Desde las favelas de Brasil: una lección de periodismo

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Los medios comunitarios brasileños debaten los temas más urgentes de nuestro tiempo: la pandemia y el racismo. Lo medios tradicionales pueden apoyarse en ellos para ampliar sus coberturas y el público acercarse a ellos para salir de sus burbujas.

 

El 30 de marzo, la noticia sobre la muerte de una mujer de 70 años con síntomas de la COVID-19 en una unidad de salud pública de emergencia en Rocinha, la mayor favela de Brasil en Río de Janeiro, hizo escalar el temor de que la enfermedad pudiera devastar a la comunidad a tal grado que el número descomunal de visitas al sitio Fala Roça, que publicó la noticia, hizo colapsar su sistema. Fala Roça es un portal de noticias hecho por comunicadores de la favela con un promedio de 400 visitas diarias. Pero ese día, antes de congelarse, había llegado a 5618. Un servidor más robusto fue comprado para responder a la enorme demanda surgida por la pandemia del coronavirus.

Medios comunitarios, como el Fala Roça, brillan en un momento en que los medios de información tradicionales pasan por un mal momento. Las redacciones de diarios establecidos operan con equipos cada vez menores, mientras los reporteros deben competir con las redes sociales y la diseminación de noticias falsas. Más allá de las dificultades financieras, el periodismo ha visto su credibilidad atacada por comunicadores reaccionarios populares surgidos en las redes sociales y hasta por el propio presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.

Es cierto que la llegada de la pandemia ha revalidado la importancia del periodismo profesional. Varios medios, nacionales y comunitarios, han batido récords de audiencia. Pero ha sido la prensa comunitaria, hecha por habitantes de las periferias, la que ha dado una lección de periodismo en tiempos de crisis porque ha hablado directamente con su público, muchas veces carente no solo de servicios sino de información precisa sobre sus diversas realidades. Además, están más comprometidos que otras publicaciones con los temas más urgentes de la actualidad en Brasil: la pandemia y el racismo.

Cuando estaba en la universidad, el fundador de Fala Roça, Michel Silva, de 28 años, analizó las portadas de los diarios de Río por tres meses y vio que 80 de las 84 portadas con noticias sobre las favelas eran negativas, casi siempre relacionadas con la criminalidad. En respuesta, Silva creó su propio medio para amplificar la voz de sus habitantes y contrastar el retrato marginalizado de las favelas.

El nombre Fala Roça (algo así como Habla, Roça) es un homenaje a los orígenes de la favela de Rocinha. A principios del siglo pasado, en ese lugar había una hacienda de café, una roça, como decimos en portugués. Más tarde, en las décadas de 1960 y 1970, miles de migrantes del nordeste de Brasil eligieron a Rocinha como su nuevo hogar: estaban cerca de sus empleos, pero con un costo de vida mucho más bajo. Es la potencia de esos brasileños que Silva retrata en su medio. Recientemente, escribió sobre un panadero que, aún desempleado, está distribuyendo panes durante la pandemia. Después del reportaje, la comunidad le donó 18.000 reales (poco más de 3300 dólares) para que construya su propia panadería en lo alto de la favela.

También ha sido por la voluntad de cubrir la vida de la favela que surgió la Voz das Comunidades. René Silva, su fundador, era un adolescente de 17 años cuando en 2010 las Fuerzas Armadas ocuparon Alemão, un conjunto de 15 comunidades en la zona norte de Río. Los noticieros transmitieron la acción de cientos de agentes desde helicópteros. Un canal llegó a documentar la fuga de por lo menos 200 reos a través de los matorrales, una imagen que le dio la vuelta al mundo. Silva usó su cuenta de Twitter para narrar de primera mano la ocupación desde el terreno y con la perspectiva de quien estaba atrapado en una guerra que no era suya. Su cobertura se hizo viral. En 2018, Silva fue incluido entre los cien jóvenes negros más influyentes del mundo por la organización Mipad.

Hoy, la Voz das Comunidades tiene un equipo fijo de 14 periodistas y alrededor 20 colaboradores voluntarios que reportan en nueve comunidades. En mayo, con el apoyo de la embajada de Estados Unidos, lanzaron una aplicación para combatir noticias falsas que circulan en la comunidad, sobre todo en grupos de Whatsapp. “Muchos habitantes no tienen acceso a la gran prensa. Cuando existe una prensa comunitaria, los lectores saben que pueden preguntar y que tendrán respuesta. Eso crea un vínculo de confianza”, me dijo Silva.

Nós, Mulheres da Periferia, un colectivo de mujeres periodistas de distintos barrios de la periferia de São Paulo, ha logrado aumentar tanto la audiencia como el flujo de reportajes durante la cuarentena. “En general, la mujer de la periferia es siempre vista en la prensa como la víctima, como la subalterna. O es noticia cuando ya está muerta”, me dijo Lívia Lima, una de las fundadoras. “Nosotras colocamos a esas mujeres en el centro de la noticia. Las historias parten de sus testimonios”. Como suele ser la dinámica de esos medios comunitarios, el periodismo anda hombro a hombro con un trabajo social. El reportaje sobre una vecina de Jardim Miriam, en la zona sur de São Paulo, que comenzó a distribuir comida durante la pandemia atrajo a más personas dispuestas a donar alimentos para mantener la distribución.

“Hace muchas décadas la gente de las favelas aprendió a autogestionarse porque han sido abandonados por el Estado”, me dijo Michel Silva de Fala Roça. Pero Silva resalta que nadie debería estar obligado a ocupar el papel del Estado. Cuando Luiz Henrique Mandetta, exministro de Salud felicitó a las favelas de Río por su “ejemplo de dignidad, de comportamiento, de inteligencia”, el sitio Favela en Pauta publicó un duro editorial que decía: “Aunque muchos grupos se movilizan para combatir la COVID-19 en las favelas, las autoridades deberían avergonzarse de felicitarnos por la necesidad de organizarnos ante la total incapacidad de acción de los organismos oficiales”.

Si la pandemia y el racismo estructural están en la pauta del día en Brasil, ¿por qué entonces voces como las de Michel, René y Lívia no están liderando el debate? El modo en el que el periodismo recuperará su credibilidad y su capacidad de retratar a la sociedad será prestándoles atención a ellos, no escuchando a las mismas viejas voces de la prensa tradicional.

Es urgente valorar y potencializar la importancia de esos medios. Esos medios son instrumentos vitales de información directa con la población. La prensa tradicional podría publicar más colaboraciones en alianza con medios comunitarios. Y nosotros, los lectores, deberíamos acostumbrarnos a buscar información también sobre las periferias de las ciudades para salir de nuestras burbujas.

Carol Pires es reportera brasileña.