Déjà vu Afganistán y Prada

Por Zana Petkovic
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Parece un Déjà Vu constante. “Matrix”- grita alguien. Los Talibanes entraron a Afganistán. Los otros se fueron. Cientos de afganos refugiados vendrán a Kosovo. Y todos tendrán celulares. Las mujeres en Afganistán dejarán de soñar con los príncipes azules de las series de Netflix. O con los de HBO. Usarán esas carpas negras. Envueltas y asustadas. No habrá carteras Prada en Kabul, mientras sus hermanas en Dubái toman champagne con las finas hojitas de oro. Vaya justicia de la raza humana que logramos por los siglos. El mundo dividido. “Mejor que unipolar dirigido por un solo súper poder”, grita aquel. Nadie puede precisar cuántos terroristas entrarán a Kosovo entremezclándose con los refugiados. Ahora los llaman terroristas. Fueron cambiando de nombre desde antaño. Es decir, pésima profesora esta nuestra historia. Nosotros pésimos alumnos. “¡Matrix!”- repite a gritos, aquel del comienzo de este texto.

Acá la información es de otro Matrix. Este del verano. Se lanzó al mar en julio y agosto, paseo por un par de festivales de música, teatros y festividades y ahora esta con dolores. De todo el cuerpo. Se acaban las vacaciones de verano y se viene, dicen, una nueva ola. Nos faltan números para lograr la inmunidad colectiva. Los jóvenes no se quieren vacunar. Por lo del tema poco esclarecido del efecto de las vacunas al aparato reproductivo. Más afectados serían los hombres, si esa información es verdad.

En este siglo de la mentira, nos es difícil creer que algo es verdad y algo tan positivo. Tan pocas cosas positivas le pasa a la humanidad en los últimos milenios que vaya logro que alguien crea. Me quedó con los que creen. Me vacunaré por tercera y si es necesario la cuarta vez. Y las veces que sea necesario.

En cuanto a carteras Prada, no tengo nada en contra. Solo me preocupo por las mujeres en Afganistán y por todas las mujeres del mundo. Por las violadas y abandonadas. Por las que sufren cualquier tipo de discriminación y violencia. Estoy algo sentimental. Fui a montar bicicleta hasta el rio Danubio. Zona verde y el paisaje armado por los botes de pescadores y cisnes. Verano que está en[1]trando en su segunda etapa, apagando los incendios en Grecia y Turquía.

Seria lindo construir. Poder pasarse toda la vida construyendo. En todo sentido. Hacia afuera y hacia adentro. Acá las políticas de atraer a los jóvenes para que opten por vivir en el campo está dando resultado. Cientos de hogares abandonados en el campo están listos para ser entregados como regalo a los que cambien las bondades de las ciudades grandes por la naturaleza. Los IT expertos son los más interesados. Viven en lugares paradisiacos y trabajan desde sus ordenadores. Solo necesitan buen wifi y ¡Voici! *. Las autoridades locales se ocupan de que haya excelente señal, lugares donde se puede comer bien y el resto es un disfrute.

¿Habrá wifi en Afganistán? Posiblemente es negativa la respuesta a esa pregunta. Ni príncipes azules. Las madres en Afganistán no podrán contar cuentos de hadas de los hermanos Grimm a sus pequeñas. ¿Qué historias contarán sus madres a los talibanes pequeños? Esos que después crecen. En fin. ¿Y cómo andamos en casa? “¡Todo bien, todo viento en popa!” – dice aquel que vocifera la palabra Matrix. Lo apago y pongo una película histórica ´Las dos reinas´sobre la disputa por el poder de las dos reinas británicas. Ya les conté lo de los dos peces que se pelean en el océano, cerca está un británico. En fin, una reina decapita a la otra. Unas talibanas a las dos. O algo parecido. El final es el mismo. “¿El fin justifica o no los medios?” -pregunta aquel.

 

*voici, palabra francesa para : ¡ahí está ¡

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