Trepé al techo y he gritado pidiendo ayuda: ¡Por favor llamen a la Policía!

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Foto: APG

El incendio registrado ayer en predios de la Alcaldía de El Alto y que causó la muerte de seis personas quedó en la memoria de quienes presenciaron el lamentable hecho. Es el caso de dos guardias municipales que relataron lo que vivieron durante el incidente, la forma cómo rescataron personas, sacaron los cadáveres y como incluso llegaron al extremo de subir al techo del edificio edil para pedir a gritos que alguien llame a la Policía o a los bomberos, al notar que los requerimientos por teléfono eran ignorados.

“Me he trepado al techo y he gritado pidiendo ayuda, he dicho: ¡Por favor llamen a los bomberos!, ¡Llamen a la Policía!, estábamos desesperados, los guardias municipales hemos hecho todo por ayudar”, relató entre sollozos, Maribel Velasco, una de las guardias ediles en entrevista con ERBOL.

Este miércoles, los padres de familia de los 14 Distritos de la ciudad de El Alto se movilizaron para pedir a la Alcaldía mejoras en las infraestructuras de los colegios. Sin embargo, la movilización se tornó violenta.

Velasco relató que un grupo de aproximadamente 14 guardias municipales llegaron a las 8.30 a trabajar como todos los días. A las 9.00 la movilización llegó a las puertas de la Alcaldía y los manifestantes rodearon el edificio edil.

“Han empezado a hacer ruidos en la puerta principal y han empezado a patear, a lanzar piedras hacia adentro, entonces por el otro lado queríamos trancar la puerta con sillas y escritorios, pero rápido han entrado para quemar las oficinas del sumariante y han quemado los antecedentes de los funcionarios que están con procesos”, dijo la mujer.

Casi inmediatamente la turba enardecida encendió fuego en varias oficinas del primer piso y el humo empezó a subir hasta los niveles superiores del edificio. Los guardias municipales empezaron a organizarse para apagar el fuego con baldes de agua.

“Ellos metían fuego y nosotros metíamos agua, metían fuego y nosotros agua, hasta que alguien me dijo que nos habían cortado el agua, no sabemos quiénes. Entonces hemos subido al despacho y los botellones de agua que se tomaba en el día, con eso hemos seguido peleando con el fuego, pero después ya no teníamos eso y ya no se podía hacer nada”, recordó.

El humo estaba tan concentrado que no se sabía ni dónde estaban las puertas o ventanas. Velasco en su afán de ayudar a los funcionarios a salir de las oficinas, tuvo que prácticamente arrastrarse por los pasillos y gradas para cumplir con su objetivo.

Una mujer de pollera logró salir con ayuda de sus compañeros de trabajo por una de las ventanas de un piso superior. “Cuando ella ha salido, ha gritado ‘¡Están en el baño, están en el baño!’ Ahí ha aparecido un bombero y hemos vuelto a entrar arrastrándonos para indicarle al bombero dónde era el baño”, dijo.

Cuando llegaron al baño, abrieron la puerta y el cuadro con el que se encontró Velasco fue devastador. Según su testimonio, un abogado de apellido Laura estaba tendido en el piso con la cabeza abierta a raíz de una herida y con el rostro ensangrentado, sangre que para ese momento ya sólo eran coágulos secos.

Asimismo vio como el cadáver de una de las funcionarias estaba atrapado en la ventana, otro cuerpo tirado en el piso y abrazado de una mochila y un cuarto cuerpo se hallaba con la cabeza apoyada en uno de los inodoros.

“Yo creo que la señora de la ventana ha intentado salir, los otros que habrán hecho, pero estaban muertos”, contó consternada.

Los cuatro cadáveres fueron sacados hacia la terraza. Las guardias municipales empezaron a darles respiración de boca y les proporcionaron los primeros auxilios, pero ya era demasiado tarde.

Fue cuando en medio de la desesperación, Velasco y algunos de sus compañeros guardias subieron hasta el techo de la Alcaldía y empezaron a gritar pidiendo auxilio. Algunos llamaban a la Policía desde sus teléfonos celulares, otros gritaban y otros sólo se arrodillaron para orar.

“Hemos gritado tanto, hemos llamado hasta a la Defensoría y nadie nos ha hecho caso. Al final, sólo nos hemos arrodillado y hemos orado a Dios para pedir por nuestras familias porque hemos pensado que más gente iba a morir”, recordó en medio del llanto.

Por su parte, Rosa Caba, otra guardia municipal también relató su experiencia. Primero desmintió que existiera la supuesta instrucción de no dejar salir a los funcionarios y que hubieran sido éstos quienes habrían arrojado agua hirviendo a los manifestantes.

“Eso es falso, era mucha, mucha gente, no había ni cómo salir, para nada. Estábamos rodeados, nos hemos quedado adentro, encerrados, no había ninguna puerta de escape, no había salida, todo estaba cerrado”, aseguró.

A Caba sólo le quedó correr hacia los pasillos, subir y bajar las gradas para poder ayudar a salir a las personas que estaban vivas y pedían auxilio a gritos desde sus oficinas.

“Yo me intoxicado para poder sacar a la gente, no me ha importado mi vida, seguía sacando a la gente. He visto cómo se arrodillaban, oraban, pedían a Dios de sus familias, lloraban, llamaban a sus hijos (…) Una persona ha muerto en mis manos, la he visto morir, por favor, ya no puedo (contar) más, he visto morir gente en mis manos”, contó llorando la mujer.

Cuando los funcionarios empezaron a anunciar a gritos el hallazgo de los muertos, Caba subió hasta la terraza y vio los cadáveres.

“Entonces hemos llamado a la Policía, algunos guardias gritaban pidiendo auxilio, nosotros hemos llamado y no nos han hecho caso, estábamos pensando en la gente, nada más”, contó.

Al notar que la Alcaldía estaba completamente cercada por los manifestantes, Caba atinó a llegar hasta la puerta de atrás y abrir la puerta por la fuerza.

“No sé cómo ha aparecido un bastón en mis manos, no sé con qué fuerza he golpeado, pero abierto la puerta y a la gente que estaba hemos hecho salir, no sé cómo, pero eso ya era cuando todo estaba quemado, sólo ya no queríamos que haya más muertos”, dijo.

Caba se percató de la desesperación de la gente que todavía reinaba en el lugar y recordó a su hijo, a quien criaba sola desde que éste era un niño. Lo llamó y le habló entre sollozos todo lo que estaba pasando en ese momento.

“Pero mi hijo no me entendía nada, sólo me decía: ‘Mami, ¿Dónde estás? ¿Qué ha pasado?’, después no me acuerdo, me he desmayado y he aparecido en el Hospital Holandés”, relató.

Ambas mujeres coincidieron al decir que el miércoles 17 de febrero de este año estará grabado en sus memorias como un “fatídico día”.