Cuando se habla de paranoia inmediatamente voltea la cabeza para escuchar voces imaginarias y se atreve a ver fantasías. La psicología dice que la paranoia es un trastorno razonante que afecta a personas con capacidades intelectivas iguales o superiores a la media. Quizá eso esté por verse, pero les pasa frecuentemente a los autoexiliados políticos que viven en los Estados Unidos.
Primero fue Carlos Sánchez Berzaín, de profesión abogado y ex hombre fuerte del Gobierno de Sánchez de Lozada que al frente de una fundación norteamericana se promocionó como escritor en el campo de la literatura paranoica. El ex ministro de Gobierno, se puso a escribir dando forma a una novela de persecución desde un cómodo diván con vista a la playa en Miami, donde vive desde octubre de 2008.
“La desconfianza no es necesariamente infundada, pero resulta excesiva y distorsionada. Puede suceder que aquel de quien se sospecha sea en verdad un adversario, pero no por eso está complotando para destruir a quien sospecha (…) Se llega así al ‘síndrome de acorralamiento’ y la convicción de ser víctima de hostigamiento. Si el paranoico sufre una ofensa, reacciona de una manera desproporcionada: su réplica es exagerada porque está convencido que esa ofensa es sólo el comienzo de una persecución”. La cita es de Luigi Zoja, ex presidente de la Asociación Internacional de Psicología Analítica.
Pero quien le ha puesto el cherry a la torta, más o menos por los mismos motivos, ha sido el también autoexiliado en los Estados Unidos, Manfred Reyes Villa. El ex candidato por Convergencia Nacional (CN), no tuvo mejor idea que enviar a los pocos amigos que le quedan en Bolivia un e-mail con las conclusiones de un experto investigador de la Flacso que pronostica un gigantesco fraude en las elecciones generales programadas para este año. Reyes Villa le ha trazado una nueva ruta crítica a la oposición. Como para decirle qué harán, no sean estúpidos si de hecho el fantasma del fraude apunta sobre sus narices. O sea, no conseguirán nada en esa contienda.
“La interpretación paranoica -continúa Zoja- procede así por acumulación: lo que podría contradecirla encuentra una lógica al revés y se convierte en una confirmación, y se activa otra característica de esta enfermedad, el autotropismo: una vez puesta en movimiento, la paranoia se alimenta por sí misma. El paranoico atribuye su propia destructividad al adversario, aliviando el sentimiento de culpa si la agresión tiene lugar”. El paranoico tiene una asertividad que parece resultado de haber recibido “una iluminación interpretativa”, de características similares a una revelación religiosa. Si Reyes Villa no lo dice de voz propia, lo que si queda claro es que envía mensajes cargados de destructividad que al adversario poco o nada le importa. Ninguna autoridad en el Gobierno salió a rebatir el mensaje.
“Los procesos mentales del paranoico -explica Zoja- están dominados por la rigidez. Su mundo interior está petrificado. Su identidad depende por completo del exterior. Esto implica también fragilidad: no puede permitir cederles un palmo a los adversarios, porque tendría la sensación de no existir. Sobre la base de premisas erradas, la paranoia constituye un autoengaño originario. Existe una coherencia absurda (…) es la única forma de pensamiento que funciona eliminando verdaderamente la autocrítica”.
Los paranoicos tampoco reconocen sus errores, pero es casi imposible que los admitan. Bien sería que los mueva la autocritica y no el engaño de que como ellos piensa gran parte de la población, lo que de hecho es una falacia. Las dos coartadas, claro, la de Sánchez Berzaín primero y la Reyes Villa en ese orden le favorecen a los planes del Gobierno.
La acción de los auto-exilados
Todos creyeron alguna vez que Sánchez Berzaín era el “zorro” de la política boliviana. A él le encantaba el pseudónimo. Que lo llamarán así. Debe vivir con la pesadilla de escribir sus memorias del drama que vive al haber quedado reducido al campo de la nada. Hoy hemos visto que hay no uno sino varios mejor que él haciendo política, mientras se ufanaba o le hacían creer que era lo mejor que había producido la política durante y después del proceso de la capitalización de las empresas estatales.
Los supuestos líderes de la oposición en el autoexilio pretenden empujar, en lugar de evitar hacerlo, a gran parte de la sociedad boliviana que ya vive presa de sus propios temores. Este comportamiento los ha convertido en enemigos del tiempo. Ya van 9 años de administración masista. No hay otra explicación posible.
Sánchez Berzaín ha recomendado a la oposición que en la campaña electoral que se avecina, se debe identificar al candidato del MAS como dictador. Cuando el Gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada buscó culpables por la erradicación de cultivos de coca que Sánchez Berzaín comando desde la cartera de Gobierno, la respuesta era tan obvia que Evo Morales, entonces secretario ejecutivo de las seis federaciones de coca en la región del Chapare, responsabilizaba al imperialismo de privar a sus hermanos de un medio ancestral de subsistencia que sirve para usos tradicionales, medicinales; y que la cocaína se va a EEUU. De ahí que el dirigente decía que había que “erradicar el consumo en los Estados Unidos”. Y el dictador no era él. Hoy, el Gobierno se ufana de haber alcanzado grandes logros en materia del combate contra las drogas. El enemigo de Evo es realmente un adversario previsible.
Quien lucha contra sus propios fantasmas queda ridículo, pero la paranoia lo tranquiliza porque la máquina simplificadora de su lógica le provee respuestas y la presencia del enemigo lo explica siempre todo. El masismo, en este punto, tampoco sería una excepción.