Verdades incómodas (I Parte)
El periodismo de la forma como le gustaría al poder. Por qué incómoda el periodismo de investigación. El Gobierno de Evo Morales anuncia un juico contra la tercera revista más poderosa del planeta. “La República de la cocaína”. Verdad o especulación.
En 2013 el Gobierno del entonces presidente Evo Morales decidió iniciar un proceso contra la revista brasileña Veja por una publicación que citaba a altas autoridades de esa administración por sus relaciones con el narcotráfico. Una ola de denuncias coincidió en la época para demostrar que la conexión existía y que los niveles habían llegado tan arriba que la factibilidad del negocio parecía irrefutable. En el recuento histórico, vale recordar que algunos senadores de la oposición comenzaron a mover los hilos de esta relación que a medida que avanzaba convergía ciertos riesgos por la proximidad de algunos intereses. Era difícil franquear las barreras, pues a pesar de que los hechos demostraban que la relación pudo ser cierta, faltaba el componente de la prueba que hace verídico algo que a simple vista puede ser tan solo una especulación. Las relaciones de la prensa independiente con el Gobierno atravesaban una de sus peores facetas. Al punto que el propio presidente se daba el derecho a recriminar en público a periodistas que cuestionaban atropellos cometidos en el ejercicio de su función; rasgo que enturbió la relación en la medida que hacía implosión en las narices de la nueva estructura armonizada por el Ejecutivo para silenciar a ciertos sectores de la prensa.
En ese tira y afloja la revista Veja usó su poder para refrescar que había que decir ciertas cosas. El Gobierno trató de impedir que estas denuncias encontraran cause en la repercusión diaria de las noticias. En la edición 149 de agosto de 2012 dat0s reflejó con particular estilo; el saca ronchas sin muchos matices.
En su edición de 10 de mayo de 2006 la tapa de la revista Veja destacó la foto del entonces presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva de espaldas con una patada en el trasero estampada con una bota manchada de petróleo. El título original de la revista decía “Esa dolió” haciendo alusión a la afectación de los intereses de la empresa estatal del petróleo brasileña, Petrobras, tras la nacionalización de los hidrocarburos decretada por el Gobierno del presidente Morales. La nota de tapa se completaba con el subtítulo: “Lula se durmió como el ´gurú´ de América Latina y se despertó como el bobalicón de la corte del venezolano Hugo Chávez que tramó el robo del patrimonio brasileño en Bolivia”.
El 1ro de mayo de 2006 el presidente Morales que lucía casco y overol, dijo que los recursos que hasta ese día eran “saqueados” por empresas extranjeras en la explotación de hidrocarburos pasaban a manos bolivianas. El anunció irritó en general a la prensa de Brasil, pero muy particularmente a la revista Veja que además de abrir edición escribiendo la nota de tapa, ironizó con el ridículo que sufría Lula por inoperante. Acertó duros términos para el equipo de colaboradores del mandatario brasileño que atesoraban -según la revista- el gas como el punto más alto de las relaciones entre los dos gobernantes “socialistas”. Además, el tema era extremadamente sensible en la percepción de la opinión pública brasileña. El gas boliviano cubría casi un 100% de la demanda brasileña. La noticia incomodó a amplios sectores del periodismo brasileño. Más aún porque poco antes de asumir el cargo, Evo Morales estuvo en Brasil y prometió establecer un nivel de relacionamiento óptimo como socio estratégico con el gigante latinoamericano.
Hasta antes de enero de 2006, Bolivia existía en la redacción del Grupo Abril -que edita la revista Veja – apenas de manera tangencial, sin identificar una línea de comportamiento crítico. Según los medios de comunicación brasileños, el vecino boliviano, poseedor de una de las reservas más ricas de gas del planeta, debía seguir motorizando las entregas del energético sin fijar conexión con asuntos internos que despertaran la atención de hechos puntuales de la turbulenta política boliviana. Hasta esa fecha, los sucesivos gobiernos bolivianos habían mantenido una enorme discreción en admitir que los intereses brasileños podrían ser afectados por un Gobierno de corte “socialista”, por el apoyo indisimulado del bolivariano Hugo Chávez en la campaña electoral de 2005.
