El FBI y Donald Trump

Por Carlos Rodriguez San Martín
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FBI, Estados Unidos, allana residencia Trump

El allanamiento a la casa de Donald Trump por agentes del FBI ha abierto un debate sobre límites, permisos y excesos, pero más allá hay quienes observan que estos hechos allanan el camino de vuelta del expresidente a la Casa Blanca y el cada vez más ruidoso Make American Great Again

Que Donald Trump haya manifestado que el allanamiento a su residencia en el complejo de Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida, se parezca a la instrumentalización de la justicia en un país del tercer mundo, dice mucho. No por la definición que bien podría ser acertada si se la mide con la vara de lo que pasa con la Justicia en Bolivia, sino, porque en el campo formal un allanamiento de agentes del FBI a la residencia de un expresidente marca un orden relevante del grado de descomposición que está viviendo los Estados Unidos. Además, que el presidente se hubiera enterado como cualquier ciudadano por las noticias de prensa, suena ridículo. Lo cierto es que Trump carga motivos. Tardó en devolver una serie de documentos clasificados que se había llevado consigo tras su derrota que es cuestionada en el bulo que usa para descalificar a la actual administración y, para montar, una y otra vez el escenario de fraude que carga por donde va. De que se le ha robado la elección.

Sin ánimo de encender los motores aún fríos de la disputa electoral, el clima que se vive previo a la recomposición de las cámaras, es un motivo apenas arriesgado para no perder pisada. El expresidente delira y aplica combustible. Ha señalado que nunca como antes el país está encaminándose al borde del precipicio. Y no termina de describir un escenario apocalíptico. Cita: “Nuestro país está siendo destruido desde dentro. Estados Unidos está al borde del abismo. Lo que hagamos en los próximos meses o años decidirá si la civilización americana se derrumba y fracasa o si triunfa”. Y a partir de ahí, mantiene el tono: “No podemos ser complacientes. Tenemos que aprovechar esta oportunidad para hacer frente a la izquierda radical, los lunáticos socialistas y los fascistas y tenemos que golpearlos muy, muy duro”.

En todo caso hay una comisión que trabaja a todo vapor para sumergir al expresidente en el más oscuro callejón que no le permita salida o, dicho de otro modo, que lo aleje definitivamente de la contienda electoral. Empero, mucha agua parece correr debajo del puente hasta entonces. Tanta agua que muchos analistas advierten que ese ciclo culmine en un periodo de enfrentamientos entre los extremistas supremacistas blancos, el ala que defiende al exmandatario y la extrema derecha en lo que se ha convertido el partido demócrata.

Quizá la democracia está viviendo los estertores dramáticos del mundo y la reacción que provoca en los Estados Unidos es una secuela transgresora, incómoda e incierta, comparado con el Make American Great Again, con que Trump se presenta en respuesta. Un discurso extremista sigue siendo el preferido de los conservadores norteamericanos.

 

 

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