Comía periódicos para sobrevivir

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La conmovedora historia de Eugenio Rojas. Expresidente del Senado y en 2014 por unos días presidente del Estado Plurinacional

Una de las costumbres arraigadas en la actual administración son las reuniones de madrugada. A esa hora el palacio de Gobierno luce como si fuera mediodía. Y esta no es una excepción, es la regla reñida con las nuevas costumbres del Estado Plurinacional. A esas horas de la madrugada se escucha la diana de la guardia presidencial y aunque parezca curioso hay grupos de turistas apostados en las banquetas de la plaza Murillo con vista panorámica al ingreso del edificio que se ha convertido en los últimos 10 años en la fortaleza de un nuevo estilo de vida, refrendado por el masivo apoyo nacional y naturalmente abierto a la curiosidad de los extranjeros.

Son las 6 y 30 de la mañana. La actividad adentro de la casa de Gobierno es intensa ya a esa hora. Atravesamos unos salones por la parte posterior en el segundo piso y pasamos a un salón estilo Luis XV. Unos  minutos  más tarde aparece Eugenio Rojas por unos días presidente interno del Estado Plurinacional. Hablamos de los primeros días del pasado mes de diciembre de 2014. Luce un saco de colección similar a los que usa el presidente Morales que hoy despliega su presencia en alguna universidad argentina para recibir otro honoris causa. El hombre que tenemos al frente visualiza mucha tranquilidad. La explicación llega como los primeros rayos de sol a medida que habla con increíble naturalidad.

Le pedimos que nos cuente sus orígenes de dónde viene y algo de su trayectoria, los momentos que marcaron su vida. El presidente del senado Eugenio Rojas, entrecruza los delgados dedos de sus manos y se pone a hablar.

“Soy Eugenio Rojas nacido en la provincia Omasuyos una de las regiones más protagonistas en la política desde antes de que llegue la dominación española, un lugar para nosotros sagrado porque como provincia tiene grandes bolsones de agua y el agua es vida; damos vida a un Estado y a la gente del lugar”. Habla del Collasuyo que abarcó el dominio territorial de extensas áreas desde el Altiplano andino en Bolivia, Perú, Chile, hasta la Argentina. “Provengo de Achacachi donde se fundó la primera escuela original – dice en lugar de originaria- en 1931 pero que funcionó mucho antes en 1910; una escuela que nos ha ayudado a superarnos y formarnos”.

Eugenio Rojas nació hace 52 años en Warisata, Municipio de Achacachi. Proviene según dice de una familia muy pobre. “Mis padres son aymaras; mi padre no se sometió al hacendado y a causa de eso le quietaron sus tierras. Eso determinó que deba dedicarse a otras actividades; eso influyó también a que tenga menos ingresos. Mi madre enfermó de muy joven. Estas circunstancias adversas me llevaron a aprender a cocinar desde muy chico, además de los cuidados a mi madre. Aprendí desde pequeño a lavar y trenzar su cabello y a alimentarla. Ella enfermó de parálisis y murió a sus 35 años. Dos meses después de la muerte de mi madre también muere mi padre, entonces asumí la responsabilidad de cuidar a la familia”

El presidente interino cuenta que durante largos años de su vida cuando cursaba primaria tuvo que vivir de “turno en turno”. Explica: “para no abandonar la escuela cada año nos turnábamos con mis hermanos: este año vas tú el próximo yo”. El dinero era muy escaso y en esa sucesión de turnos los hermanos Rojas esperaban dos años para cursar un grado. Uno de los momentos más dramáticos de su vida fue cuando su padre tenía que entregar a Eugenio a otras familias a cambio de realizar algunos servicios para seguir estudiando en diferentes lugares. Una suerte de esclavitud tranzada con los conocidos del jefe de los Rojas. Su padre le decía: “hijo te tienes que ir, tu eres inteligente así que no vas a tener problemas de adaptación. Me iba con la condición de retribuir: ´por favor házmelo esto, nada más, no´?”, cuenta. “Lo duro era que a veces esa gente no te trata como hijo, una vez me pegaron hasta hincharme los ojos, no recuerdo si lloré o cuando tenía que viajar días para volver a mi casa”.

