De la solidez del sistema bancario y otras rigideces

Por Carlos Rodriguez San Martín
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No se necesita ser cruel, pero si al menos relativamente sincero cuando se trata de los ahorros de la gente. Hace poco menos de 20 días luego de una excesiva confusión -no sobre la situación de la economía, sino de su distante relación- el presidente Arce se reunió con los representantes de la banca privada y al cabo del encuentro se esbozaron caras sonrientes para dejar en claro que el sistema financiero boliviano goza de buena salud. Buenas tardes, hasta luego.

Desde ese día nadie ha tenido el mínimo interés de prolongar las sonrisas. Así las cosas, empeoradas con la quiebra del Fassil, ni depositantes ni ahorristas y mucho menos inversionistas tienen motivos para estar tranquilos. Solo reformas significativas del seguro de depósitos, la regulación y la gobernanza pueden restaurar la credibilidad.

Las réplicas del colapso del Fassil aunque aparentemente se desvanecen, todavía resuenan con demasiado ruido como para pensar que la gente ha cerrado el episodio, y que todo ha vuelto a la normalidad. Aunque los funcionarios tanto del Estado como los encargados de la asociación de bancos se han esforzado por asegurar al público que el sistema bancario es sólido, no está claro por qué alguien debería creerles.

En las semanas posteriores, se informó a través de los fríos comunicados elaborados por alguna agencia sobre el crecimiento del uso de la tecnología para las operaciones bancarias, como si ese fuera el problema, tan lejos de la realidad, algo verdaderamente increíble. Nada sobre la solidez anunciada y menos respuestas al hecho de que por ejemplo el Fondo de Protección al Ahorrista (FPA) ha caído en poco menos de dos años de US$ 184 millones a US$ 9 millones.

Las cacareadas pruebas de estrés establecidas en un par de datos de dominio público que están demás refregar sobre las caras de los preocupados rostros. Aunque a modo de generalidad valga la pena un dato: no se necesita ser demasiado inteligente para darse cuenta que los asustados pequeños ahorristas agotados de paciencia están retirando sus recursos en todos los bancos. Por la salud mental de los bolivianos, bastante deteriorada por la crisis que arrastramos desde 2019, sería tan lindo que alguien nos diga las cosas con franqueza.

 

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