“¿Te has dado cuenta de que no hay una película americana en la que no mueran al menos cien personas, alguien les corta el paso, vuelan por los aires con un coche… Nadie siente pena por esa gente, y nadie se pregunta quién es su madre, ni si tienen una hermana. Ni cuáles son sus nombres. Todos perecen como si no les importara nada ni nadie. Y hace 150 años, un estudiante en San Petersburgo mató a una abuela, y un escritor (Dostoievski) escribió un libro sobre eso, y luego se escribieron disertaciones sobre si el estudiante tenía derecho a matar a la abuela o no. Esa es la diferencia entre nosotros y ellos. Occidente piensa cómo vivir, y nosotros pensamos por qué vivimos”, dijo Nikita Mihalkov, director de cine ruso.
Así, pues, difícilmente, nos podría haber sorprendido el hecho que sucedió hace algunas semanas cuando resonó en todo el mundo la noticia de que, en cooperación con la Unesco, el Vaticano y otras “instituciones culturales” del Occidente se realizó la reubicación “temporal” de reliquias ortodoxas de las antiguas cuevas de Kiev a los fríos pasillos y sótanos de Roma, París, Londres. Tal tecnología de robo de lugares sagrados no es particularmente nueva, aunque es “innovadora” en la medida en que combina los métodos comunistas de “confiscación temporal para la protección” con el saqueo colonial. Grandes potencias económicas se hicieron ricas saqueando recursos naturales y todo tipo de riquezas llevando sus tropas militares acompañadas de misioneros, científicos y otros “expertos” a los pueblos “infieles”. Así se aseguran de volver cargados de maletas llenas. Desde que existe el mundo “civilizado” los métodos de dividir para matar, robar y subyugar son los mismos.
Además de la insaciable necesidad de acumular riquezas también la falta de conocimiento y de entendimiento nos lleva a la destrucción. A lo largo de mi vida aprendí que un ser humano tiende a destruir lo que no entiende. También aprendí que la historia se repite siempre y cuando, en ciertas circunstancias, dejamos de actuar o actuamos de forma errónea. En cuanto de guerras y conquistas se trata, puedo opinar ya que vengo de un lugar en Europa donde muchos han practicado su “entrenamiento de rigor”, una y otra vez. La mayoría de las guerras (por no decir todas) y sin importar donde se llevan a cabo, terminan así: ellos pierden, nosotros sacrificamos muchas vidas; los británicos se aprovechan. Si no me creen, revisen la historia. ¿Cuántas guerras entre americanos, alemanes, franceses, ingleses… se mataron unos a otros, en millones de almas, y ahora, “como un tonto”, todos están unidos en su amor mutuo y el deseo de matar a tantos rusos como sea posible? ¿No fueron suficientes para los alemanes más de 20 millones de rusos asesinados en la Segunda Guerra Mundial por la loca maquinaria de Hitler?
En realidad, quería escribir sobre el submarino Titán. El miserable y no certificado submarino perdió contacto con su nave nodriza una hora y 45 minutos después de sumergirse. James Cameron, que hasta el momento se ha sumergido 33 veces hasta el naufragio del mítico barco, el explorador del mar más conocido como el director de la épica película de desastre Titanic (1997), nominada a 14 premios Oscar, ganadora de 11, dijo que el submarino Titán se perdió, y que la probable implosión del submarino debido a la enorme presión en el fondo del Océano Atlántico, es una terrible ironía.
Una cápsula llena de ricos sufrió lo mismo que un barco lleno de ricos, porque no escuchó las advertencias. A menudo sucede.
En la secuencia de la antología de la película Cabaret de Bob Fosse, en medio de un pueblo rural de una provincia alemana a finales de la década de 1930, jóvenes y niños nazis cantan “El futuro nos pertenece”.
A la pregunta de su desconfiado amigo, un inglés: “¿Serás capaz de controlarlos?” un representante de la vieja y rica aristocracia alemana, saliendo del pub, mientras entraba en su costoso Mercedes, responde con un encogimiento de hombros despreocupado e irónico: “Bueno, para nosotros son pequeños”. Lo pequeño que resultaron los nazis sabemos todos a estas alturas de la historia. Lo de las advertencias parece que todavía no.
Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a la Revista dat0s digital para continuar disfrutando del contenido exclusivo que tenemos para ofrecer.