El chavismo quiso romper el proceso electoral y posponerlo

0
258
Foto: REUTERS

Una operación opositora colocó inhibidores de señal en 1.600 centros; eso bloqueó las comunicaciones de los activistas del PSUV para el fraude

El enorme castigo electoral contra el Gobierno sorprendió a todos en Venezuela, tanto al núcleo duro chavista, cuyo habitual sistema de fraude no estaba preparado para tal volumen de votos en contra, como al Alto Mando militar, que, comprometido con el chavismo, no contaba con ser su ejecutor.

Fuentes en constante contacto con el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, aseguraban poco antes del cierre de los centros electorales que el general no tenía intención de dar un paso al frente contra el fraude que probablemente iba a producirse, aunque en reuniones internas había mostrado reticencias hacia «retoques» en los resultados que fueran excesivos.

Pero el castigo popular fue tan abrumador que Padrino López se vio en la situación de tener que liderar el rechazo, al tiempo que utilizaba un canal indirecto para asegurar a la Casa Blanca que no iba a propiciar un derramamiento de sangre y que se disponía a hacer frente a una posible salida a la calle de grupos paramilitares chavistas con la misión asignada de romper el desarrollo electoral.

Cuando a media tarde, Jorge Rodríguez, jefe de campaña chavista y alcalde del centro de Caracas, aseguraba que los centros electorales seguirían abiertos todo el tiempo que hiciera falta, dejaba entrever cuál era la estrategia del PSUV. Los chavistas iban a utilizar su conocimiento de cómo había ido la movilización de la Mesa de la Unidad (MUD) para mantener determinados centros abiertos (en los distritos donde necesitaban los votos y en los centros que podían controlar a su aire) y volcarse en ellos con el «arrastre» de militantes. Presumiblemente, como ocurrió en las presidenciales de 2013, allí iban a introducir impunemente miles de votos falsos. Eso contaba con la cobertura del Consejo Nacional Electoral (CNE), que a las 6 de la tarde, cuando debían cerrar los centros, prolongó una hora más su apertura (casi dos horas en muchos lugares). El objetivo era alcanzar hasta 92 escaños, precisamente los que algunas encuestas habían asignado a la oposición.

Pero la estrategia no funcionó. Por un lado, porque la ventaja de la MUD era ya insuperable, y por otro, a tenor de que el presunto voto falso no acortó distancias sino que incluso diríase que las aumentó, porque muchos de lo que eran «arrastrados» posiblemente votaron en contra del chavismo.

También hubo otro elemento que explica que la maquinaria chavista, tan afinada en anteriores elecciones, esta vez fuera ineficaz. Un grupo de activistas afines a la oposición situaron inhibidores de señal en 1.600 centros electorales. Esos aparatos frustraron las comunicaciones que supuestamente los chavistas han mantenido otras veces alrededor de las mesas electorales, para enviar datos de votación y alimentar un sistema informático paralelo al del CNE o, quizás también, interviniendo a distancia las propias máquinas de votación con el fin de producir votos falsos.

Violencia abortada

Ante la evidencia de que la estrategia prevista no funcionaba, el chavismo pasó a un plan B: que el proceso electoral no quedara cerrado. Para eso hacía falta provocar disturbios, sacando a la calle a los colectivos (grupos civiles armados). Las citadas fuentes aseguran que Diosdado Cabello, número dos chavista, quiso movilizar a la Unidad de Batalla Hugo Chávez, organización política de los colectivos. La negativa del ministro de Defensa a admitir ese procedimiento abortó la huida hacia adelante. Pero el tira y afloja se prolongó durante horas. El ministro de Defensa salió públicamente en compañía del resto del Comando Estratégico Operacional, afirmando que se veía «obligado» a comparecer para garantizar que no había nada en marcha «en contra del proceso» y que en 24 horas no se iban a autorizar manifestaciones Solo a medianoche, seis horas después de que debían cerrar los centros electorales, el CNE anunció oficialmente los resultados, dando por ganadora a la oposición.

Cuando al día siguiente Padrino López volvió a presentarse ante los medios, con él no estaba el jefe de la Guardia Nacional, Néstor Reverol, uno de los integrantes del Alto Mando que había apostado por robar las elecciones.