Desatentos e hiperactivos

0
421

POR LUCIANA AGHAZARIAN Y ALFREDO DILLON para El Clarín

Cada vez más chicos son diagnosticados con Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH). Los especialistas sostienen que, al encasillarlos por sus síntomas, se termina bloqueando su crecimiento. Algunas voces denuncian que se está “patologizando” la infancia.

No puede parar de moverse, molesta a los demás compañeros, no presta atención, no entiende las consignas, se distrae fácilmente. No hay maestro que no tenga un chico así en el aula. Pero en algunos casos, consulta profesional mediante, la explicación que aparece es el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad). ¿De qué se trata este trastorno y cómo se diagnostica? ¿Todos los chicos desatentos e inquietos lo tienen?

Clarín Educación entrevistó a profesionales de la salud y de la educación con distintos puntos de vista. Aunque contrapuestos en ciertos casos, todos hicieron hincapié en la importancia del rigor en el diagnóstico.    

¿Qué es el TDAH?

Muchos lo conocen como ADD, por sus siglas en inglés (Attention Deficit Disorder). El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) de la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos describe tres tipos:

*con predominio del déficit de atención

*con predominio hiperactivo-im­pulsivo

*combinado.

Estas características suelen aparecer antes de los siete años y para ser tomadas en cuenta deben repetirse, por lo menos, durante seis meses y en diferentes ámbitos cotidianos (por ejemplo, en el aula, pero también en casa). 

Algunos rasgos frecuentes: el niño no puede mantenerse sentado, hace intervenciones desubicadas, pierde sus útiles, es desorganizado, le hablan y parece que no escucha. Son situaciones que se pueden observar en el colegio y que ponen en alerta al maestro. “Se olvida de lo que tiene que hacer”, “No puede trabajar solo”, “Deja incompletas las tareas”, son las señales que detectan los docentes. 

La psicopedagoga de la Fundación TDAH Graciela Bartomeo explica que “las causas son de orden genético hereditario. Es un trastorno neurobiológico, pero las cuestiones sociales pueden influir en la gravedad de los síntomas”. Y agrega: “No es un trastorno de aprendizaje en sí mismo, aunque suele convivir con alguno de ellos. Quien hace el diagnóstico debe ser un profesional especialmente preparado, y en función del mismo podrá determinar si es un TDAH puro o comórbido (coexistente) con otro trastorno o enfermedad”. 

Rigor en el diagnóstico

Como en algunos casos ­–sobre todo cuando el trastorno incluye hiperactividad­– el tratamiento requiere medicación, es fundamental que el diagnóstico sea lo más certero posible. Según Bartomeo, si el maestro detecta un caso debe informarlo de inmediato: “El docente puede notar diferencias en las conductas de alguno de sus alumnos; lo que debe hacer es derivarlo al gabinete escolar o sugerir a los padres una consulta con su pediatra o profesional. Lo que no puede es sugerir que el niño padece un determinado cuadro, porque no es su área de competencia”. 

El psiquiatra José María Moyano Walker, presidente del Centro de Estudios sobre Déficit Atencional Infantil (Cedai), señala que “es clave un trabajo interdisciplinario entre psicopedagogos y docentes” y resalta que no alcanza con las observaciones de padres y maestros para arribar a un diagnóstico concluyente

Mabel Ruiz, neuropediatra del Hospital del Niño de San Justo, amplía: “La experiencia me indica que los niños que reciben un buen tratamiento cognitivo-conductual (es decir, orientado a la autorregulación de la conducta), más un apoyo con medicación al principio, evolucionan bien“. Por su parte, Mónica Ojeda, que es licenciada en Fonoaudiología con orientación neurolingüística y trabaja con niños que padecen TDAH, afirma: “He visto tratamientos que sólo han sido con un psicopedagogo o psicólogo, y funcionaron bárbaro porque el niño tenía una desatención importante, pero poca hiperactividad”. 

En los casos más graves, las drogas utilizadas para el tratamiento son el metilfenidato (Ritalina) o la atomoxetina (Strattera). Como pueden tener efectos adversos (por ejemplo, generar adicción), las fuentes consultadas concuerdan en que “la medicación debe ser la última opción“.

Otro punto de vista

En la vereda de enfrente, otros especialistas denuncian la “medicalización de la infancia” y algunos descreen de la existencia del TDAH. Argumentan que lo que genera este desequilibrio es un desfasaje entre el contexto sociocultural que sobreestimula a los niños y una escuela desactualizada, anclada en estímulos casi netamente verbales. 

“Para mí, el TDAH no existe”, dispara la psicoanalista Beatriz Janín, presidenta del IV Simposio Internacional sobre Patologización de la Infancia, que se realizará del 6 al 8 de junio en Buenos Aires. “Los padres tienen miedo de que sus hijos no puedan insertarse bien ­–continúa­–, entonces la medicalización responde a esta necesidad de homogeneizar”. En diálogo con Clarín Educación, Janín menciona la aceleración de los tiempos de aprendizaje: “Ahora un niño tiene que llegar a primer grado sabiendo leer y escribir. Los chicos hoy están muy presionados; está el temor permanente de quedar afuera. Pero un chico angustiado no dice ‘estoy angustiado’, se mueve: entonces aparece la hiperactividad”. 

La licenciada en Educación y Psicopedagogía Gabriela Dueñas sostiene: “A veces no es un problema severo sino que tiene que ver con el desacople entre las infancias de hoy y las escuelas que permanecen con un formato del siglo XIX: 40 u 80 minutos prestándole atención a una persona parada adelante. Esto que les estamos pidiendo a los chicos de hoy es lo mismo que les pedían a nuestros tatarabuelos, con la diferencia de que estos chicos son niños criados con el estilozapping, son nativos digitales”. 

