundial de Fútbol y dos años más tarde, es decir, en 2016 los Juegos Olímpicos. Es la primera vez que un país Latinoamericano se pone al frente de semejante cometido que puede hacer surgir la imagen del país o hundir las contradicciones por la pobreza y los peligros que implica. A ambos eventos, además de las representaciones de los países seleccionados se espera una afluencia de visitantes nunca antes vista en Brasil.

Pero estos dos grandes aspectos son apenas una parte de la decisión del Gobierno de la presidenta Dilma Rousseuff de luchar contra uno de los flagelos sociales que más preocupan a su administración: el enorme crecimiento de la drogadicción que además de ser un problema de salud pública, implica una enorme carga social por el avance de este problema  en amplios extractos de la sociedad brasileña. Su Gobierno está dispuesto a destinar todos los recursos a su alcance para  combatir el consumo de cocaína y sus derivados entre sus ciudadanos. Se están hablando de cifras millonarias que el Estado está dispuesto a gastar en sus planes de seguridad. Con Bolivia está avanzando un ambicioso plan para la satelización del espacio aéreo que permita controlar el ingreso de droga a su territorio. Las conversaciones están adelantadas. Delegaciones de Brasil han estado en Bolivia ya antes del traspaso de mando presidencial de Lula da Silva para implementar el plan de seguridad. Se estima que el Gobierno brasileño, además del control de los pasos fronterizos reforzando el personal policial en extensas zonas de los más de 3.400 kilómetros de frontera que tiene con Bolivia, negocia espacios de control satelital para combatir el crimen organizado. Brasil a través de sus autoridades ha señalado que dispone de 6.000 millones de dólares para evitar la penetración de actividades delictivas por sus fronteras. Con este blindaje por tierra, aire y en los ríos de la cuenca amazónica que comparten ambos países, se pretende combatir a las organizaciones delincuenciales que en los últimos años han estado operando con mucha impunidad en el tráfico de armas, droga, contrabando y prostitución. “Calculamos que un 80% de la violencia que sufre Brasil proviene del tráfico de drogas y armas que pasan por nuestras fronteras”, le dijo a DATOS un funcionario diplomático en La Paz.

Los planes de control y seguridad además de estar adelantados son parte de una estrategia para frenar la penetración de la droga a Brasil. Se sabe, por ejemplo, que el narcotráfico está desarrollando drogas más baratas y por lo tanto de más fácil acceso entre grupos permeables de la sociedad situación que se ha tornado un serio problema. Las bandas delincuenciales que operan en las favelas de Rio de Janerio en todo tipo de actividad  criminal, heridas de muerte por la incursión de la PF retrocedieron; lo que no quiere decir que estén del todo desmanteladas porque cuentan con el apoyo de los millonarios ingresos por la venta y distribución de droga y de otros delitos. Replegadas pero no acabadas, están dispuestas a seguir dando pelea ingeniándose nuevas técnicas en el comercio ilegal de la droga.

Drogas cada vez más peligrosas

Desde la década de 1980, distante de los grandes centros brasileños, el Estado del Acre convive con la destrucción producida por el “oxi”, una mixtura de pasta-base de cocaína, querosene y cal virgen más devastadora que el temible “crack”, una de las drogas más consumidas en Brasil. La droga, vendida en formato de piedra, a un valor promedio de 2 reales la unidad, popularizada en la región Norte; ha comenzado ahora a expandir su llaga por ciudades del Centro-Oeste y Sudeste. “Ella ya llegó a Piauí, Paraíba, Marañón, Brasilia, Sao Paulo y Rio de Janeiro”, dijo Álvaro Mendes, vice-presidente de la Asociación Brasileña de Reducción de Daños. Una pequeña muestra de su penetración en las grandes ciudades brasileñas pudo ser vista hace poco cuando la Policía Federal detuvo hace un par de semanas en Sao Paulo un matrimonio que cargaba una piedra  de medio kilo de “oxi”, procedente de Bolivia.

Al menos dos características de la droga ayudan a explicar por qué se está expandiendo por el país. La primera tiene que ver con su efecto alucinógeno. Los brasileños buscan cada vez un escenario más fuerte para el consumo de drogas. Sucedió cuando penetró el “crack” que tiene más potencial que la cocaína y está sucediendo con el “oxi” que viene a ser un alucinógeno más poderoso que ambos juntos. Así como el “crack”, el “oxi” puede estimular en un usuario el doble de euforia provocada por la cocaína. La segunda razón es el precio. “El crack no es una droga cara, mas el oxi todavía es más barata”, aseguró a la revista Veja el especialista en dependencia química de la Universidad de Sao Paulo,  Philip Ribeiro. “Cuando surge una droga más poderosa, más barata y fácil de producir, la tendencia es que se disemine”. A eso se debe sumar que son pocos países en la región que a pesar de tener cada vez un mayor número de narcodependientes no han desarrollado un sistema eficaz para el tratamiento de adictos.

Pero el lado más oscuro del problema es el desconocimiento de datos sobre el alcance  del “oxi”. Quien sabe el movimiento de las drogas, está en condiciones de afirmar que ha penetrado en todas las clases sociales. “No hay un perfil establecido del usuario: la droga es usada tanto en los estratos más pobres como por los más ricos de la  población”, dice Ana Cecilia Marques, psiquiatra de la Asociación Brasileña de Estudios de Alcohol y Otras Drogas.

También faltan estudios científicos sobre su acción en el ser humano. Por ahora, se sabe que, por causa de la composición más “sucia”, formada por elementos químicos agresivos, afecta el organismo más rápidamente. La única investigación seria sobre los usos de la droga ha sido elaborada por la Asociación Brasileña de Reducción de Daños, en sociedad con el Ministerio de Salud que llegaron a la terrible conclusión de que la droga mató a un tercio de usuarios (entre 100) en apenas un año.

Por último, no menos importante es una particularidad del “oxi” que asusta a los profesionales en salud. Ellos aseguran que la fórmula de la droga varía de acuerdo con las recetas caseras de los usuarios. Es posible encontrar, por ejemplo, componentes como cemento, acetona, ácido sulfúrico, amoniaco y soda cáustica; ítems que pueden ser encontrados fácilmente en tiendas que venden materiales de construcción. La variedad de estos elementos que combinan para aumentar el efecto de la droga amplia los riesgos  a la salud y dificulta el tratamiento.

Así las cosas, una de las prioridades de la potencia latinoamericana es conseguir seguridad dentro de su territorio. Por eso, además  de su planificación interna está la necesidad de lograr acuerdos con el Gobierno de Bolivia que permitan un control en la extensa frontera por donde de acuerdo a datos de inteligencia pasan grandes cargamentos de droga. Ya han comenzado a firmarse acuerdos macro con el Gobierno de Bolivia. Se sabe, por ejemplo, que está a punto de suscribirse un convenio que permitirá mejorar los controles con la instalación de satélites de última generación. Hay empresas que están trabajando en ambos países para conseguir resultados positivos en la cada vez más difícil tarea de combatir a las organizaciones delincuenciales con ramificaciones en el mundo entero.

 

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