Verdades incómodas

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El periodismo de la forma como quisiera el poder. Los ejercicios prohibidos que las universidades no imparten sobre la materia. Por qué no gustan las publicaciones de investigación.

En su edición de 10 de mayo de 2006 la tapa de la revista VEJA mostró la foto del entonces presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva de espaldas con una patada en el trasero estampada con una bota manchada de petróleo. El título original de la revista decía “Esa dolió” haciendo alusión a la afectación de los intereses de la empresa estatal del petróleo, PETROBRAS tras la nacionalización de los hidrocarburos decretada por el Gobierno del presidente Morales. La nota de tapa se completaba con el siguiente subtitulado: “Lula se durmió como el ´gran guía´ de América latina y se despertó como un bobo  de la corte del venezolano Hugo Chávez que tramó el robo del patrimonio brasileño en Bolivia”.

El 1ro de mayo de 2006 el presidente Morales que lucía un casco petrolero y vestía overol para las fotos, dijo que las empresas que hasta ese día trabajaban en la explotación de hidrocarburos pasaban a manos estatales. El anunció irritó en general a la prensa de Brasil, pero muy particularmente a la revista Veja que  además de abrir edición escribiendo la mala noticia, ironizó con el ridículo que sufría su presidente por inoperante. Acertó duros términos para el equipo de colaboradores de Lula que atesoraban -según la revista- el gas como el puntal de  las relaciones entre los dos mandatarios “socialistas”. Además, el tema era extremadamente sensible en la percepción de la opinión pública  brasileña. El gas boliviano cubría casi un 100% de la demanda brasileña. La noticia incómodo a amplios sectores del periodismo brasileño. Más  aún porque poco antes de asumir el cargo, Evo Morales estuvo en Brasil y prometió establecer un nivel de relacionamiento óptimo como socio estratégico el gigante latinoamericano.

Hasta antes de enero de 2006, Bolivia existía en la redacción del Grupo Abril -que edita la revista Veja – apenas de manera oblicua, sin identificar una línea de comportamiento crítico. Según los medios de comunicación brasileños, el vecino boliviano, poseedor de una de las reservas más ricas de gas del planeta, debía seguir motorizando las entregas del energético sin fijar conexión con asuntos internos que despertaran la atención de hechos puntuales en la turbulenta política boliviana. Hasta esa fecha, los sucesivos gobiernos bolivianos habían mantenido una enorme discreción en admitir que los intereses brasileños podrían ser afectados por un Gobierno de corte “socialista”, por el apoyo indisimulado del Gobierno del bolivariano Hugo Chávez en la campaña electoral de 2005.

A lo sumo, se le había pasado por la cabeza a un ex director de YPFB que con Brasil, se podían seguir haciendo buenos negocios en vista a las particularidades históricas de sus gobiernos. En enero de 2004 asumió la presidencia de Brasil, Lula da Silva, hombre identificado con las luchas sociales; mientras que en Bolivia desde enero de 2006 gobernaba Evo Morales, conductor de un “proceso de cambio”, que ya entonces fue calificado para cierta prensa brasileña como un Gobierno “cocalero”. Con similares intereses políticos e ideológicas la alianza parecía fortalecerse con el socio venezolano.

Esa perspectiva histórica incomodaba a las elites de los países limítrofes. Evo Morales había manifestado la intensión de devolverle a Bolivia su “soberanía nacional” después de 500 años de sometimiento. Ese discurso era apreciado en Brasil por su corte “indigenista”; cuyo epíteto ha sido bastante difundido sin perjuicios por la cultura brasileña. Sin muchas vueltas, Morales identificó a los grupos que habían entregado las riquezas naturales a intereses transnacionales. Y fue contra ellos. Lula se mantenía al ristre por su proximidad ideológica con el nuevo Gobierno boliviano.

El papel de los medios de comunicación

Con sutilezas y algunas diferencias, la mayoría de los medios de comunicación de la región habían sido manejados durante las décadas de los años ochenta y noventa por intereses de grupos corporativos. Ocurrió en Venezuela, Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Ecuador y en menor proporción también en Bolivia. Tras la llegada de Evo Morales al poder, el círculo de influencia de estos medios se replegó en una tarea estratégica. Pero no tuvo que pasar mucho tiempo. Los medios del español Grupo Prisa que trabajaban en Bolivia pasaron a manos oficialistas. Encandilado por las recomendaciones del presidente Chávez, el Gobierno del insufló recursos para crear su propia maquinaria mediática. Se fundó el periódico Cambio, se potenció el semanario La Época  y con financiamiento del patriarca bolivariano se instaló la red de radiodifusión “Patria Nueva”. 

En Brasil, los poderosos consorcios de comunicación establecieron una conducta crítica contra los gobiernos de corte populista. La onda expansiva también alcanzó al presidente Lula. El hasta entonces jefe del Partido dos Trabalhadores (Nota de redacción: Partido de los Trabajadores (PT)), había logrado una incontrastable victoria en las elecciones de 2003. Su pasado ligado al sindicato de los Metalúrgicos en Sao Paulo y su alianza con sectores antes postergados identificados con la izquierda, generó un clima muy particular a la crítica en una gran parte de la media brasileña. Veja fue impiadosa con Lula y con el PT.

