El Estados Unidos distópico de Stephen Miller
El lenguaje es una herramienta para moldear mentes y el asesor de Donald Trump sabe cómo convertirlo en un arma.
En el transcurso de la semana pasada, la Convención Nacional Republicana buscó conjurar el infierno de la “izquierda radical”.
Los oradores pusieron en la misma canasta a manifestantes antirracistas y criminales trastornados que se proponían destruir Estados Unidos. Donald Trump Jr. llamó a Joe Biden “el monstruo del lago Ness”, mientras que el activista conservador Charlie Kirk elogió a Donald Trump por ser el “el guardaespaldas de la civilización occidental”. En su discurso del jueves, el presidente criticó el “gobierno de la turba”. “Sus votos decidirán si protegemos a los estadounidenses respetuosos de la ley o si damos rienda suelta a los anarquistas y agitadores violentos y a los criminales que amenazan a nuestros ciudadanos”, dijo el mandatario.
El lenguaje en la convención proviene de la teoría de la conspiración del “genocidio blanco”, que advierte, entre otras cosas, que las personas negras y morenas destruirán la civilización blanca con ayuda de sus aliados antirracistas. Hace eco de la novela racista-distópica El campamento de los santos, que Stephen Miller, asesor principal de políticas y redactor de discursos de Trump, promovió en 2015 a través Breitbart, un sitio web de derecha.
El libro, del autor francés Jean Raspail, describe a los “antirracistas” como una “turba” apocalíptica de “agitadores” y “anarquistas”, y describe la destrucción del mundo blanco por parte de refugiados de piel morena descritos como “monstruos”, “bestias” y “hormigas trabajadoras que pululan para la comodidad del hombre blanco”. Escribió acerca de un mundo donde los “antirracistas” son “sirvientes de la bestia” contaminados por la “leche de la bondad humana”. La empatía y la alianza interracial se asocian con las funciones corporales primitivas.
El lenguaje es una herramienta para moldear mentes y Miller sabe cómo convertirlo en un arma. Por eso se basa en libros como el de Raspail para moldear la retórica. Es así como, en 2015, pidió a los escritores de Breitbart que redactaran un artículo sobre los paralelismos entre el libro y la vida real que pintara el libro como profético. Por esa razón, también introduce descripciones gráficas y sangrientas de los delitos supuestamente cometidos por inmigrantes en los discursos de Trump.
En julio, Miller le dijo a Tucker Carlson que la mano dura de las autoridades federales contra los manifestantes antirracistas en Portland, Oregón, tenía que ver con “la supervivencia de este país”. Ese mismo mes, en una entrevista con el presentador de radio Larry O’Connor, dijo que la prioridad del gobierno era proteger a Estados Unidos de los peligros de la “cultura de la cancelación”, que describió como “una muy grave amenaza a la libertad estadounidense”.
Trump se vale de la visión distópica de Miller para atizar el miedo de los blancos tal como Miller lo hizo en 2016, cuando ayudó a su jefe a describir a los demócratas como élites que buscaban “diezmar” a Estados Unidos a través de la inmigración. Esta vez los objetivos se han ampliado más allá de los mexicanos y los musulmanes para incluir a los manifestantes de Black Lives Matter y sus aliados. La estrategia de la campaña de Trump es presentar a los detractores del presidente como una amenaza existencial para la nación.
El término “cultura de la cancelación”, utilizado en varias ocasiones durante la convención republicana, agrupa y sataniza a los críticos de la supremacía del hombre blanco, en un intento de silenciarlos. El uso del término en este contexto permite a la extrema derecha dictar los términos de la conversación, al igual que la renuencia de los medios de comunicación a llamar a Trump y a su asesor principal por lo que son: traficantes de odio, que promueven una agenda nacionalista blanca a través de discursos sobre la identidad, la prosperidad y la seguridad nacionales.
Miller busca rediseñar la inmigración en este país para mantener fuera a las personas de piel morena y oscura, porque las considera una amenaza para la prosperidad y la seguridad nacional de Estados Unidos. Eso explica por qué sus políticas afectan de manera desproporcionada a las familias migrantes de América Latina y África, y por qué el gobierno federal está utilizando la fuerza contra los manifestantes antirracistas en las ciudades dirigidas por demócratas.
Esta obsesión con los supuestos peligros que supone la gente de color, en particular los inmigrantes o los extremistas de izquierda, ignora la realidad. Los extremistas de derecha han cometido la mayoría de los ataques terroristas en Estados Unidos desde la década de 1990.
Las autoridades dicen que un joven de 17 años llamado Kyle Rittenhouse abrió fuego contra la multitud durante una protesta en Kenosha, Wisconsin, el martes de la semana pasada, y mató a dos manifestantes e hirió a un tercero. Rittenhouse, partidario de Trump y del movimiento “Blue Lives Matter” (las vidas azules importan), viajó a Kenosha desde su casa en Antioch, Illinois, en respuesta a los llamados en línea de un grupo paramilitar de derecha para “proteger” los negocios, los bienes y las vidas de los “alborotadores”, según los investigadores.
En agosto pasado, un hombre armado se dirigió a un Walmart en El Paso y disparó en contra de hispanos en una masacre que dejó a 23 personas sin vida. El hombre acusado de los asesinatos, Patrick Crusius, escribió un manifiesto antiinmigrante que hablaba de una “invasión hispana de Texas”, lo cual refleja la descripción de Trump de los migrantes de América Central y del Sur como autores de “una invasión de nuestro país”.
Las falsas estadísticas de crímenes de personas negras y morenas son una táctica de reclutamiento común en los círculos de la supremacía blanca; el sitio web American Renaissance, que Miller también promovió a través de Breitbart, saca a relucir las estadísticas engañosas que describen a la gente de color como más propensa a la violencia. Estas palabras cobran vida propia y sirven para radicalizar aún más a una ciudadanía ya dividida.
Mary Ann Mendoza, una “mamá ángel” cuyo hijo fue asesinado por un conductor que estaba en Estados Unidos sin documentos legales, tenía programada una intervención en la convención republicana. Fue eliminada del itinerario de la convención después de que retuiteó una teoría conspirativa antisemita de QAnon. En repetidas ocasiones, Miller le ha dado a esta mujer una plataforma desde la cual puede lanzar estadísticas fabricadas de delitos cometidos por migrantes que dan una imagen errónea de ellos como personas con una mayor propensión innata a la violencia que los ciudadanos.
A medida que Trump adopta cada vez más el manual de estrategias de los supremacistas blancos, surge una nueva solidaridad entre las personas blancas, negras, morenas y de otros grupos conforme se enfrentan juntos a la creciente amenaza del extremismo de derecha. La candidatura de Joe Biden y Kamala Harris refleja esta nueva solidaridad.
“Trump sabe que, si encontramos una verdadera solidaridad, ya la hicimos”, dijo Aida Rodríguez, activista afrolatina. “Todos nos estamos dando cuenta de esto y lo verán en noviembre”. Estas alianzas son una manifestación real de la turba de las pesadillas de Miller. Pero esa “turba” no destruirá a Estados Unidos como él se imagina. Destruirá la fantasía de la supremacía blanca en la que él y tantos otros viven.
Jean Guerrero (@jeanguerre), periodista de investigación, es el autor del libro Hatemonger: Stephen Miller, Donald Trump y la agenda nacionalista blanca.