A lo sumo, se le había pasado por la cabeza a un ex director de YPFB que con Brasil se podían seguir haciendo buenos negocios en vista a las particularidades históricas de sus gobiernos. En enero de 2004 asumió la presidencia de Brasil, Lula da Silva, hombre identificado con las luchas sociales de su país; mientras que en Bolivia desde enero de 2006 gobernaba Evo Morales, conductor de un “proceso de cambio”, que ya entonces fue calificado para cierta prensa en Brasil como un Gobierno “cocalero”. Con similares intereses políticos e ideológicas la alianza parecía fortalecerse con el socio venezolano.
Esa perspectiva histórica incomodó a las elites de los países limítrofes. Evo Morales manifestó que devolvería a Bolivia su “soberanía nacional” después de 500 años de sometimiento. Ese discurso era apreciado no solo en Brasil, ya que un grueso de los países desarrollados del primer mundo expresó interés en contribuir el surgimiento de un Gobierno de corte “indigenista”; cuyo epíteto ha sido bastante difundido sin perjuicios por la cultura brasileña. Sin muchas vueltas, Morales identificó a los grupos que habían entregado las riquezas naturales a intereses transnacionales. Y fue a por ellos. Lula se mantenía al ristre por su proximidad ideológica con el nuevo Gobierno boliviano.
EL PAPEL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Con sutilezas y algunas diferencias, la mayoría de los medios de comunicación de la región habían sido manejados durante las décadas de los años ochenta y noventa por intereses de grupos corporativos. Ocurrió en Venezuela, Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Ecuador y menos, pero también en Bolivia. Tras la llegada de Evo al poder, el círculo de influencia de estos medios se replegó en una tarea estratégica. Pero no tuvo que pasar mucho tiempo. Los medios del español Grupo Prisa que trabajaban en Bolivia pasaron a sus manos. Encandilado por las recomendaciones del presidente Chávez, el Gobierno insufló recursos para crear su propia maquinaria mediática. Se fundó el periódico Cambio, se potenció el semanario La Época y se instaló la red de radiodifusión “Patria Nueva” en todo el país. Y poco a poco se fue haciendo del control de influyentes medios impresos y televisivos. Un caso por demás emblemático fue la compra del periódico La Razón que años atrás había sido fundado por empresarios identificados con el Gobierno del general Banzer y luego con el de Gonzalo Sánchez de Lozada.
En Brasil, los poderosos consorcios de comunicación establecieron una línea crítica contra los gobiernos de corte populista. La onda expansiva también alcanzó al presidente Lula. El hasta entonces jefe del Partido de los Trabajadores (PT), había logrado una incontrastable victoria en las elecciones de 2003. Su pasado ligado al sindicato de los Metalúrgicos en Sao Paulo y su alianza con sectores antes postergados identificados con la izquierda, generó un clima muy particular en gran parte de la media brasileña. Veja fue impiadosa con Lula y con el PT.
En Argentina se habían dividido las aguas. El presidente Néstor Kirchner se apuró en conformar grupos de apoyo con sectores de la prensa afines a su administración. El mandatario quería enfrentar el influyente poder de algunas corporaciones de prensa que, como en Brasil, habían extendido sus tentáculos en otras áreas de los negocios corporativos; desde la televisión por cable, pasando por radios, agencias de información; cine, editoriales de libros, revistas y periódicos de alcance nacional. Sus relaciones con los medios variaron de acuerdo a la nomenclatura de apoyos y simpatías. El Gobierno argentino se apresuró en redactar una cuestionada Ley de Medios que achicó el horizonte de los multimedia. Los intereses del grupo Clarín fueron afectados. El provocador mediático Marcelo Tinelli, se sumó a los acuerdos promovidos por Kirchner desde Canal 13. Y así, otros influyentes periodistas enquistaron su apoyo a lo que en Argentina se conoció con el nombre del “relato oficial”.
