Jaque a Europa

Por Carlos Rodriguez San Martín
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EEUU China Rusia
Foto: Freepik

En una de las ediciones semanales (esta semana) advertimos que el mundo estaba iniciando una reconfiguración en la que tres potencias (EEUU, China y Rusia) diseñan la nueva “edad dorada” enunciada por Trump al iniciar su mandato. Todo parece encaminar los trazos de ese diseño. A un mes de su ascensión al poder, el jefe de Estado de los EEUU ha pateado el tablero en asuntos medulares de alta tensión. La guerra en Europa estaba en la mira cuando ya como candidato a la presidencia pontificó que la “terminaría en pocos días”, si llegaba a ocupar la Casa Blanca.

El fin de semana su vicepresidente J.D. Vance se mostró ferozmente agresivo en Alemania, que este domingo celebra elecciones. Sin cortapisas apuntó que hay una persecución a líderes de la AfD, el partido de la extrema derecha alemana. Vance dijo algunas otras cosas ofensivas que tocaron a Europa y se marchó. El martes un delegado del gobierno norteamericano (militar de alto rango para variar), el general Keith Kellogg se reunió con la presidenta de la Unión Europea un día antes de la cumbre por la paz que preparaban en Riad (Arabia Saudí) las delegaciones de EEUU y Rusia (excluyendo a los países de Europa y por supuesto a Ucrania que reclaman un lugar en la mesa de la paz). Tras la reunión con Ursula von der Leyen, el general norteamericano declaró que “en la mesa no hay cabida para 33”, aludiendo a los países miembros de la UE. Ese fue el inició de la andanada. Ayer Donald Trump calificó al primer ministro ucranio Volodímir Zelenski de “dictador sin elecciones” y llevó el clima a la asfixia definitiva.

El giro dado por Donald Trump para normalizar sus relaciones con Rusia excluyendo a la UE y a Ucrania de las negociaciones de paz representa “una voladura de décadas de política exterior estadounidense”, apuntan los medios europeos. No contento, el mandatario estadounidense ha puesto en el tablero lo que nadie quiere reconocer en el mundo y en Europa específicamente de que Ucrania estaba violando los tratados firmados entre las dos potencias; primero de sumar más países a la OTAN (que los aliados de la alianza han venido haciéndolo sistemáticamente); la gravedad de incluir a Ucrania como país miembro del pacto militar, fue la gota que rebalso el vaso.

Ayer Trump, lo ha calificado de “dictador” a Zelensky (lo que de cierta manera toca a todos los promotores de la guerra) y le ha advertido que “o se mueve rápido o pierde el país”. El comediante estuvo comedido al responder que Trump “vive en una burbuja de desinformación”. Los líderes europeos han hecho eco a las palabras del ucranio y dicen que “resulta alarmante que la visión estratégica global del hombre que maneja el mayor arsenal del mundo se alimente de la propaganda rusa”. Es lo que en realidad no es. Todos se habían vendado los ojos para evitar tocar el centro medular del problema. Como lo dijo Putin antes de la invasión de febrero de 2022: “Ucrania se ha convertido en el refugio de organizaciones fascistas que quiere sembrar terror en Rusia”. Y acopló la frase de que Rusia volvería a ser un imperio

Es por eso que la exclusión de Ucrania y de Europa de las conversaciones del martes en Riad han ido vistas como una afrenta diplomática que pone en cuestión la legitimidad de cualquier acuerdo al que lleguen rusos y estadounidenses. En este ambiente ayer la UE ha planteado una nueva ronda de sanciones a Rusia sin considerar que una respuesta de este calado acrecentará una Europa aún más dividida. El petróleo que le sigue comprando a Rusia de terceros (norteamericanos) ha elevado el costo de vida a niveles insostenibles.

Estas medidas —que incluyen la prohibición de transacciones con puertos y aeropuertos rusos, la desconexión de bancos del sistema SWIFT y sanciones a individuos y entidades clave— son una respuesta torpe que afectarán la ya enflaquecida economía de la UE.

Más complicada resulta la negociación de Emmanuel Macron, para enviar soldados europeos que garanticen una futura paz en Ucrania. Era importante que Europa hablase con una sola voz antes de que EE UU y Rusia se reuniesen en Arabia Saudí, pero la falta de unidad con que terminó la convocatoria de Macron demostró que dejar fuera a la mayoría de los socios de la UE tampoco sirvió para adoptar decisiones trascendentales con la contundencia y agilidad que exige el momento.

 


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