Ciudad del pensamiento

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Belgrado es una de las ciudades más antiguas de Europa. Por estar en el lugar donde se cruzan los caminos y donde se chocan las civilizaciones fue destruida 40 veces durante su historia. Su historia comienza en el siglo III. La llamaban en diferentes épocas: “La montaña del pensamiento”, “Casa de las guerras”, “Ciudad del pecado”. Belgrado es la única ciudad además de Constantinopla que reconoce como su patrona a la Santa Madre. Belgrado es la ciudad capital de Serbia y tiene 2 millones de habitantes. Belgrado es el centro regional de la península Balcánica y se encuentra en el cruce de los caminos que conectan Europa del este y Europa occidental con el mar Egeo y el Mar Negro, Turquía y el Medio Oriente. En el rostro de Belgrado surcan las cicatrices de las guerras pasadas. Belgrado está en las orillas de dos ríos internacionales: Danubio y Sava. Los ciudadanos de Belgrado son muy amables, no son racistas y no tienen rechazo a los extranjeros. Es suficiente pasar un día en Belgrado para tener amigos. Todos están dispuestos a dar información y ayudar en lo necesario. Es más, los belgradeses lo invitan almorzar a su casa a penas lo conocen a uno. El atraso de quince minutos es natural en Belgado. Casi nunca una premier de teatro o cine o una inauguración artística comienzan a tiempo. Los invitados aprovechan estos eventos para chismear a sus enemigos y saludar a los amigos, por eso ignoran el horario del comienzo de los espectáculos. Los conciertos de rock siempre comienzan una hora más tarde de lo previsto. La cuenta en el restaurante no se comparte: Paga aquel que invitó la comida o un trago. Si hubo un encuentro casual que terminó en un café, es muy posible que se arme una pelea entre amigos por el tema de pagar la cuenta (todos quieren pagar e invitar al otro). En 1876, el New York Times escribió: “Si no fuera por la defensa de Serbia y Belgrado (que ese año fue totalmente destruida) que paro el avance de los otomanos hacia Europa, Alemania, Francia, Viena, Múnich y Marsella hubieron sido destruidas también”.

“Quien tiene la suerte de despertar hoy en Belgrado se puede considerar un suertudo que logró algo en la vida. Pedir algo más seria demasiado soberbio”… La anterior frase es de un escritor y columnista muy querido de esta urbe, Dushko Radovic. “Es la primera vez que vengo a Belgrado. En solo días llegué a la conclusión que en Belgrado se come muy bien y el conocimiento en el trabajo de cine acá  es muchísimo más intelectual que el nuestro en Estados Unidos”, dijo el famoso actor de cine Jack Nicholson cuando por primera vez vino de visita el año 1973.

“Cuantas veces tenían ustedes que levantar su ciudad de nuevo después de que fueron destruidos por los alemanes y por los aliados”…comento el director de cine, Alfred Hitckok en su primera visita a la ciudad. “Cuando estuve necesitado de hablar con la gente, apoyo de amigos y conversaciones mas allá de lo superficial, estar con las personas que pasan largas horas en los restaurantes y cafés cantando y manteniendo largas discusiones que siempre tienen contenido, vine a Belgrado y mi alma se sano”, dijo Erskin Koldvel, escritor.

Durante siglos destruir Belgrado fue una suerte de hobby para los Búlgaros, Bizantinos, Húngaros, Otomanos, Alemanes y muchos otros. Los destructores venían en su mayoría del este aunque los europeos occidentales también tienen mucho que decir al respecto. Occidente nos trajo sus cruzadas lideradas por las bandas vandálicas de los ladrones más crueles de la historia europea. Qué clase de gente eran esos demuestra el ejemplo de un tal Valer que el año 1096 llevó sus bandas por el territorio serbio hacia el oriente. Su nombre completo era Walter Sin Tierra. A su vuelta de las cruzadas cambio de apellido.

Creo que para describir a los serbios basta entender que no existe otra ciudad en el mundo que como Belgrado fue destruida, conquistada, de nuevo construida y que tantas veces cambio de dueño y otras muchas veces se levantó de la tumba. Suficiente para entender a los que aquí  habitan.

Estos días mientras camino por los barrios de Belgrado, guiada por los amigos, recuerdos llegan sin parar. No es mi ciudad natal Belgrado. Por ende, en ella no está enterrada mi juventud. Tampoco esa tumba está en la ciudad en la que nací. Las cenizas de esa juventud están esparcidas entre el mar Panonio y el mar Adriático para que pueda según costumbres y tradiciones antiguas regresar a los elementos ancestrales. Belgrado no es mi ciudad pero tampoco lo es cualquier otra. Sin embargo, la quiero con la fidelidad de un extranjero. Tal vez por eso me siento bien entre sus murallas y me entrego a sus historias, leyendas y mitos.