LOS PARADIGMAS: VENEZUELA Y ECUADOR
Siguiendo el modelo cubano, Hugo Chávez, que alienta la “Revolución Socialista del Siglo XXI”, fue inclemente con los medios críticos a su gestión. Desde 1999 cuando asumió el poder se registraron al menos un par de intentonas golpistas en su contra. Las conspiraciones que denunció para derrotarlo tenían, según el mandatario, un fuerte componente en los medios de comunicación. En 2002, tras el frustrado golpe cívico-militar que estuvo muy cerca de deponerlo, su Gobierno sacó del aíre imágenes incómodas que se difundían por algunas cadenas de televisión. Desde entonces, la relación de su Gobierno con los propietarios de los medios fue de mal en peor. En 2007 anunció el cierre de la Cadena Radio Caracas Televisión (CRCT), acusada de promover actividades subversivas. Similar medida afectó a una treintena de estaciones de radio. Ocurrió lo mismo con Globovisión que tuvo que pagar una millonaria multa para evitar su cierre. La estación fue acusada por hacer apología del delito. Muchos críticos han señalado que el último ataque del ecuatoriano Rafael Correa a los medios de comunicación en la reciente cumbre de la OEA, celebrada en Cochabamba, dejó una mala imagen de su Gobierno ante el mundo. El mandatario ecuatoriano denunció que en América Latina la prensa miente y manipula. “Debemos buscar una prensa libre y verdadera”, sentencio en la ocasión. Es obvio que el mandatario tiene una pésima relación con la prensa. Abrió procesos a tres directivos del diario El Universo sentenciados a tres años de cárcel y a pagar una multa de 29 millones de euros por delitos de injuria y difamación. Aunque más tarde los “perdonó”, el mal había sido hecho. Correa desistió de una demanda contra otros dos periodistas por el libro El Gran Hermano, en el que se develan contratos millonarios suscritos entre el Estado con empresas vinculadas al hermano del mandatario.
LA SITUACIÓN EN BOLIVIA
Durante al menos los últimos años muchas cosas se han dicho del Gobierno de Evo Morales y sus relaciones con los medios de comunicación. Ministros y altas autoridades han empleado términos peyorativos para calificar el trabajo de la prensa. El mismo presidente Morales ha sido extremadamente duro con el periodismo al que le debe en gran medida su ascenso al poder. En una ocasión llamó a un periodista del periódico La Prensa a su lado en acto público para recriminarlo por haber citado su nombre en una investigación sobre los misteriosos 33 camiones de contrabando en Pando. Pero cada vez que se escucha la intensión manifiesta de modificarse la Ley de Imprenta, el Gobierno reencausaba su conducta. En términos generales la relación no ha dejado de ser tensa.
Pero lo que nunca se imaginaría el Gobierno del MAS es que una de las denuncias más lapidarias contra su administración se haya escrito más allá de las fronteras. La revista Veja develó las supuestas relaciones de algunas autoridades del Gobierno del presidente Morales con el narcotráfico. Primero se descalificó la información y luego se procedió al ataque como generalmente ocurre cuando una investigación periodística incomoda. El Gobierno instruyó cerrar filas contra la revista. El ministro de la Presidencia Juan Ramón Quintana apuntado por Veja como el principal protagonista de una reunión con el narcotraficante brasileño Maximiliano Dorado, anunció que procesaría a la revista. En una entrevista concedida a los periodistas César Galindo y Enrique Salazar de Red Uno, Quintana dijo que jamás se reunió con Dorado e indicó que su función es “proteger al presidente Morales”. Como prueba de que la revista mentía, exigió que deberían mostrarse imágenes de su ingreso al domicilio del narcotraficante. Desmereciendo el contenido de Veja dijo que es un ejemplo de lo que el periodismo no debe hacer. También el vicepresidente comentó que Veja es un “folleto” poco serio. El nuevo embajador de Bolivia en Brasil, Jerjes Justiniano al ser posesionado como embajador de Bolivia en Brasil dijo que “sentará la mano a la revista” y unos días después señaló que Veja es una “revista de porquería”. Este conjunto de declaraciones derivó en una especie de manto protector y la decisión posterior de no investigar la denuncia.
En continuas declaraciones el Gobierno ha apuntado a la prensa por ser responsable de “mentir” para enlodar al Gobierno del presidente Morales. Aunque algunos hechos refuerzan esas “mentiras”. En los casos del amauta Valentín Mejillones detenido con 240 kilos de cocaína líquida y el de las hermanas Elba y Juana Terán a su vez hermanas de una alta dirigente del oficialismo, detenidas con 147 kilos de pasta base de cocaína en la región del Chapare.