
La imagen de la reunión multipartidaria de ayer, en el Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha sido similar a las que se veía el siglo pasado cuando los jefes de los partidos políticos (Banzer, Paz Zamora, Sánchez de Lozada y compañía) se reunían para acordar el mazo limpio que debería jugar el joker electoral. Nadie cree que la cosa ha cambiado, aunque, claro, el presidente de la institución, Óscar Hassenteufel insiste una y otra vez que la transparencia de las elecciones de agosto “está garantizada”. Queda en duda el apagón (en pleno cómputo de votos) cuando la presidencia del órgano estaba a cargo de Ramiro Beltrán en las elecciones de 2002. Ese fue el pasado no muy distante del presente.
Este sábado, en una charla con el candidato de APB Súmate, Manfred Reyes Villa, planteó el problema en el que ayer todos coincidieron: transparencia ante la probabilidad no del todo descartada de un fraude electoral. El candidato de Súmate tiene ese temor fresco en el recuerdo porque cuenta (luego de su proclamación en La Paz el último sábado) que, a pesar de la guerra sucia que le declaró su adversario Goni (MNR) en las elecciones de 2002, el recuento final de votos lo sentenció al tercer lugar. Recordó el episodio en el mismo tono. Su reclamo es justificado desde luego. En suma, un fraude no es solo el temor de Reyes Villa lo han señalado ayer el resto de líderes políticos que se presentaron a la reunión en el TSE.
En torno al tema habrá que mantener los ojos bien abiertos. No parece solamente un asunto de declamaciones que luego por la fiebre que conlleva una campaña (todos están sumergidos en ella) se disipa. Nadie está muy convencido, aunque Hassenteufel lo niegue, en la probabilidad de la manipulación del padrón electoral.
Ejemplos más recientes; se levantaron sospechas de un fraude en las elecciones de 2019. El sistema colapsó por un sospechoso corte de luz, más allá de la posterior huida de Evo Morales que sus simpatizantes apuntaron como “golpe de Estado” o no, es otra historia.
Reyes Villa sostiene que en 2002 un apagón también pudo modificar el resultado de esa elección, tan reñida que fue la última anterior a la irrupción imparable del MAS en la escena política nacional. En las elecciones celebradas en 2020, el clima gravitacional del proceso venía seriamente cuestionado. Tras el descalabro del gobierno de Jeanine Añez los niveles de confianza en el padrón electoral quedaron intactos, es decir, nadie se encargó de él.
La paradoja resulta en si una alerta.