Tras la desaparición de sus padres Eugenio Rojas comenzó a auto sostenerse económicamente desde muy joven. Era vendedor de helados y salteñas en El Alto, pero también tenía que sostener a los hermanos. “Me esperaban para ver cuánto había vendido en el día. El aprender a auto sostenerme me ayudó mucho en la vida”. Un recuerdo grabado en su mente son las laguas de harina amarilla que comían día tras día. “Era una lagua sin carne y a veces nos faltaba sal, así mismo comíamos. Además aprendí a comer periódico, alguien me dijo que para pasar el hambre había que comer periódico; comía y me hacía bien, me ayudaba a reducir el hambre y me daba fuerzas para seguir trabajando”.

“Estas cosas son las que me han formado en la vida”, dice el presidente interino del Estado Plurinacional antes de  cerrar el primer capítulo imperdible de su trayectoria.

Bachiller y profesional

Culminado su bachillerato, la  enorme voluntad de superación lo trajo a La Paz por sus deseos de alcanzar una instrucción superior. “Comencé a trabajar como maestro de Matemáticas en la Normal de Warisata, pero veía que eso no era todo; ingresé a la Facultad de Sociología de la Universidad Mayor de San Andrés”. Recuerda a algunos de sus docentes: Julio Mantilla, Salvador Romero, Silvia Rivera y Álvaro García Linera. Dice que gracias a su formación académica pudo comprender la realidad del país. “La vivencia me ayudó mucho para que nadie pase lo que yo había sufrido”. Ya entre los años 80 y 90 los compromisos de lucha habían hecho carne en su formación. “Comenzamos a trabajar en la provincia y años más tarde Warisata se había convertido en un poderoso núcleo de resistencia al Gobierno del Gonzalo Sánchez de Lozada”. Rojas se hizo dirigente y comenzó a trabajar a partir del año 2000 en la organización de cuadros y de resistencia de aquel Gobierno. “Me acusaron de guerrillero, me expulsaron de la  Normal Superior de Warisata y clausuraron el lugar; me persiguieron sin ninguna prueba. Conformé el Comité de Bloqueo para llevar adelante la movilización que en 2003 promovió la caída del Gobierno de Sánchez de Lozada. Organizamos muy bien la resistencia; hemos sido la principal fuerza que luego confluyó en la ciudad de El Alto en Octubre de 2003, hasta conseguir la expulsión de Sánchez de Lozada”.

Alcalde, cargos públicos y su relación con el dinero

Esta actitud y sus posteriores acciones definieron tareas en la vida de este hombre que se confiesa sentado en un sofá de dos plazas con bordes dorados estilo renacentista que adornan varios salones de la casa de Gobierno. Pasadas las jornadas de octubre ganó la alcaldía de Achacachi en las elecciones de 2004. Rojas tiene una manera muy peculiar de  cargo que ocupa hasta que el presidente Morales lo invita a postular a la Asamblea Legislativa. El opina que no merecía ser alcalde ni senador, que antes de llegar a cargos públicos debía retribuir a la gente con capacidad y conocimiento. Logró como alcalde importantes acuerdos en sus viajes por el viejo mundo, la cooperación cree en él y determina importantes aportes para su municipio. Descubrió Europa vestido con su poncho rojo que cautiva en los elegantes ambientes de Roma. Consigue financiamientos para Radio San Gabriel, pero lamentablemente, según él queda trunco un segundo desembolso para instalar en la misma emisora el proyecto para instalar la primera televisión aymara. “Hasta el 2001 cuando me retire de radio San Gabriel conseguí mucho dinero y fue allí donde aprendí a administrar el dinero”. Durante ese periodo Rojas también dice que consultaba cuando en las arcas de la emisora sobraba dinero. “Cuando queda un boliviano ese boliviano no es tuyo es del pueblo y cuando es el dinero del pueblo es sagrada administrar”.

