Trump, Biden y México: la zanahoria y el garrote

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Foto: Infobae

 

La elección presidencial de Estados Unidos define muchos de los temas de la diplomacia global, pero no hay otro país en el que la decisión de los votantes estadounidenses tenga tanto impacto como en México. Estas elecciones no son la excepción. La relación bilateral tiene un andamiaje tan complejo y la interdependencia entre ambos países es tan profunda, que los cambios de liderazgo en la Casa Blanca producen efectos muy ruidosos y visibles en ambos países.

 

México ha sabido ajustarse a esos cambios y, si se renueva el mandato del presidente Donald Trump, la diplomacia mexicana ya sabría cómo lidiar con sus bravuconerías y exabruptos. Aunque ha demostrado ser altamente impredecible, México ya conoce el guion del reality show que protagoniza. Por el contrario, de ganar el candidato demócrata, Joe Biden, regresaríamos a la vieja normalidad, aunque el gobierno mexicano tendría que ajustar su propia política hemisférica. Es la vieja historia de la zanahoria y el garrote, con algunas variaciones.

La toma del Partido Republicano por parte de Trump y su inesperada victoria presidencial en 2016 sacudió la relación bilateral. Del lado mexicano, el equipo del expresidente Enrique Peña Nieto apostaba por la candidata demócrata, Hillary Clinton, con quien la relación sería igual que siempre: dominada por la triada comercio, narcotráfico y migración.

En temas comerciales, Clinton defendía el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por su sigla en inglés), al igual que el gobierno mexicano. Sobre narcotráfico, Clinton apoyaba la Iniciativa Mérida y la guerra contra las drogas, por lo cual hubiese continuado la política de “responsabilidad compartida”. Y en temas migratorios, la demócrata hubiese continuado la misma política de deportaciones del entonces presidente Barack Obama, la mayor en los últimos 30 años. Nada nuevo bajo el sol.

Pero Trump llegó a la Casa Blanca y fue cumpliendo sus advertencias de campaña. La política del garrote imperó. Obligó a México y Canadá a sentarse a renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y convertirlo en el nuevo T-MEC. Abandonó las negociaciones del TPP. Su retórica antiinmigrante forzó a México a modificar su postura migratoria rápidamente: pasó de recibir a inmigrantes centroamericanos con mariachis y autobuses, a movilizar a la Guardia Nacional a la frontera y llevarlos a estaciones migratorias maltrechas.

La asimetría de poder entre ambos países obliga a México a encontrar maneras de defender su interés nacional bajo una enorme presión desde Washington. Emprendió una política de reducción de daños con una estrategia multilateral para apoyar el desarrollo de Centroamérica. México le ofrece a los centroamericanos, al igual que Estados Unidos con nuestro país, el garrote de la Guardia Nacional de igual manera que la zanahoria de la cooperación para el desarrollo.

En tema de narcotráfico -y a pesar de su retórica de que México envía gente “con montones de problemas: están trayendo drogas, están trayendo crimen”-, la política antinarcóticos hacia México del gobierno de Trump ha continuado igual. Por lo mismo, no ha logrado reducir la llegada de drogas a Estados Unidos, el consumo interno o el poder de los cárteles de la droga.

A diferencia de Trump, Biden sí tiene experiencia en temas internacionales. Estuvo en el Senado casi 37 años, donde presidió el poderoso Comité de Relaciones Exteriores. También apoyó temas como la Iniciativa Mérida y el endurecimiento de políticas migratorias. Si gana la presidencia, el gobierno mexicano tendría que hacer algunos ajustes en temas como Venezuela, comercio y migración, aunque en este último punto hay áreas de interés en común. Es una posible política de la zanahoria que aún deberá probarse.

En un ensayo publicado por Biden en la revista Foreign Affairs, el demócrata criticó al gobierno de Trump por su manejo de la crisis venezolana y presumió su apoyo al desarrollo económico de Centroamérica. Estos dos puntos formarían parte de sus prioridades en América Latina. Biden promete un plan de apoyo para el desarrollo centroamericano por más de 4,000 millones de dólares, y en este tema tiene un aliado en el canciller mexicano, Marcelo Ebrard. Sin embargo, respecto a Venezuela, Biden podría forzar a la diplomacia mexicana a recular en sus más recientes posturas diplomáticas, como las abstenciones sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela en la Organización de Estados Americanos y en el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas.

Trump utiliza la bravuconería para amenazar a Nicolás Maduro con una intervención militar, pero en los hechos no ha cumplido y su estrategia de apoyar a la oposición venezolana no ha servido. Biden sí quiere hacer de la crisis de Venezuela una prioridad de su política hemisférica y seguramente presionará a México para endurecer sanciones y cortar diálogo con el gobierno de Nicolás Maduro. La crisis de Venezuela sería una de las fuentes de tensión en la relación durante los próximos años con Biden en la Casa Blanca.

Hay otros temas de la política hemisférica, como Cuba. Biden retomaría la normalización de la relación con la isla que emprendió Obama, y en esto habría coincidencias con la diplomacia mexicana. Desde el año pasado, México obtuvo la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, desde donde podría ayudar en ese proceso.

La fallida guerra contra las drogas es una constante de la relación bilateral. Irónicamente, mientras Estados Unidos ha empezado a regular el mercado de la marihuana, sigue dictando la política hemisférica de combate a las drogas. La reciente detención en California del exsecretario de la Defensa mexicano, Salvador Cienfuegos, acusado de lavado de dinero y asociación con el narco, derrumba el mito prohibicionista y obliga a repensar la fallida estrategia para revisar la urgencia de regular el mercado de todas las drogas. También, a considerar que México finalmente pueda tener un civil al frente de la Secretaría de la Defensa. Sin embargo, tanto Trump como Biden comparten la visión prohibicionista y poco podría cambiar en este sentido.

México y su fuerte tradición diplomática han sabido ajustarse a esos cambios y con los estadounidenses tenemos experiencia de sobra. Nuestro país ha sabido lidiar con una larguísima historia de adversidades en la relación bilateral, pero también de oportunidades. De ganar Biden, varios ajustes serán necesarios y la turbulencia en la relación estará ahí, como siempre. Tenemos un gobierno en México con legitimidad para representar al país y a un buen equipo liderado por el canciller Ebrard. Un encuentro entre el probable presidente electo Biden y el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, regresaría un poco de la vieja normalidad a la relación bilateral.

 

Genaro Lozano es profesor en la Universidad Iberoamericana en México e integrante del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales.

 

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