La granja de los animales 17

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Los analistas políticos han coincidido en que el mayor escándalo de los 30 años de vida democrática del país es el de los abogados, fiscales y jueces buitres que en estos años se han cebado, arrancando dólares a sus víctimas inermes encerradas tras las rejas. El grupo delincuencial que operaba en oficinas del Ministerio de Gobierno y del Ministerio de la Presidencia ha actuado con total impunidad durante más de un quinquenio, ejerciendo sus tareas de coerción, contando, porque no puede ser de otro modo, a esos niveles, con la complicidad de autoridades de más alto vuelo. No hay casos en los últimos años, en que estos gallinazos no se hayan alimentado con sangre de mártires, desde El Porvenir hasta Chaparina, pasando por el asesinato de Eduardo Rozsa, en el hotel Las Américas de Santa Cruz.

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Ese último caso, es conocido como de terrorismo y separatismo, cuando en verdad, como ahora se pone en evidencia, se ejercía el terrorismo de Estado por está cáfila de malhechores, uno de los cuales, Fernando Rivera, principal asesor legal del Ministerio de Gobierno, ocupado de calumniar a los cruceños en el juicio de Tarija, ha sido retirado por la fuerza policial en el propio lugar del juicio y llevado a Santa Cruz donde se sustenta el proceso. Pero como él hay por lo menos 15 más de momento, algunos ya prófugos.

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Este Rivera, joven, elegante, que no parecería matar una mosca, es el que según revela la prensa se ensañó con Leopoldo Fernández y con Jacob Ostreicher, judío norteamericano, preso desde hace 18 meses en Palmasola, a quien se acusó de lavado de dinero del narcotráfico por el sólo delito de invertir en Santa Cruz con dinero de un socio suizo multimillonario, que creyó que en Bolivia había garantías para emprendimientos agrícolas. La banda de forajidos no sólo lo puso en la cárcel, sino que le robó 20 millones de dólares de su producción de arroz, además de maquinaria agrícola y otros bienes y de todo lo cual han aparecido hasta ahora apenas 10 mil dólares en la cuenta bancaria de Manuel Antezana Pinaya, segundón de Rivera, que trabajó en un alto puesto en el Ministerio de la Presidencia.

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Por supuesto que Ostreicher se habría podrido hasta morirse en la cárcel (cómo le sucedió a Guillermo Fortún, cuya hija ha señalado que pago inútilmente a los fiscales 20.000 dólares para que dejaran que su padre pudiese morir en su casa, rodeado de su familia) si es que la Embajada de Venezuela y el “Embajador Extraordinario”, el actor Sean Penn, a quien el Gobierno confió tres tareas absolutamente surrealistas: a) Tramitar el retorno de Goni para que sea juzgado en Bolivia, b) Lograr que la comunidad internacional apruebe el “acullicu” de coca que destroza las encías y por ende los dientes de los masticadores y c) Buscar una salida soberana de Bolivia al mar, prefirió ocupar su tiempo más provechosamente visitando a su compatriota y cerciorándose, tanto de su inocencia como de las sucesivas extorsiones de que fue objeto, pasándole mensajes al presidente Morales. Así se provocó finalmente la reacción oficial.

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En todo este enredo hay cosas rarísimas, como la declaración del Ministro de Gobierno de que estaba bajo la pista del asunto hace siete meses, y que en tan prolongado lapso, no quiso perjudicar la investigación cuando a la media hora de recibir esos “mensajitos” en su celular, don Evo ordenó que se proceda a la inmediata detención de los terroristas extorsionadores.

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También es extraño que la ministra de Transparencia y Lucha Contra la Corrupción, (a quien felicitamos por haberle pagado lo que debía su hija, secretaria de nuestra Embajada en Bonn, a su empleada doméstica), no figure para nada en la investigación del mayor caso de corrupción a nivel oficial de las últimas décadas, no obstante que uno de los miembros de la banda, era funcionario suyo. El caso es tan horroroso que amerita un seguimiento, pues por supuesto, no es suficiente con meter a la cárcel a cuatro bribones y alegar después que no se sabía nada.

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