Salubristas de UTI en riesgo de sufrir psicosis y estrés postraumático
Si antes el personal sanitario de las Unidades de Terapia Intensiva (UTI) estaba sometido a un elevado estrés -deben tomar decisiones que afectan la vida de personas en estado crítico-, con la pandemia del nuevo coronavirus esta situación se acrecentó de forma exponencial, y los riesgos a sufrir enfermedades mentales como la psicosis y el estrés postraumático están más presentes.
La avalancha de enfermos Covid-19 les genera una gran carga de ansiedad, estrés, desesperación e impotencia por la falta de medios y equipamiento para atender a los pacientes, y por el alto riesgo al contagio, al que están expuestos, y el temor de llevar a casa la enfermedad.
“Hay estudios donde se está viendo que ya hay psicosis en el personal de terapia intensiva, en Estados Unidos, en Escocia, se han hecho estudios interesantes sobre el estrés que está ocasionando (esta pandemia) en el personal médico que atiende a pacientes Covid-19, entonces ya se está llegando a estados de psicosis aguda”, señaló a ANF Walter Hinojosa, quien fue por más de 20 años jefe de la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital de Clínicas.
En España, los psicólogos advierten que el personal médico se expone a sufrir ansiedad, depresión y estrés postraumático. Y es que “la mortalidad en la gente, sobre todo joven, deprime, porque uno dice ¿por qué no he podido sacarlo? ¿pero si hecho bien esto?, es que hay veces en que no podemos manejar todo, no somos dioses, entonces fallecen por la patología”, refirió Hinojosa.
El estrés aumenta en la pandemia porque el personal sanitario debe portar cada día de manera estricta la indumentaria apropiada sin relajar la vigilancia para evitar el contagio: mameluco o escafandra, barbijo, gorra, guantes, máscara facial, entre otros, y realizar los protocolos de desinfección de manera constante en un ambiente laboral parecido al de la guerra.
“Por ejemplo, estamos con la unidad llena, cinco pacientes, todos con el tono bip, bip de los monitores en la sala, de repente uno entra en paro, en otra sala otro, y no sabemos cuál está peor, saltamos a uno, empiecen a hacer reanimación al otro; en dos horas han salido los dos bien, pero el intensivista queda agotado para el resto del día, porque todas las catecolaminas se han puesto efervescentes”, dijo el experto.
El número de intensivistas en Bolivia formados con especialidad de terapia intensiva no llega a 200 y los galenos están sometidos a una sobrecarga de trabajo. A decir del Fernando Romero, ejecutivo del Sirmes La Paz, el personal se encuentra fatigado por las largas jornadas laborales a falta de especialistas.
Hinojosa indicó que mientras que en países como Estados Unidos y otros de Europa el personal de terapia intensiva trabaja máximo tres horas con el equipo de bioseguridad indicado, como el uniforme tipo escafandra y la máscara, por la pandemia, en Bolivia el personal hace turnos de hasta 12 horas: de 8 de la noche hasta las 8 de la mañana.
“Nuestra gente es admirable, y si están con esos equipos (tipo escafandra), algunos a los que les han dado, están soportando 12 horas y salen con la cara lesionada, magullada, con lesiones isquémicas, dermo isquémicas por presión, o sea que la situación es tremenda”, expresó. Pero por la falta de equipos de bioseguridad, equipamiento, personal y medicamentos “estamos colapsando”.
“Ese es el panorama desastroso, ya estamos haciendo lo imposible y los colegas están falleciendo, colegas kinesiólogos, fisioterapeutas y también intensivistas, no es sencillo, y mucha gente no toma en cuenta eso”, dijo Hinojosa.
En junio, la Sociedad de Medicina Crítica y Terapia Intensiva se declaró en emergencia nacional y advirtió que dadas las condiciones el sector no podrá enfrentar las previsiones oficiales del Gobierno que estiman que hasta fines de julio en el país se registrarán 100.000 casos del nuevo coronavirus.
- Intensivistas: los segundos en tasa de suicidios
Hinojosa explicó que, en condiciones normales, el personal de terapia intensiva debería tomar vacaciones, en el mejor de los casos, tres veces al año por la sobrecarga emocional, pero ahora con el Covid-19 los riesgos son mayores, más aún si los profesionales no reciben terapia psicológica.
“En terapia intensiva en nuestro país hacemos la vacación anual y acá no tenemos apoyo psicológico, en otras partes del mundo el intensivista tiene cada 15 días una charla con el psicólogo, en cambio acá yo jamás he ido dónde el psicólogo, y todo lo he descargado quizás con la familia (…), la terapia intensiva es una de las especialidades más estresantes de la medicina”, afirmó.
Patricio Gutiérrez, médico intensivista y miembro de la Sociedad Boliviana de Medicina Crítica y Terapia Intensiva, dijo en una anterior entrevista con ANF que el médico de guardia en terapia intensiva comienza a trabajar en terapia intensiva y termina su vida en terapia intensiva, y las leyes no protegen al médico intensivista.
Indicó que en general, la tasa más alta de suicidios está en el personal de anestesiología y en segundo lugar en el de terapia intensiva.
Explicó que, en el país, el médico intensivista tiene sobre sus espaldas en primer lugar al paciente que se está muriendo; en segundo lugar, a la familia que no quiere que el paciente se muera y que presiona; en tercer lugar, tiene al médico que atendió previamente al paciente que llegó a la unidad tras complicarse por un mal diagnóstico o tratamiento.
Sobre estas tres cargas, agregó, presionan sobre el intensivista el director y el personal administrativo del hospital, luego los medios de comunicación y por último el abogado de la familia.
“Son seis grupos de personas que vienen todos los días y eso es lo que tiene que enfrentar un médico intensivista, por eso cada vez menos gente quiere comprometerse a hacer eso”, apuntó.