La posibilidad de que el TDAH esté sobrediagnosticado obliga a pensar muy bien antes de medicar a un chico. Pero el peligro de lastimarse que corren los pequeños más inquietos parece marcar el límite: “El cuadro está definido, por lo tanto existe. Lo que sucede es que se ha sobrediagnosticado; algunos sólo tenían problemas emocionales y fueron medicados. Pero esto no significa que no existan chicos que deban ser medicados: son niños que, por inquietos o curiosos, quizá se trepan a un armario y no hacen caso frente al llamado de atención del maestro. No se dan cuenta de que se pueden caer y lastimar”, apunta Mónica Ojeda.

El rol del docente

Por eso, para mantener el control en el aula, muchas veces el docente no puede solo. Los especialistas sugieren sentar a los chicos en las primeras filas para poder tenerlos más cerca, aunque reconocen que con eso no alcanza. Maximiliano Cruz, profesor de educación especial, señala que lo mejor es mandar a estos chicos a escuelas comunes, pero que garanticen un apoyo al docente a través de un maestro especial o un acompañante terapéutico. 

Además, es indispensable el apoyo del gabinete psicopedagógico, los profesionales especializados y los padres para trabajar en conjunto. Cruz asegura que, más allá del diagnóstico, lo fundamental es que todas las áreas trabajen en equipo y extraer siempre las cualidades positivas del niño en cuestión. 

“Generalmente ­–describe­– en los informes se pone todo lo que el chico no puede: no presta atención, no se queda quieto. Pero nunca te van a decir lo que puede. Hay que tratar de hacer el informe desde lo positivo: ‘Fulanito puede lograr tal cosa, hasta acá’ en vez de ‘no puede llegar hasta acá'”, sostiene este docente, que trabaja desde hace 14 años con jóvenes con discapacidades mentales severas y niños con otras patologías, entre ellas el TDAH. “Hay que extraer las cosas positivas para potenciarlas. Si los encasillamos en el diagnóstico no vamos a salir nunca de ahí“, afirma.

Para Cruz, generar feedback con el niño, ponerse en su lugar para lograr un intercambio y trabajar desde ahí es el inicio clave. El tratamiento cognitivo-conductual es el método clásico que recomiendan otros especialistas, acompañado de la medicación sólo cuando fuese necesaria. Por último, desde una mirada más subjetivista, los “anti TDAH” apuestan al diálogo con el chico. En todos los casos, la visión dogmática queda descartada: la interdisciplinariedad y el trabajo en equipo con la escuela y los padres parecen ser la llave para un diagnóstico y tratamiento certero.

CONSEJOS PARA PADRES

1 Consultar en primer lugar al psicopedagogo, el psi­cólogo o el pediatra. Ni la escuela ni el docente pueden diagnosticar.

2 Organizarle una agenda estructurada y ordenada de actividades. Sin ser demasiado rígidos, fijar hora­rios de comida, sueño, etcétera.

3 Valorar sus esfuerzos; reco­nocerlos cuando hacen bien la tarea o se sacan una buena nota en el colegio. Ver lo positivo.

4 Mandarlo a una escuela común, pero con docentes y autoridades que conozcan el trastorno, y que esté abierta a la interacción con profesionales externos.

5 Si tiene una atención de diez minutos, aprovechar y en ese tiempo hacer algo juntos. Porque el chico se frustra al no poder terminar nunca una tarea.

6 Alrededor del 50% de los niños que padecen TDAH tienen otro trastorno en comorbilidad (asociado). Por eso, es clave un diagnóstico preciso.

7 Los deportes suelen ser mucho más beneficio­sos que pasar una tarde mirando TV. Ayudan a comba­tir las dificultades sociales que pueden sufrir estos chicos.

8 Optimizar el entorno para trabajar en casa, despe­jarlo de distractores como la TV, los videojuegos o música.

 

ESTRATEGIAS PARA EL AULA

1. Variar las tareas, alternarlas y dividirlas

Una tarea que llevaría 30 minutos se puede subdivi­dir en tres bloques de 10 minutos, con descansos en el medio. Conviene alternar las tareas interesantes con las que no son tan atractivas. Cuando el estu­diante cumple con la meta, es importante recom­pensarlo y ayudarlo a valorar su propio esfuerzo.

2. Cuidar la ubicación en el aula

Una manera de ayudar a un chico con TDAH es sentarlo en la primera fila, para que esté más cerca del docente. También es clave la elección de compañeros de banco que sean tranquilos.

3. Adecuar las propuestas para evitar la frustración

Maximiliano Cruz explica: “Si le propongo al grupo una actividad de Matemática, al chico con TDAH tengo que darle una actividad adaptada. Por ejem­plo: al grupo le doy suma y resta con dificultad, pero al chico con TDAH le doy sin dificultad. Entonces todos hacen suma y resta, pero no al mismo nivel”.

4. No encasillar: que el diagnóstico no sea etiqueta

Hacer hincapié no sólo en lo que el chico “no puede” hacer, sino también en lo que sí puede. Apostar a generar un vínculo con él, que se sienta reconocido. Mantener contacto visual frecuente durante la clase puede ser una estrategia útil. Los premios y el alien­to son mucho más eficaces que los castigos y retos.

5. Un rol especial

Una manera de hacer que el chico se sienta importante es tenerlo como “secretario”, ofrecerle un rol diferenciado. El desafío es asignar­le tareas que pueda cumplir.

6. Adaptar el espacio y la organización de rutinas

Se pueden confeccionar listados de “reglas básicas” de conducta que estén en lugares visibles para el niño. Conviene controlar la cantidad de elementos “distractores” y, si es necesario, repetir varias veces las consignas. Es importante cumplir los hora­rios de manera previsible, evitar alterar las rutinas.