Brasil – Argentina: la lejanía (II Parte)

Por Redacción dat0s
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Lula, Milei
Foto: Composición dat0s / AFP

El papel de las FFAA en el centro de las disputas políticas disuade el clima de la integración.

Hace una semana se cumplieron 60 años del golpe militar que depuso al presidente de izquierda João Goulart en Brasil. El escenario que describen los actores de la época, es similar a los que años más tarde mostraban en imágenes los golpes militares en el resto de los países de la región, bajo la doctrina de la Seguridad Nacional para derrotar al enemigo “comunista”. El de Brasil fue el primero en 1964, fueron 21 años de la dictadura militar brasileña que conculcó derechos y gobernó con mano de hierro hasta que en 1985 se produjo la definitiva transición democrática.

La media brasileña recordó ese episodio en un momento en el que el gobierno de Lula da Silva ha iniciado un proceso en la justicia contra el expresidente Jair Bolsonaro por haber intentado subvertir el orden constitucional antes de entregar el mando a Lula el 1 de enero de 2023. A Bolsonaro le han cazado sus derechos y está prohibido de participar en cualquier proceso electoral. La investigación a cargo del Supremo Tribunal Federal STF podría culminar con la detención del ex mandatario si se llegan a comprobar las acusaciones de instigar a la cúpula militar de impedir la transición democrática. Hay militares presos y el clima político en Brasil está marcado por una disputa interna muy compleja si se considera la fuerza de convocatoria de Bolsonaro.

Desafiando las acusaciones en su contra hace un par de semanas una manifestación de por lo menos 600 mil simpatizantes del exmandatario, se congregaron en Sao Paolo para mostrarle su apoyo. El 64% de los brasileños contestó en una encuesta que no recuerda el golpe de 1964. Ese clima ha tensionado más aun la relación entre la actual administración, la oposición, claramente identificada Bolsonaro y sectores de las Fuerzas Armadas.

Brasil – Argentina

Durante el proceso electoral en la Argentina, el candidato por el frente La Libertad Avanza, Javier Milei, desconoció el golpismo militar y se esforzó por borrar de la memoria colectiva cualquier episodio que comprometa a las Fuerzas Armadas con la represión que siguió al golpe de Estado del general Rafael Videla en 1976 durante el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”.

Como una prueba de su complacencia, Milei eligió como vicepresidenta en su fórmula electoral a Victoria Villarroel, hija y nieta de militares que en innumerables oportunidades criticó públicamente las políticas de derechos humanos del gobierno peronista. “Ni Argentina está a la vanguardia de los derechos humanos, ni las Madres y las Abuelas son blancas palomas”. Esas declaraciones que en su momento le valieron críticas de varios sectores de la sociedad se han reproducido últimamente desde el segundo puesto de mando que ocupa en el país.

Ese es el ambiente de crispación que por disputas ideológicas diferencian de cuajo a los gobiernos del brasileño Lula da Silva y al de Javier Milei. Una relación que puede en el plano económico impactar el clima de los negocios de las dos más grandes economías de la región.

Los afectos de Milei por Bolsonaro son más que evidentes, se dice que hay una línea directa entre ambos y aunque el tiempo los mantiene separados, son aliados naturales en la remontada de los gobiernos a los que el argentino ha calificado de “asquerosamente comunistas”.

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