El primero fue la derrota del kirchenerismo en la República argentina que representó la modificación de un esquema de Gobierno que había detentado el poder en el país por 12 años consecutivos. Si bien el triunfo de la oposición se redujo a una distancia de menos del 3%, la derrota del candidato Daniel Scioli ha resuelto un incordió que definía con notoria claridad las aspiraciones de un cambio a la política amigo/enemigo, que dirimió en el campo electoral la batalla política definitiva. El 24 de noviembre, el liberal Mauricio Macri del partido Cambiemos arrebató la presidencia a Cristina Fernández de Kirchner. Macri ganó las elecciones con un 51,4% de los votos frente al 48,6% del peronista Daniel Scioli. Terminaban así 12 años de poder -e intervención estatal- kirchnerista.
El segundo varapalo llegó el 6 de diciembre, con el resultado de las elecciones parlamentarias en Venezuela. Nicolás Maduro veía como la oposición, unida bajo el paraguas de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), se hacía con 99 escaños de la Asamblea Nacional. El oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) obtuvo menos de la mitad, sólo 46 escaños lo que representó más tarde la desmontada feroz de la imagen del caudillo en la arremetida contra los íconos casi sagrados que durante años habían decorado los ambientes de esa institución democrática. Los simpatizantes del difunto expresidente Hugo Chávez veían con asombro la forma como eran removidas las imágenes de la otrora intocable estantería chavista.
Con la revolución bolivariana pasando por su peor momento tras 17 años de auge en Venezuela, una pregunta sobrevuela el escenario político de toda la región sudamericana. ¿Se ha agotado el modelo del socialismo del siglo XXI y el socialismo revolucionario en América Latina? El auge de la izquierda en Latinoamérica coincide y se explica, según Jordi Bacaria, director del Cidob (Barcelona Center for International Affaires), con “la subida de los precios del petróleo y las exportaciones de materias primas”.
“Pero hoy ese modelo está encontrando dificultades. Se repartieron esos beneficios del petróleo y las exportaciones entre la población pero sin cambiar el modelo productivo”, explica Bacaria. “Ahora el precio del crudo ha caído, al igual que las exportaciones de materias primas debido a que hay menos demanda de China. Así que el modelo cae porque no se ha desarrollado otro tipo de sistema productivo, como el industrial o el manufacturero. Y con éste en crisis, la oposición sube peldaños”, concluye el director del CIDOB.
Para el analista de Casa América, Xavier Reyes, una de las claves del declive de este modelo político es la crisis económica mundial. “Venezuela no puede seguir financiando a sus países satélites como Cuba, Bolivia y Ecuador. Ni patrocinar, como quería Hugo Chávez, organismos internacionales como es el caso del Alba y Unasur que tenían entre sus principales objetivos restar el control democrático a Estados Unidos”, señala Reyes.
Todo pasaba por Venezuela. Pero sería un error pensar que allí el chavismo ha tocado fondo. “La situación de Maduro es delicada; pero hablar de caída del chavismo sería prematuro”, dice Carlos Malamud, analista del Real Instituto Elcano. “Es cierto que la situación está al borde de un punto de no retorno. Pero aún no sabemos cuándo se dará. Los resortes del chavismo son grandes y Maduro va a pelear como un gato panza arriba”. Es la impresión del analista del Real Instituto Elcano.
Dos de los zarpazos más recientes del líder venezolano han sido la reforma a la ley del Banco Central de Venezuela, que resta poderes a la Cámara parlamentaria sobre esta entidad, y la creación de un Parlamento Comunal paralelo a la Asamblea Nacional, que se constituyó el 5 de enero con mayoría de la MUD. El Parlamento Comunal estará formado por unas 1.400 comunas repartidas por todo el país y tendrá potestad para llevar a cabo el traspaso de competencias en materia de educación, salud y servicios. Sin embargo, lo que parece evidente, tratando de emular las genialidades políticas de Hugo Chávez, es que los juegos de artificio que se han comenzado a aplicarse en Venezuela ya no cuentan con el respaldo masivo y menos con el seguimiento discursivo del fallecido líder bolivariano.
Un intento de crear una especie de estado paralelo que mine los movimientos de la Asamblea Nacional. Una cohabitación inédita en Venezuela será difícil de sostener en el tiempo, por la frágil situación financiera que atraviesa el país, pero además por la ingobernabilidad que se ha apoderado de sectores cada vez más importantes de la población tras la muerte del artífice de la Revolución del Siglo XXI.
Como se ve, esto no es un final feliz en relación a un posible fin de estos largos gobiernos de tintes populistas. “No están claras las alternativas políticas. En Venezuela la oposición si bien está unida, no se sabe muy bien los planes que tiene. Además, desarmar al chavismo no es fácil. Tiene el apoyo de las Fuerzas Armadas, y de varias instituciones, etcétera”, según el analista de Casa América, Xavier Reyes.
