El brote de covid-19 detectado desde hace dos semanas en el noreste de China ha sorprendido a los médicos que trataron el foco original de la pandemia en Wuhan, en el centro del país. La enfermedad tarda más en incubarse, presenta síntomas un tanto diferentes y afecta de manera distinta a los órganos internos. Sus pacientes también necesitan más tiempo para recuperarse.
Así lo ha explicado en una entrevista concedida a la televisión estatal china CCTV el intensivista Qiu Haibo, de la Comisión Nacional de Sanidad, que se trasladó a Wuhan al comienzo de la pandemia para luchar contra el patógeno. Qiu se encuentra ahora en el noreste del país, donde se han detectado casi 50 casos en tres ciudades (Shulan, Jilin y Shenyang) de dos provincias con un centenar de millones de habitantes en total. Los nuevos brotes, aunque muy inferiores en dimensión al que originó la pandemia, han obligado a imponer de nuevo medidas de confinamiento y limitación de la movilidad en las áreas afectadas.
Los pacientes contagiados en esas provincias, Heilongjiang y Jilin, tardan más del máximo de dos semanas detectado en Wuhan en empezar a desarrollar síntomas una vez que se infectan, ha apuntado el experto. Ese plazo más largo sin síntomas “ha creado focos de infecciones dentro de las familias”, explica.
Los síntomas clínicos de estos enfermos son ligeramente distintos a los que presentaban los de Wuhan: no hay tanta fiebre, pero sí un fuerte dolor de garganta y malestar general. Los efectos sobre los órganos internos son asimismo diferentes. Los casos en el foco original sufrieron daños en los riñones, los intestinos y el corazón, además de los pulmones. Los pacientes del noreste tienden a mostrar mayor daño en los pulmones, mientras que el resto de órganos apenas se ven perjudicados.
Y aunque el tiempo de incubación y de recuperación es más lento (tardan más en dar negativo en las pruebas PCR de coronavirus), la virulencia de la enfermedad parece ser más reducida, y un porcentaje menor de pacientes alcanza el estado crítico, un 10%. Algo más de la mitad del total de los casos en el noroeste han requerido hospitalización.
El análisis genético de la cepa del virus en el noreste, según Qiu, hace pensar a los expertos que esos casos se relacionan con casos importados llegados de Rusia, uno de los países más afectados por la pandemia. Tanto Heilongjiang como Jilin mantienen frontera con la nación vecina.
Los datos ofrecidos por el experto chino son preliminares, parciales y no han sido publicados ni revisados por investigadores independientes, por lo que aún no permiten sacar conclusiones. Algunos especialistas en la genética del virus son escépticos de que el SARS-CoV-2 -un virus con una tasa de mutación baja comparada con otros patógenos- pueda haber cambiado tanto como para que el periodo de incubación, la virulencia o su presencia en diferentes órganos sea distinta a la observada en otras zonas. Lo más probable es que lo observado en China no tenga una correlación clara con las mutaciones del virus, ha explicado a Bloomberg Keiji Fukuda, director de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong. No se puede decir que el virus ha cambiado hasta que no haya “pruebas muy claras”, ha añadido.
Las diferencias que se detectan pueden deberse a que los médicos tienen más tiempo y medios para observar a los pacientes. En Wuhan, al comienzo de la pandemia, los hospitales estaban desbordados y faltos de material, por lo que únicamente se pudieron atender los casos más graves. Ahora China tiene la epidemia prácticamente bajo control, y los nuevos brotes son mucho más reducidos.
Este miércoles, la Comisión Nacional de Salud ha informado de cinco casos nuevos, uno menos que el día anterior. Cuatro de ellos se contagiaron localmente, el quinto era un viajero que llegó del exterior. En total, China ha registrado 82.965 casos desde el comienzo de la pandemia, de los que 4.634 fallecieron, según las cifras oficiales. La mayoría de los contagios en la crisis se detectó en la provincia de Hubei, donde se encuentra Wuhan y en la que se encontraron unos 68.000 casos.
Los brotes del noreste chino han puesto de manifiesto la dificultad de controlar completamente la transmisión de la enfermedad incluso en los países más equipados para detectar los casos. “La gente no debe asumir que el pico ha pasado o bajar la guardia”, ha declarado el experto en enfermedades infecciosas Wu Anhua a la televisión china. “Es totalmente posible que la epidemia continúe mucho tiempo”.
En una muestra del interés de Pekín por atajar los brotes del noreste, la semana pasada se desplazó a la zona la viceprimera ministra Sun Chunlan, que estuvo al frente del grupo de trabajo del Gobierno para frenar el virus en Wuhan. En esa zona, las ciudades de Jilin y Shulan han cerrado sus accesos y solo se permite abandonar las localidades a aquellos que hayan dado negativo en una prueba de coronavirus no más de 48 horas antes de su viaje.
Shulan, de 700.000 habitantes, ha ido más allá este lunes y ha impuesto un estricto confinamiento a sus habitantes. Solamente podrá salir a la calle una persona por familia, una vez cada dos días y solo dos horas, para comprar provisiones. En los complejos residenciales donde se hayan confirmado casos, ni siquiera se podrá hacer eso: serán los comercios los que lleven los alimentos a esos bloques de viviendas, y el comité vecinal se encargará de distribuirlos piso por piso.