Perdonazo: el guiño para saldar deudas con el Estado
Bien señorita. Sumando sus tributos omitidos más las multas por declaraciones fuera de plazo, más el mantenimiento de valor y más los intereses, su deuda con el Servicio de Impuestos Nacionales (SIN) oscila los 27.000 bolivianos”.
Era, si no me equivoco, una tarde de octubre de 2013 en la que había decidido poner en orden mis deudas con el fisco. Qué ilusa. Aunque en ese momento parecía algo imposible, ese día supe con certeza que quería salirme del sistema.
¿Qué les digo en casa ¿Cómo dejé que esto pasara Y lo más importante ¿cómo consigo todo el dinero para pagar ese monto cuando mi sueldo no llega ni al 20% de esa deuda Las preguntas me daban vueltas la cabeza y la impotencia hacía que mi ansiedad se dispare. Han pasado cinco años de ese incidente y ahora puedo asegurar que esa preocupación que cargué silenciosamente, hoy es casi un recuerdo y eso sólo hubiera sido posible con una medida como el perdonazo tributario, que entró en vigencia el pasado 28 de septiembre a nivel nacional.
El inicio de mi pesadilla
“Bienvenida a Impuestos, donde es fácil entrar pero casi imposible de salir”, me dijo en broma un amigo que casualmente trabajaba en SIN allá por 2006, cuando me aventuré a abrir mi NIT (Número de Identificación Tributaria) bajo la figura de profesional independiente. Pronto me daría cuenta a lo que se refería, pues desde que inicié esa aventura sólo me topé con dos cosas: burocracia y bastantedesinformación.
Que yo recuerde, ese 2006 el NIT lo utilicé máximo seis a ocho meses. Estaba obligada a pagar mis impuestos mediante dos formularios, el 200 (IVA) y el 400 (IT), que son mensuales, y el 510 (IUE), que corresponde al impuesto anual. Y solo podía descargar con facturas de compras relacionadas a objetos de escritorio debido a mi perfil profesional. Así que muy pocas veces pude descargar mis impuestos con facturas porque el sueldo que percibía lo usaba para vivir y consumir otro tipo de productos. Volví a emitir facturas entre 2010 y 2012 y posteriormente entre 2014 y 2015.
Para alguien como yo, más afín a las letras que a los números, declarar esos formularios era toda una hazaña. Como nunca podía calcular bien mis cuentas, recurrí mis primeros meses como contribuyente a don Felipe, un señor que todas los días se sentaba con su máquina de escribir en la calle Loayza para llenar los formularios de impuestos.
Él llenaba mis formularios de tal forma que yo sólo los llevaba al banco y los declaraba sin mayor problema. Antes no había una plataforma virtual como ahora y cuando la hubo, tampoco fue sencillo declarar los primeros años porque no funcionaba del todo bien.
Un buen día don Felipe desapareció precisamente porque la era digital comenzaba a quitarle el trabajo. Ahí comenzó mi suplicio. Como había facturado muy poco, los meses siguientes estaba obligada a declarar sin movimiento, pensé que sería tarea fácil, dado que no tenía facturaciones, ni tenía compras que declarar, pero grande fue mi sorpresa un día cuando al intentar declarar esos formularios la cajera del banco me los rechazó porque, según ella, el sistema de Impuestos no le recibía declaraciones sin movimiento y que si quería declarar ponga aunque sea que facturé 20 pesos… uy. Opté por no declararlos ese día y ahí fue cuando comencé a retrasar mis declaraciones y ganarme multas.
En otra ocasión no quisieron aceptarme formularios llenados a mano. No había quién me explique si esas cosas eran así y por qué o si eran falacias. Así comenzó a engordar mi deuda.
Cuando fui al SIN a averiguar por qué se daba esto me dijeron que tendría que poder declarar en cero y con formularios llenados a mano y que entonces no podían dar de baja mi NIT porque aún tenía deudas con el fisco.
