De mascotas (perros y gatos) que se comen haitianos

Por Carlos Rodriguez San Martín
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Foto: Brian Snyder | Reuters

Es poco probable que cualquiera de los partidos que pelean por llegar a la Casa Blanca en las elecciones norteamericanas del próximo 5 de noviembre (faltan 46 días para el enfrentamiento en las urnas) cambien de opinión respecto a la guerra en Gaza. Cuando el presidente de Brasil Lula da Silva consideró que Israel estaba cometiendo un Holocausto contra el pueblo palestino, fue criticado por varios líderes mundiales que lo conminaron a cerrar la boca antes de ponerse a hacer comparaciones inapropiadas.

Desde entonces, millones de palestinos y de otros países del mundo árabe alcanzados por la guerra en este conflicto y en los anteriores tan frecuentes en Oriente Medio (alentadas por EEUU) han huido en condiciones deplorables hacía otras tierras; sino cerca, muchos han preferido refugiarse en otros países. Sin contar los grupos terroristas Hezbollah, Hamas y sus derivaciones que actúan hace años diseminadas por varias regiones del mundo.

Las guerras en Gaza y Ucrania no difieren en muchos aspectos. En el plano militar el fortalecimiento de la OTAN que alcanza el bolsillo el contribuyente europeo (reajustes frecuentes en los precios y servicios), habituados los europeos a un nivel de vida estable de su identidad nacional y su cultura, a sufrir imposiciones para las que no está preparada.

En un artículo publicado aquí mismo ayer titulado Tres gigantes europeos tiemblan, refería el hundimiento semiconsciente de las condiciones políticas y económicas de tres naciones fundamentales; el ambiente de pesimismo y fragilidad que se vive en Francia, Alemania e Inglaterra. En los dos primeros países además del alto costo económico por la guerra, las migraciones han puesto en jaque la normalidad nacional generando cavilaciones entre sus líderes políticos de cómo actuar con ellas.

El citado artículo menciona que la migración que llega a Europa lo hace “no para tocar las puertas de las fábricas alemanas que están en peligro de cerrar, sino para competir por beneficios sociales finitos, ya amenazados por la contracción demográfica. Y refuerza algunas amenazas. Cita, por ejemplo, el caso de la deportación de 28 criminales afganos empedernidos, acusados de violaciones a menores y un expediente policial de 160 incidentes. Y se pregunta si este no es el resultado del apoyo al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania que en las dos últimas elecciones regionales ha recibido el apoyo del 30% del electorado. Que si esta realidad no proporciona una pista.

En Estados Unidos la cosa no parece tan diferente. Una de las discusiones centrales de la campaña a la presidencia entre el republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris es el peso específico de la migración (Trump ha afirmado que los haitianos ilegales se están comiendo sus mascotas), la cuestión en sí se ha convertido en una verdadera amenaza para la seguridad interna.

La afirmación sobre eso de que los haitianos se están comiendo gatos y perros, es el consuelo ideal que suelen encontrar los medios para apuntar el bulo de mentiras del candidato republicano Donald Trump, sobre este y otros temas que han crispado los nervios del elector común.

Los medios alternativos de las ciudades afectadas directamente (Sprinfield, por citar una) han comenzado una campaña remodelada de las afirmaciones de Trump señalando que los migrantes “son atacados con ácido en la pintura de sus autos” y cosas de ese tipo.

Lo que pone en juego la polarización, que las elecciones acaben generando un clima de guerra civil (de la que muchos analistas han venido hablando); un remake de la extrema derecha que tanto en Europa como en EEUU.