En cuanto a Argentina, Reyes asegura que el proyecto de Macri es aún ambiguo y duda de que pueda erigirse como una alternativa sólida al populismo anterior.
Países como Brasil o Colombia son cruciales, según Jordi Bacari del Cidob, para fortalecer la democracia en la región. “Deben jugar un papel efectivo en favor de la democracia. No sólo Brasil o Colombia, sino toda la Unasur, deberían evitar esta confrontación. Pero hasta ahora no han sido muy eficaces”, señala.
Puede decirse lo mismo del papel de Cuba que, a la luz del declive del chavismo inició su acercamiento a los Estados Unidos. “Cuba está salvando los muebles. Está diciendo: primero ella, luego los demás”, concluye Bacari.
Algunas pistas sobre si es el fin o no de la izquierda latinoamericana se verán a lo largo de este año. En 2016, sabremos qué consecuencias tiene la debilidad del chavismo plasmada en los resultados de las pasadas elecciones legislativas. Otra pieza clave serán las elecciones presidenciales en Nicaragua.
Todo parece indicar que el Frente Sandinista de Daniel Ortega continuará en el poder. La construcción del Canal Interoceánico con el apoyo e inversión de China y el manejo de las riendas del engranaje -civil y militar- sandinista favorecen la reelección de Ortega. De ganar los comicios en noviembre de 2016, el ex guerrillero se mantendría en la presidencia hasta el 2021. Sería de ese modo, el líder político con más años en el poder desde 1979. El año en que cayó el dictador Anastasio Somoza.
Aunque tras lo ocurrido en Venezuela, “el antisandinismo ha tomado nota. Así la disidencia sandinista de Nicaragua se sumó a la emergente Coalición Nacional por la Democracia que el opositor Partido Liberal Independiente (PLI) pretende encabezar de cara a los comicios del 2016”, según el portal Infolatam.
La situación en Bolivia
El referendo que Evo Morales afrontará este próximo 21 de febrero en Bolivia también será clave para tomar el pulso del socialismo que tomó fuerza a comienzos del siglo XXI. Hay un sentimiento en la población a restar apoyo al gobernante Movimiento Al Socialismo del presidente Morales, pero a diferencia de otras elecciones está marca una tendencia extremadamente polarizada entre quienes quieren la continuidad de una economía boyante, que tampoco se pinta muy segura ante la crisis de los países emergentes de la zona y el cambio de un modelo que permita el resurgimiento de las instituciones democráticas que durante estos largos años de Gobierno masista han perdido voz de interlocución con la sociedad.
Se trata de una elección con condiciones de llegada muy particulares. Si bien gruesos sectores de la población evitan manifestarse públicamente sobre el ejercicio democrático en las urnas porque temen represalias, en los hechos un eventual cambio de Gobierno en los siguientes cuatro años generaría condiciones de inestabilidad a las que los bolivianos se han desacostumbrado durante el periodo presidencial de Morales. No hay una alternativa cierta de recambio. La oposición es un pálido reflejo del propio Gobierno y no tiene el cuerpo suficiente para enfrentar con argumentos válidos cuando se trata de definir alternativas de futuro
La oposición no ha sabido armarse de argumentos y la percepción es que mientras más intervengan los líderes enfrentados al Gobierno el electorado se inclinará por apoyar a Morales. Y esto porque no hay líderes visibles de un recambio. El vicepresidente García Linera ha identificado a la embajada de los Estados Unidos por comandar la campaña del “no” a la reelección y apuntó a los tres líderes visibles de la oposición como las piezas de uso de esa campaña. El cuarto radicado en los Estados Unidos ha intentado un pronunciamiento pero ha sufrido de inmediato el embate hablar con la voz embargada de una fundación que recibe fondos en los Estados Unidos.
Hoy, el principal factor de apoyo a la actual administración obedece a la estabilidad que ha permitido alcanzar metas de crecimiento que no se habían visto antes de la llegada de Evo al poder. Los 6.5 millones de electores bolivianos que el próximo 21 de febrero acudan a las urnas lo harán pensando racionalmente sobre el futuro.
Pero como advierte Malamud del Real Instituto Elcano, ningún cambio de poder en estos países asegura el fin del populismo en Latinoamérica.
“¿Quién puede decir que luego no vengan otros líderes populistas, pero de derecha? Yo no sería tan optimista. No olvidemos que Chávez, Evo Morales y el resto tomaron el relevo de los Menem, los Fujimori y los Sánchez de Lozada de aquel entonces”.