Estética

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La palabra estética proviene del griego. Significa: dotado de percepción o sensibilidad, perceptivo, sensitivo. Los antiguos filósofos griegos, como Platón y Aristóteles, vinculaban esta palabra con la percepción de la belleza y el influjo que ejerce sobre nuestra mente, indicando a la estética como la teoría de la belleza y la filosofía de arte. Otra palabra del mismo origen es  “esteta”, que son aquellas personas dedicadas a buscar la belleza en las cosas.

El ego de los que nos gobiernan y de los que pretenden hacerlo en un futuro es muy grande. La mayoría de ellos, sin embargo, son tan hábiles que logran ocultarlo. Les hace falta hacer un viaje a algún lugar sagrado donde podrían, con algo de suerte para nosotros, darse cuenta que no son nada y que todas esas ambiciones de poder, dinero, gloria y éxito son nada más que el polvo sin valor ninguno. Debería ser obligación realizar un viaje de esos para cada hombre y mujer que quiere lanzarse a la vida política. Tal vez, hasta sería bueno legalizar la marihuana, podrían muchos darse cuenta que fumar esta hoja les enseñaría soñar y ver la vida en colores. Tal vez entonces entenderían a Andrei Konchalovsky, gran director de cine ruso, quien declaro una vez sobre la importancia de la comida de su señora madre mientras estaba sentado sobre la taza del inodoro: “Acá termina la obra maestra gourmet de la Señora Konchalovsky”. Una gran frase dicha por un maestro esteta sobre la belleza culinaria.

Es decir esta todo claro. Nuestro alrededor está cada vez más ausente de estética. Nuestros líderes políticos han decidido hace tiempo hacernos felices. Abrirán las fábricas, sembraran los campos, nos darán trabajo, nos devolverán las esperanzas, eliminarán la dictadura, nos construirán ciudades bellas, disminuirán los impuestos, mejorarán los sistemas de salud y educación, nos devolverán nuestro sueño pacífico a nosotros y a nuestros hijos. Es decir, serán estetas en todos los ámbitos de nuestras vidas y en las vidas de ellos. Escuchando a nuestros políticos nos damos cuenta que están muy preocupados por nosotros y que están trabajando día y noche para sacrificarse por nuestro futuro. En realidad nosotros, sus compatriotas, somos unos mal agradecidos, pues no entendemos sus grandes esfuerzos y entrega personal que invierten trabajando, viajando de un lado del planeta al otro; posan en las fotos con los pobres y enfermos, caminan por los pueblos, firman acuerdos, repiten sus discursos una y otra vez en los canales de televisión. Prometen un futuro mejor para nuestros jóvenes, torres imaginarias construyen en el aire y puentes hacia el futuro sobre la arena movediza sabiendo que todo ese circo no traerá ningún resultado. En pocas palabras: ¡Se esfuerzan de gran manera! Y todo ese gran esfuerzo para salvarnos, aunque nuestros políticos saben muy bien que después de todo, recibirán críticas, ofensas y maldiciones. Nosotros, en realidad no entendemos que ser político es una gran responsabilidad y sacrificio. Una clase de hidalguía. Es hora de que nosotros sus fieles ciudadanos volvamos en sí y por fin les digamos: ¡muchas gracias por todo! Y no como aquel malagradecido que el otro día muy sinvergüenza declaró públicamente: “me arrepiento haber comprado una pantalla plasma de 104 cm”. No entendió el hombre que no trata de ver la realidad. Quiso inundarse de estética y a cambio recibe ríos de mal gusto. Ni que decir del lenguaje de los políticos, poco o nada creativo; su vestimenta de mal gusto, ambientes de sus oficinas y despachos kich, sus mujeres envueltas en marcas de moda de procedencia falsa, teñidas de rubias y con uñas de plástico. El patriotismo querido mío no es cuestión de ideología. Es tema de enseñanza de casa. “Lo que la cuna no da Salamanca no presta”, dijo alguien hace mucho tiempo. Para ser claros, muchos de ellos ni siquiera saben de qué cuna provienen. Es más, lo que se ve en las noticias y en todos los ámbitos de la vida pública es una telenovela sin fin que comenzó el día cuando alguien dijo: “¡Hay que salvar el país!”. Salvación de la patria es, por lo visto, el negocio más lucrativo jamás inventado. Y dicho de paso muy poco o nada de estética hay en todo eso.