Libre expresión y lombrices

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Aquél que trafica la libertad sólo recibe el desprecio de la otra parte. Es decir, no se puede vivir de las migajas de la mesa ajena; solo morir de hambre. Por eso necesitamos ser libres. Libres para pensar, libres para escribir lo que consideramos importante y no lo que los especuladores financieros y políticos quieren ordenarnos a través de su ejército de burócratas.

Si todos estamos de acuerdo que la libre expresión debe perseverar: ¿cómo escribir en un Estado que está bajo cierta ocupación espiritual y acompañar los intereses nacionales? ¿Sera posible mantener el equilibrio entre autonomía y libertad de expresión y ser parte activa de los cambios? Creo que está claro que al hablar del interés nacional nadie tiene derecho de decir que la sobrevivencia nacional es moralmente inaceptable. Los últimos que hicieron eso fueron los nazis, negando el derecho de sobrevivir a toda una nación. ¿Entonces qué debe hacer el periodismo? Debe, creo, hacer lo que es más difícil: mostrar al público el mundo como es de verdad y no como quisiéramos que este sea. Sería una falsedad absoluta negar a toda costa la realidad y convertirnos en ciegos y mudos. Un periodismo activista es eso y nada más, una ceguera colectiva.

Creo que como nación debemos perdurar, por ello nuestra libertad de pensar y expresar lo debe hacer también. Creo que para eso necesitamos tener un periodismo libre. El periodismo no tiene como fin producir belleza. No conozco ningún periodista, al menos ningún serio, que afirme que escribir debe producir belleza. La palabra belleza en relación al periodismo debería tener sentido sólo y exclusivamente en referencia a su autonomía y libertad. El periodismo que exige su autonomía no debe ser ni ciego ni mudo ni sordo. Hablo del periodismo que es inteligente, serio y real, antes que aquel que llamamos “periodismo activista” que en realidad no es periodismo, es un panfleto político que trata a sus lectores como el campesino trata a sus animales: los dirige hacia una dirección y se asegura que nadie sobresalga en su camino al matadero. El periodismo autónomo debería liberarnos de los estereotipos y ayudarnos a ver el mundo de manera diferente; por eso el periodismo debería ser libre. Hoy en día un gran número de periodistas no es libre en el mundo porque la mayoría simplemente ha decidido vender su libertad. En vez de cuestionar, afirma. Cuando uno decide vender su libertad automáticamente confirma que no posee honestidad intelectual, coraje y menos talento. Pues, el talento verdadero exige libertad. Es decir, los periodistas verdaderos no son lombrices para pasarse la vida sin tener ninguna cicatriz. Claro que hay todavía muchos que son libres y que sienten el sufrimiento de otros. Los que rifaron su libertad son los que piensan exclusivamente en su seguridad y están al lado del más fuerte, es decir, al lado de los que persiguen. Aquellos que defienden a los perseguidos son los que escriben mejor. Los que están al lado de los que persiguen ladran mejor.