Trinidad, pescados y la Misión Británica

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Foto: Revista dat0s 233

Pese a las riquezas naturales que posee comprobamos en una visita a Trinidad, Beni, que no existen planes de desarrollo para la región y que las oportunidades se disuelven con el elevado costo de la electricidad, falta de agua potable y proyección a sus productos naturales.

 

Nadie sabe a ciencia cierta qué pasa en Trinidad, con los precios que se pagan por la electricidad, ni qué está pasando con muchas otras cosas. En la capital del Beni la tarifa de luz es la más elevada de Bolivia, sin ir lejos, y, probablemente más cara que en Nueva York. Tampoco sus 140 000 habitantes cuentan con agua potable. Dos razones que encarecen el costo de vida y les priva el desarrollo. La propietaria de un hostal de regular tamaño – 14 habitaciones gastan 10 000 bolivianos por el servicio. Un hogar de cinco personas paga alrededor de 1500 bolivianos de luz al mes. La gente de menos recursos, alrededor de 500 bolivianos por el mismo servicio. Qué explicación racional puede haber ante esto. Parece que no muchas. En las oficinas de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENDE), dicen que Ende Regional compra electricidad de Ende Corporación”. Quiere decir que en Beni se paga dos veces por uno. Maikol Nakamura, explica que en Trinidad existen alrededor de 800 lagunas naturales todas apuntando en la misma dirección. Una obra arquitectónica de avanzada que, según los registros que él posee, se erigió hace quizá 6 000 años antes de Cristo, probablemente por una civilización superior. ¿Extraterrestres? “Es muy probable”, dice mostrando una sonrisa. Ricardo Bottega, experto en acueductos sobrevoló el Beni de lado a lado, conoce el territorio casi con los ojos cerrados, él sigue sorprendido con lo que vio y lo enseña con orgullo. Imágenes fotográficas antes de que existieran los drones en las que se ven restos de una civilización que cuando Google la descubrió, en partes gracias a él, comenzó a filtrar información peculiar en su ordenador. Para él, con tanta riqueza hídrica, la luz debería medirse de otra manera.

El arroyo San Juan es otra demostración de que algo no anda bien en Trinidad. Hace 20 años las aguas del arroyo fluían cristalinas adornando un paseo de varios kilómetros que hoy se ha convertido en un estanque de aguas servidas. Pero esta no tiene nada que ver con las que habla Maikol. Las lagunas naturales a las que se refiere podrían generar mucha electricidad. “Y, por supuesto, podríamos haber tenido hace rato agua potable”, asegura. La familia Nakamura tiene las maquetas que podrían servir de exploración a un futuro presente, si no es demasiado tarde. Maikol acaba de hacer sonar en el Whatsapp la entrada del archivo completo del Proyecto de Arqueología Mojeña desde el Aire (vea nota pág. 20) de la Fundación a la que le dedica una parte de su tiempo.

LA MISIÓN BRITÁNICA

Nadie sabe tampoco con claridad la fecha en que arribó a estas tierras la Misión Británica con el Proyecto Pesquero Amazónico. Podría haber sido allá por 1.985. Pensando montar una planta con estibadores, lanchas, motores, redes; una fábrica de hielo, generadores de electricidad, frigoríficos para almacenar toneladas de pescado; instalaron ahumadores, salas de limpieza y muchas otras cosas. 30 años después en los predios solo quedan escombros Aníbal Castro, pescador beniano, nos advirtió el desinterés de las autoridades de convertir la región en un polo de desarrollo pesquero. Aníbal es propietario del restaurante Don Pedro, que atiende hace por lo menos 30 años exquisitos platos en base a los pescados de la amazonia boliviana. Nos cuenta que hay más de 400 variedades y como 600 pescadores agrupados en siete asociaciones.

En los afluentes amazónicos se calcula la producción de pescado por encima de las 400 toneladas/año. Sin embargo, en 1985 con los registros suministrados por la Misión Británica llegaba a dos toneladas/año. Hoy la producción representa no más de 40. Si se compara esta estimación, que parece razonable, a la producción efectiva, se nota hasta qué punto la zona está sub-explotada. Varios factores pueden explicar esta situación. La demanda nacional es débil por razones de costumbres alimenticias. La región potencialmente más rica en recursos pesqueros es muy poco poblada (13 habitantes por km2) y sus habitantes se dedican a la ganadería.

Darío Rojas es ingeniero, trabaja en el Centro de Investigaciones de la Universidad Autónoma del Beni José Ballivian (UAB – JB). Dice que “hay una total falta de interés del Estado para potenciar la actividad pesquera”. Nos cuenta que hay una ley guardada para el sector, que de funcionar debería tomar en cuenta a los ribereños de la zona.

El Centro de Investigación de Recursos Acuáticos (CIRA) que depende de la UAB – JB ha desarrollado investigaciones sobre las potencialidades de la industria pesquera. “Ni siquiera por ser un Centro de Investigación Académica (ICA) se nos toma en cuenta”, se queja Darío Rojas. Hablando del Proyecto Pesquero Amazónico, dicen que fue un botín. “No se la llevaron porque no pudieron ponerle ruedas”, sonríe Aníbal.

Visitando la planta montada por la Misión Británica comprobamos que ha sido despojada de toda la implementación que alguna vez tuvo y que de ella ya no queda nada. Los frigoríficos sirven como oficinas y alrededor todo es destrucción. Hasta los ahumadores asan de vez en cuando unos chorizos, que no eran la intensión.

 

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