Quienes se sentarán con Lula y quiénes dejarán de hacerlo con Jair

Por Carlos Rodriguez San Martín
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Jair Bolsonaro, elecciones Brasil 2022
Foto: AFP

Todo parece indicar que Lula ganará las elecciones del domingo que se disputan en Brasil. Lo que aún nadie acierta en las encuestas es si el exmandatario se alzará la victoria en la primera ronda. Jair Bolsonaro no ha podido insertar material de la corrupción que enlodó al Gobierno de Lula da Silva. El ex metalúrgico de San Bernardo, luchó tres veces antes de ser elegido presidente. Luego ya en el Planalto sucedieron secuencias de materias justiciables que derivaron, luego de haber concluido su mandato en una investigación que lo tumbo a la cárcel.

Bolsonaro ganó las elecciones hace 4 años con Lula preso como cabeza del “Lava Jato” el más importante y grande caso de corrupción en América Latina. Fue la bandera que usó el líder populista de extrema derecha para quitarle lo poco de gasolina que tenía el Partido dos Trabalhadores (PT) en ese proceso en el que no alcanzó ni el 20% de los votos.

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Dos años después Lula salió libre de toda culpa. El Supremo Tribunal de Justicia de Brasil (STJ-B), una gerontocracia arrítmica que incorpora de vez en cuando un jugador de las ligas inferiores con prestigio jurista, lo absolvió de los cargos por enriquecimiento ilícito, daños económicos al Estado y todas las marcas que les conocemos los electores a los líderes políticos. Sus medallas que las llevan colgadas en el pecho de las que muchos hacen gala descaradamente, pasando una vida de primer mundo, pero hablando siempre de los pobres y las minorías hambrientas. Ocurre en toda Latinoamérica sin excepción.

Lula –decíamos- fue absuelto y más rápido que una ardilla comenzó su carrera de vuelta al poder. Se casó con una dama 35 años menor que él, renovó su look, incorporó a sectores de centro derecha a su campaña, es el caso de su vicepresidente Geraldo Alckmin.

No le fue mal porque Bolsonaro a pesar de ser querido en muchos sectores (luego explicaremos cuales) comenzó su descenso como muchos otros políticos por el manejo de la pandemia. Brasil ocupa el 4to puesto a nivel mundial por el número de muertos por la Covid-19. Siempre que podía, Jair ironizaba y hasta llegó a decir que no era Dios. Luego se estrelló contra las “instituciones democráticas” lo que le rindió algunos votos a favor porque la gente está cansada que se le venda gato por liebre, de una justicia que no es, de unas elecciones que no mejoran la vida de la gente. Nadie cree en los políticos y en consecuencia la gente está comenzando a dudar de la institucionalidad democrática. Jair organizó manifestaciones con tanques militares pidiendo que se cierren estas instituciones y en sus delirios de grandeza sugirió cerrar el Congreso.

A pesar de todas estas locuras tiene el respaldo de 31% de los electores (datos de ayer 28/09 de datafloha) esto en términos de electorado en edad de votar no es poco. Estamos hablando de unos 35 millones de almas que lo apoyan. Pero como el Brasil es el país más grande del mundo en todo, esos 35 millones no dicen mucho si quieres ser presidente en el gigante latinoamericano.

El grueso del electorado que lo respalda es gente pobre –parece curioso, pero no es curioso-; los menos atendidos lo aprueban porque distribuye recursos y les dice estupideces que les gusta oír porque los identifica. Un poderoso sector que es aliado de Bolsonaro -a quien la revista The Economist de Londres le ha dicho que es la sombra de Trump- es el de la Iglesia evangélica. De acuerdo a datos serios, también de Datafolha, son 100 millones de evangélicos que alzan su voz en Brasil por algún milagro, de los que el 80% respalda a Jair. Pero al parecer no le dará suficiente oxígeno para la reelección.

Quizá desde el 1ro de enero, el día de la posesión del nuevo Gobierno, lo extrañen en el reducto de los buenos, justamente Trump, Putin, Xi Jinping, Recep Tayyip Erdoğan y la flamante presidente de Italia Giorgia Meloni, aliada de Silvio Berlusconi.

Ya con Lula en la silla presidencial estarán festejando a su lado Morales (Evo), Arce (Luis), Fernández (Alberto), Kirchner (Cristina), Petro (Gustavo), Castillo (Pedro) y el atípico croata Gabriel Boric que no es fascista porque es un poco menos viejo del promedio de líderes renegados de la recalcitrante derecha chilena.

 

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