Por lo general se dice que quien de niño ha sufrido necesidades aprende a cuidar el dinero. Esto se confirma con la relación que el exsenador ejemplifica cuando  por primera vez llegó a ser alcalde de Achacachi. “Yo conseguí mucho dinero de la cooperación de España, Bélgica, Suiza, Italia, eso me ayudo a construir obras a favor de Achacachi. Firmé con el municipio de Roma un hermanamiento con la alcaldía de Achacachi. A esos salones había que entrar con terno y corbata pero a mí me aceptaron entrar con poncho rojo que estaba de moda”. Esa experiencia le sirvió más tarde en 2006 para ocupar cargos más altos y reconocidos. Hasta que el presidente Morales lo invitó a postular al Senado. Todos los cargos eran concertados con sus bases. “Muchas veces pensé en abandonar el Senado; cerrado y sin contacto con mi pueblo, poca gente, no hay coordinación ni planificación”. Confiesa que fue un periodo difícil. Llegó a extrañar la dinámica de la Alcaldía de Achacachi. “Allí dormía con dos frazadas en el suelo y otras dos me cubría, comenzaba a trabajar a las cuatro de la mañana, comía huallaque (sopa de pescado). Todo estaba bien organizado, incluso los sábados y los domingos trabajábamos. No se me hacía difícil porque de joven yo dormía en la calle, en la calle Graneros con lluvia me cubría con naylon. Muchas veces opte por dormir en las oficinas del Senado porque se pierde mucho en ir hasta El Alto.

“El secreto es ser responsable y trabajar más de ocho horas. Yo no utilizaba movilidad del senado, bajaba a las cuatro de la mañana. La gente se admiraba, para mí no es extraño trabajar y ese es el secreto para triunfar; la puntualidad es algo muy importante. Cuando me invitaron a ser presidente del Senado en 2012 no me desesperé, incluso rechace de principio porque cuando a uno se le sube a la cabeza desesperado, cometes errores. Fue un momento histórico porque se rompe la lógica conmigo asume la presidencia del Senado por primera vez un indígena con mucha humildad para aceptar y escuchar las criticas, ser tolerante, saber perdonar y pedir perdón ayuda mucho”.

Cuéntenos algo de la historia de los Ponchos Rojos, ¿son temerarios como se los presenta?

La unidad hace la fuerza su capacidad de organización es rápida y la capacidad de convocatoria, de debatir y decidir. Son gente que entiende, cada domingo debaten; para un bloqueo se organizan más rápido en dos días pueden bloquear lo que otros tardarían meses. Nuestras decisiones con comunales porque si serían personales esa persona cae, siempre consultamos.

Y el uso de la violencia.

No hay linchamientos, no compartimos ese tipo de métodos por más que se trate de un asesino. Se les dice que la vida se respeta. Si creemos en la lucha armada. Es donde nace el EGTK, ser líderes en llevar las movilizaciones con razón: la construcción de un nuevo Estado. Los Ponchos Rojos seremos unas 10.000 personas, pero no se trata de tener armas, sino formación ideológica y política, también definir acciones en una visión de acciones comunales. Pero combinamos estrategias militares con estrategias sindicales.

El incidente del degollamiento de perros está definitivamente superado.

Fue un momento muy tenso, fue en 2008 cuando era alcalde, ese año se estaba preparando un ´Golpe de Estado´ contra el Gobierno del presidente Evo, por las prefecturas  y los cívicos. En esa oportunidad se debatía pero mucho no se podía hacer porque estábamos lejos de Santa Cruz, nos estábamos organizando para estar allá, nos concentrábamos regularmente para debatir nuestra posición. Mientras yo estaba atendiendo a los periodistas escuche que la gente gritaba y era que estaban degollando a los perros. Yo no podía creer, la prensa se asustó, yo no podía hablar y nadie quería asumir su culpa así que tuve que salir al frente para decir que era una forma de protesta contra quienes estaban preparando el golpe. Entonces se posicionó entre la prensa que yo había ordenado esa matanza contra los animales. Pero yo nunca ordene tal cosa y tuve después que pedir perdón por mis hermanos y dirigentes. Dije: ´asumo toda la responsabilidad´.

 

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