Deudas que habían comenzado a crecer por no declarar y posteriormente por declarar fuera de plazo, fue entonces que me enseñaron a declarar virtualmente. Demás está decir que el sistema funcionó bien durante la capacitación, sin embargo, una vez en mi casa me era imposible declarar porque el sistema no me aceptaba… nuevamente esto generó que tenga declaraciones fuera de plazo y una deuda más alta a causa de las multas.
De los casi 27.000 bolivianos que debía en 2013, aproximadamente el 30% era por tributos omitidos, es decir por impuestos declarados pero no pagados. El resto era multas por declaraciones fuera de plazo y me imagino que por intereses. Por ese tiempo, por formulario presentado fuera de plazo debía pagar una penalización de 150 UFV, que entonces equivalía a aproximadamente 280 bolivianos, que multiplicados por dos formularios (el 200 y el 400) sumaban 560 bolivianos. Es decir que debía pagar 560 bolivianos por cada mes que me había retrasado en declarar mis formularios, que a esas alturas eran muchos.
El contador no siempre ayuda
Los años siguientes al 2013 y con tremendo problema encima acudí a un contador, que si bien me ayudó a poner un poco más en orden mis cuentas, también me resultó un perjuicio. Pues él también declaró varios de mis formularios fuera de plazo y, pese a ello, tenía que pagarle 100 bolivianos… así estén fuera de plazo, así me haya generado una multa.
Como profesional, entonces dependiente, era pues prácticamente imposible mantener el NIT y pagar un contador en el que no podía confiar. Así que decidí dejar para otro momento este problema. Entre 2013 y 2017 me llegaron notificaciones en las que el SIN me calculaba lo que debía por algunos tributos omitidos en distintos años, deudas que casi se duplicaban a la hora de ir a pagar al banco debido a las multas y los intereses. Las notificaciones del SIN son otro tema a analizar porque muchas veces no se procede correctamente en su entrega. En fin, para 2017 todo estaba tan desordenado y poco claro para mí, que opté por esperar las notificaciones, para de a poco ir desengrosando mi deuda.
Cerrar el ciclo
A fines de 2017 me enteré que en 2015 habían dado de baja mi NIT por no haber actualizado mis datos… mejor para mí, dije entonces, pues al menos ya no estaba obligada a declarar nada. Ese mismo año me enteré que las multas por declaraciones fuera de plazo habían bajado un poco, pero como mi deuda continuaba siendo alta, poco o nada podía hacer para poner en orden mi situación tributaria.
Me volví a plantear la idea de poner en regla este tema este año, luego de recibir mi última notificación, ahí fue que me enteré que se debatía la norma del perdonazo tributario, así que no me quedó más que rezar para que la aprueben. He debido ser una de la primeras en acogerse a esa medida, porque estoy consciente de que jamás hubiera podido saldar esa enorme deuda que asumí por un gran descuido mío, pero también por estar en un sistema por demás complicado.
¿Por qué llegamos a esto algunos de los contribuyentes Desde mi experiencia considero que muchas veces esto se da por nuestro descuido, sí, pero también porque cuando nos inscribimos al Padrón Nacional de Contribuyentes no se nos dan todas las condiciones para poder cumplir con nuestras obligaciones, se nos explica rápidamente cómo declarar y ahí queda la responsabilidad del Estado, al menos es lo que me tocó.
Sumado a ello, las normas no están pensadas de manera justa, sino para que el Estado cobre sin considerar la profesión o los ingresos por los que uno emite una factura por sus servicios.
Quizá estos últimos años la atención haya mejorado, pero creo que aún falta mucho para que el sistema sea un poco más afín al ciudadano. Debiera debatirse más las reglas principalmente para los profesionales independientes que se ven obligados a facturar y casi imposibilitados de descargar sus impuestos con las facturas de sus compras regulares.
Por ahora, creo que solo me queda recomendar a quienes tienen una historia similar a la mía que hagan lo posible por poner en orden sus cuentas con el Estado y, por ende, con su espíritu, a nadie le gusta saberse tan deudor, creo yo. De lo contrario asuman que “no hay nada tan fijo en la vida como la muerte y… los impuestos”.