En Argentina se habían dividido las aguas. El presidente Néstor Kirchner se apuró en conformar grupos de apoyo con sectores de la prensa afines a su administración. El mandatario quería enfrentar el influyente poder de algunas corporaciones de prensa que, como en Brasil, habían extendido sus tentáculos en otras áreas de los negocios corporativos; desde la televisión por cable, pasando por radios, agencias de información; cine, editoriales de libros, revistas y periódicos de alcance nacional. Sus relaciones con los medios variaron de acuerdo a la nomenclatura de apoyos y simpatías. El Gobierno argentino se apresuró en redactar una cuestionada Ley de Medios que achicó el horizonte de los multimedia. Los intereses del grupo Clarín fueron afectados. El provocador mediático Marcelo Tinelli, se sumó a los acuerdos promovidos por Kirchner desde Canal 13. Y así, otros influyentes periodistas enquistaron su apoyo a lo que en Argentina se conoció con el nombre del “relato oficial”.

Los paradigmas: Venezuela y Ecuador

Los casos más emblemáticos son el venezolano y el ecuatoriano. Siguiendo el  modelo cubano, Hugo Chávez, que alienta la “Revolución Socialista del Siglo XXI”, fue meticulosamente drástico con los medios críticos a su gestión. Desde 1999 cuando asumió el poder se registraron al menos un par de intentonas golpistas de las que el mandatario resultó victorioso. Las conspiraciones que denunció para derrotarlo tenían, según el mandatario, un fuerte componente en los medios de comunicación. En 2002,  tras el frustrado golpe cívico-militar que estuvo muy cerca de deponerlo, su Gobierno sacó del aíre imágenes incómodas que se difundían por algunas cadenas de televisión. Desde entonces, la relación de su Gobierno con los propietarios de los medios fue de mal en peor. En 2007 anunció el cierre de la Cadena Radio Caracas Televisión (CRCT), acusada de promover actividades subversivas. Similar medida afectó a una treintena de estaciones de radio. Ocurrió lo mismo con Globovisión que tuvo que pagar una millonaria multa para evitar su cierre. La estación fue acusada por hacer apología del delito.

Muchos críticos han señalado que el último ataque del ecuatoriano Rafael Correa a los medios de comunicación en la reciente cumbre de la OEA, celebrada en Cochabamba, ha dejado una mala imagen de su Gobierno ante el mundo. El mandatario ecuatoriano denunció que en “América latina la prensa miente y manipula. Debemos buscar una prensa libre y verdadera”. Es obvio que el mandatario tiene una pésima relación con la prensa. Abrió procesos a tres directivos del diario El Universo sentenciados a tres años de cárcel y a pagar una multa de 29 millones de euros por delitos de injuria y difamación. Aunque más tarde con aire triunfalista los “perdono”. Correa desistió de una demanda contra otros dos periodistas por el daño moral con el libro El Gran Hermano, en el que se desvelan contratos millonarios suscritos con el Estado por empresas vinculadas al hermano del mandatario.

La situación en Bolivia

Durante al menos los últimos años muchas cosas se han dicho del Gobierno de Evo Morales y sus relaciones con los medios de comunicación. Ministros y altas autoridades han empleado términos peyorativos para calificar el trabajo de la prensa. El mismo presidente Morales ha sido extremadamente duro con el periodismo al que le debe en gran medida su asenso al poder. En una ocasión llamó a un periodista del periódico La Prensa a su lado en acto público para recriminarlo por haber citado su nombre en una investigación sobre los misteriosos 33 camiones de contrabando en Pando. Pero cada vez que se escucha la intensión manifiesta de modificarse la Ley de Imprenta, el Gobierno reencausa su conducta. Pero en términos generales la relación no ha dejado de ser tensa.  

Pero lo que nunca se imaginaría el Gobierno del MAS es que una de las denuncia más lapidarias contra su administración se haya escrito más allá de las fronteras. La revista VEJA develó las relaciones de algunas autoridades del Gobierno del presidente Morales con el narcotráfico. Primero se descalificó la información y luego se procedió al ataque como generalmente ocurre cuando una investigación periodística incomoda. El Gobierno instruyó cerrar filas contra la revista. El ministro de la Presidencia Juan Ramón Quintana apuntado por Veja como el principal protagonista de una reunión con el narcotraficante brasileño Maximiliano Dorado, anunció que procesaría a la revista. En una entrevista concedida a los periodistas César Galindo y Enrique Salazar de Red Uno, Quintana dijo que jamás se reunió con Dorado e indicó que su función es “proteger al presidente Morales”. Como prueba de que la revista miente exigió que deberían mostrarse imágenes de su ingreso al domicilio del narcotraficante. La ministra de Comunicación Amanda Dávila, apuró una seguidilla de declaraciones desatinadas. Desmereciendo el trabajo de investigación de Veja dijo que es un ejemplo de lo que el periodismo no debe hacer. También el vicepresidente comentó que Veja es un “folleto” poco serio. El nuevo embajador de Bolivia en Brasil, Jerjes Justiniano a tiempo de ser posesionado en sus nuevas responsabilidades diplomáticas dijo que “sentará la mano a la revista” y unos días después señaló que se  Veja es una “revista de porquería”. Este conjunto de declaraciones derivaron en una especie de manto protector y la decisión de no investigarse la denuncia.

En continuas declaraciones el Gobierno ha apuntado a la prensa por ser responsable de “mentir” para enlodar al Gobierno del presidente Morales. Aunque en algunos casos los hechos refuerzan las “mentiras”. En los casos del amauta Valentín Mejillones detenido con 240 kilos de cocaína líquida y en el de las hermanas Elba y Juana Terán a su vez hermanas de una alta dirigente del oficialismo, detenidas con 147 kilos de pasta base de cocaína en la región del Chapare.

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