Un hervidero sin límites

Por Carlos Rodríguez San Martín
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irak, tormenta del desierto , eeuu
Foto: Corbis/Getty Images

Los Estados Unidos son parte insoluble del problema en el Medio Oriente. La más grande refinería del mundo (cuando iba a ser nacionalizada afectando los intereses de empresas británicas y estadounidenses que operaban el rico yacimiento) resolvieron aniquilar cualquier indicio nacionalizador y le dieron con todo a su estilo colonial; como nada es perfecto, a veces los errores, por más pequeños que sean, acaban pagando alto el precio. Sucedió en Irán que años más tarde (Revolución Islámica de por medio), devolvió la riqueza de sus recursos petroleros a “manos del pueblo”.

Esa idea (la de devolver “el poder al pueblo” muy bien conocida entre los bolivianos) acabó siendo una más de las tantas otras promesas (incumplidas) que los líderes políticos (en este caso religiosos) optaron para congraciarse con las masas.

Irak atacó a Irán a pesar de compartir los mismos preceptos musulmanes y las potencias occidentales que alentaron el conflicto armado, volvieron a apoderarse de los recursos energéticos.

Obama expandió el conflicto y mucho antes que él George Bush (padre) atacó en una delirante operación a la que la bautizó “Tormenta en el desierto” para invadir en horas con un poderío bélico incalculable a Irak, transmitido por la cadena CNN.

Ese furtivo ataque dividió el país y los grupos terroristas Hamas Hezbolá y otros nacieron al calor de las sucesivas intervenciones en el mundo árabe, las que más tarde se repitieron con la misma intensidad en Siria, Líbano, Cisjordania, Yemen y otros de la liga árabe

En esta guerra de Israel contra Palestina (que ayer cumplió un año) de respuesta a un ataque terrorista perpetrado por Hamas (repudiable como son todos los ataques de grupos armados), los intereses marchan por delante a cualquier solución que ponga fin a la matanza que las tropas israelíes han extendido más allá de Gaza (41.000 muertos) al mundo árabe.

Así, el presidente norteamericano Joe Biden, convertido en un títere de la incursión militar que lidera Israel, ha señalado ayer (citado por agencias de noticias occidentales que manejan al unísono la información desde el campo de batalla) que intentó disuadir a Israel de atacar los campos petroleros de Irán, aun cuando dijo que el país tiene derecho a responder después del bombardeo de misiles balísticos de Teherán previamente esta semana.

Netanyahu advirtió que Israel no tiene más opción que tomar represalias y que un ataque podría ocurrir en cualquier momento.

Cuando se le preguntó al presidente de los EEUU si estaba considerando nuevas sanciones al sector petrolero de Irán, dijo que “eso se está analizando ahora mismo, todo el asunto”.

Esta es una demostración efectivamente palpable de que los intereses de la guerra extendida por el mundo árabe es un caldo de cultivo, un hervidero sin límites.