Los tres mosqueteros del Gobierno transitorio en desgracia
El enfrentamiento ha evolucionado sorprendentemente en las últimas semanas con un actor central no apenas invitado en el escritorio de extras. Y es que Eduardo del Castillo del Carpio, el ministro de Gobierno que parecía ceder a las presiones por los puestos que propicia el MAS para ganar lugares en el Ejecutivo, ha desplazado de la nómina de probables titulares de esa apetecida cartera de Estado, a sus rivales. Del Castillo necesitó vigor especial para imponerse. En las últimas semanas se lo vio dispuesto a tragarse a todos hasta lograr su objetivo. Se puso al frente a cientos de micrófonos de los canales de televisión -al menos unos 20- para mostrar que al frente tenían a un hombre dispuesto a todo.
En sus primeras intervenciones después de haber participado personalmente en el operativo que se llevó a cabo en Trinidad para detener a la expresidenta Añez -encontrada en el interior de un ropero del domicilio de un pariente-, el ministro comenzó una etapa de peregrinaje para asentarse en el puesto número uno de la seguridad. Impiadoso puso a su lado a un feminicida y juró defender la honra de la mujer. Dio estadísticas sobre el indecoroso crecimiento de estos casos y luego se retiró a seguir trabajando en un caso mayor: desbaratar la banda -como se la conoce en ese ministerio- del exministro Murillo y su gabinete íntimo a quienes se los acusa de coimas, sobre precios y compras irregulares de equipamiento que instrumentalizaron un saqueo a las arcas públicas. No se sabe montos. Por el momento la prensa anuncia una coima de poco más de medio millón de dólares que fácilmente podrían ascender varios escalones.
Claro que para que todo esto suceda tenía que ocurrir un golpe de suerte y Del Castillo lo tuvo. El FBI, la agencia federal de investigación e inteligencia con jurisdicción sobre una gran variedad de delitos federales, incluyendo asuntos de seguridad ya les seguía los pasos a los secuaces cómplices de Murillo por lavado de dinero hasta que lograron agarrar el hilo y detuvieron al primer eslabón, el jefe de gabinete del Ministerio de Gobierno. Un jefe de gabinete es quien tramita todos los documentos desde los más simples a los más complejos en ese portafolio, puesto que subió de cotización no solo por los honorarios sino por la proximidad de casos no necesariamente son todos limpios.
Lo que ahora corresponderá a este joven abogado es acelerar el proceso para que una vez activado el sello azul sean requeridos por la justicia en Bolivia para su enjuiciamiento. Con esta detención se abre el paraguas que evitará que los tres mosqueteros del Gobierno de Añez anden por la vida pregonando justicia e inocencia a la vez, dos preceptos que no siempre vienen acompañados cuando de corrupción se trata.