La renovada grieta latinoamericana

Por Claudio Fantini (Noticias)
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Perú, enfrentamientos, crisis política
Foto: Reuters

Las protestas respondidas con brutal represión reflejan una grave fractura en Perú. Y la crisis se proyecta también en Bolivia.

Más allá del respaldo de Evo Morales a Pedro Castillo y el reclamo de que sea liberado, tiene lógica sospechar que en la facción del MAS que lo respalda incondicionalmente y en la cúpula de la dirigencia cocalera, haya mentes lucubrando un proyecto geopolítico que involucra el sur de Perú. Quizá eso explique la mayor intensidad que tuvo y tiene el activismo de Morales en el departamento de Puno, donde las protestas han cobrado mayor intensidad, al igual que la feroz represión que tuvo por respuesta y ha dejado por el momento más de 51 muertos en un puñado de horas sangrientas.

Esta injerencia podría no tener que ver con los proyectos que impulsó Morales cuando era presidente y resultaban razonables, como el establecimiento de un tren interoceánico que una el puerto brasileño de Santos con la costa peruana en el Pacífico, pasando por Bolivia. En la mente de Evo Morales o de algunos lugartenientes suyos en la cúpula del MAS o del movimiento sindical cocalero, podría crecer la idea de alentar el separatismo en el sur de Perú, para unirlo al altiplano boliviano o forjar una alianza que gire en torno a la producción de coca.

El vínculo que se buscaría construir es étnico. Todo el territorio que rodea al lago Titicaca, que se extiende entre ambos países, está poblado mayoritariamente por aimaras, la etnia a la que también pertenece Evo Morales. La cultura aimara es, obviamente, anterior a los estados hoy existentes y la identidad entre los miembros de ese pueblo originario está más allá de las fronteras que desde el siglo 19 los deja bajo el imperio de diferentes estados.

El componente aimara es muy fuerte en el sur de Perú y en Bolivia, con excepción de los llanos orientales, donde las etnias originarias son amazónicas. El vigor de la identidad aimara ya ha causado choques entre las leyes ancestrales de esa nación y las leyes seculares de los estados hoy vigentes. Ayo Ayo es una localidad del Departamento de La Paz donde, en el 2004, recurriendo a sus leyes ancestrales, los pobladores aimaras condenaron a morir por linchamiento al alcalde que había cometido delitos de corrupción. Ajusticiamientos similares ocurrieron también del lado peruano de la frontera. Por eso resulta concebible la existencia de un proyecto que recurra al separatismo en el sur peruano con vistas a la integración de un territorio aimara.

Todos los pueblos originarios de Latinoamérica quedaron divididos por fronteras que sus culturas consideran artificiales. Los jíbaros, repartidos entre Perú y Ecuador, hasta tuvieron que enfrentarse entre sí, en 1995, enfundados en uniformes militares, por un conflicto entre ambos estados: el del Alto Cenepa, o Guerra de la Cordillera del Cóndor. No existen proyectos separatistas de esa y de muchas otras etnias fraccionadas por fronteras decimonónicas. Pero así como existe un proyecto de unir a los mapuches del sur chileno y argentino, separando esos territorios de esos dos países, podría existir un proyecto similar en una Bolivia cuyo oriente, con Santa Cruz a la cabeza, lleva tiempo haciendo crujir el mapa con ambición secesionista, y donde hay liderazgos, como el de Evo Morales, con fuerte llegada al grupo étnico originario al que pertenece.

También es posible que un proyecto geopolítico que use el factor étnico, reciba apoyo de regímenes como el de Venezuela si involucra a “amigos” como el ex presidente boliviano y la producción cocalera en gran escala que demanda el narcotráfico. Tanto en Lima como en La Paz se empieza a sospechar que hay en entorno de Morales mentes lucubrando y procurando organizar separatismo en el sur del Perú. El tembladeral que sacude a los peruanos y que reprimen brutalmente una presidenta sin respaldo en la población y un Congreso igualmente cuestionado, sería el terreno fértil para sembrar separatismo.

Cuando los estados se debilitan, hasta los independentismos más descabellados pueden encontrar vías de concreción. Ergo, podría estar incubándose una tensión geopolítica con fuerte impacto en toda la región. El presidente Luis Arce está enfrascado en dos fuertes disputas: con el liderazgo derechista y cuasi-secesionista de Santa Cruz de la Sierra, a cuyo líder y gobernador Luis Camacho detuvo y encerró en prisión, y con Evo Morales, el ex presidente que intenta poner bajo su liderazgo al gobierno actual.

Si la tensión generada por el apresamiento de Luis Camacho provocara la ruptura de Santa Cruz con el Altiplano, además de tentar con la separación a otros departamentos de la llamada “medialuna” de los llanos, como Beni y Pando, habría un efecto Big Bang que amenazaría la integridad territorial de Perú, poniendo en tensión al resto de Sudamérica. En Lima miran a Evo Morales y a su entorno en el MAS y en el movimiento cocalero. Pero más allá del activismo que el expresidente de Bolivia lleva a cabo, sobre todo en el sur peruano, las causas de la ola de protestas respondidas con ferocidad represiva están en la decadencia de la clase dirigente y de la partidocracia vigente.