Economía de la atención: donde ganan a costa de nuestro tiempo

0
329
Foto: El Confidencial

El pensador creativo Tristan Harris ha empezado una particular cruzada para intentar cambiar las reglas del juego y está dispuesto a combatir todas nuestras fugas de atención

Cuesta creerlo, pero es cierto. Consultamos el móvil una media de 150 veces al día. De hecho, si tienes un iPhone lo desbloqueas en 80 ocasiones diarias, lo dice Apple. Si tienes un Android, lo haces alrededor de 110 veces.

Cuando hace dos décadas vimos por primera vez aquellos ladrillos, el Alcatel one touch easy o el mítico Nokia 3210, no habríamos imaginado que los móviles serían nuestros inseparables compañeros de viaje y nos costaría tanto vivir sin ellos -el 53% de los españoles sufre ansiedad o miedo si olvida el teléfono en casa-. Nos esforzamos en decir que no, que solo lo miramos cuando es estrictamente necesario, pero no es cierto. Nuestros dedos se deslizan con demasiada frecuencia sobre los iconos de Facebook, Twitter, Instagram, Gmail o Google Maps, entre otras muchas aplicaciones. Le damos un vistazo antes de ir a dormir, cuando nos despertamos, e incluso cuando estamos en una reunión familiar; el phubbing (término formado por las palabras phone y snubbing), ya es un fenómeno muy habitual y con frecuencia ignoramos a nuestro entorno y prestamos más atención al móvil, aunque no tengamos ninguna notificación, o no vibre, solo hacemos scroll.

Si bien la tecnología ofrece un sinfín de herramientas para ser más productivos también nos ha dado las claves para distraernos. Pero esto se va a acabar. El pensador creativo Tristan Harris ha empezado una particular cruzada para intentar cambiar las reglas del juego y está dispuesto a combatir todas estas fugas de atención y convertir la tecnología en una herramienta de provecho.

“Se tienen que cambiar los fundamentos del software”

La revista ‘The Atlantic‘ lo ha bautizado como la conciencia de Silicon Valley. Tristan Harris ha puesto en marcha Time Well Spent (tiempo bien usado), una iniciativa para despertar la conciencia colectiva sobre la gran cantidad de tiempo que invertimos en el móvil. “Vivimos en la economía de la atención, en la que los productos y las redes ganan a costa de nuestro tiempo, y lo que consiguen es que estemos constantemente distraídos”, explica el joven de 32 años a Código Nuevo.

Mientras que para algunos la adicción colectiva a los dispositivos tecnológicos es cuestión de las carencias personales, como la falta de fuerza de voluntad, Harris atribuye esta obsesión por el móvil al software. Todo está pensado para que dependamos de él. “La urgencia de consultar nuestro teléfono es una reacción natural ante aplicaciones y sitios web diseñados para estar revisándolos de arriba abajo cuanto más tiempo mejor, y hemos perdido el control de nuestro vínculo con la tecnología porque esta ha mejorado su capacidad de controlarnos”.

Las TIC deben estar al servicio de las personas y no convertirse en una herramienta para manipularnos y sacar provecho de ello. Por ello, el joven intenta ofrecer integridad moral al diseño software, es decir, quiere persuadir al mundo tecnológico de que nos ayude a desconectarnos más fácilmente de los dispositivos digitales. Lidera un movimiento para cambiar los fundamentos del diseño del software, apelando a los ingenieros de productos para que adopten una especie de “juramento hipocrático” del software, que regiría la práctica de “exponer las vulnerabilidades psicológicas de las personas” y les devolvería el control a los usuarios; se puede diseñar sin basarse en la adicción”. ¿Cómo se consigue? Creando productos útiles sin componentes “adictivos”, como una especie de cigarrillos sin nicotina.

Tecnología al servicio de las personas

Harris no es un tecnófobo, sino todo lo contrario, hasta hace unos meses trabajaba en Google, donde se dedicaba a estudiar cómo la tecnología influye en la atención de millones de usuarios y su comportamiento. Toda su vida ha estado vinculado al mundo digital, y es precisamente esta relación tan estrecha la que le ha hecho ver que el objetivo principal del móvil es mantenernos el mayor tiempo posible pegados a la pantalla.

Estudió ciencias de la computación en la Universidad de Stanford y se sumó al Laboratorio de Tecnología Persuasiva dirigido por el psicólogo B. J. Fogg, cuyo centro se ha convertido en lugar de peregrinaje para los emprendedores, ya que este investiga cómo los productos informáticos se diseñan expresamente para influir en la conducta y las creencias de los internautas. A Fogg le llaman el profesor de Facebook a raíz de este reportaje que se publicó en ‘The New York Times‘, donde proponía a los estudiantes cómo crear aplicaciones persuasivas para Facebook. Poca broma, esas aplicaciones alcanzaron 20 millones de descargas. En esas clases también estaba Mike Krieger, uno de los fundadores de Instagram.

Un cambio de paradigma

Mientras Harris trabajaba en la aplicación de correo Gmail observó que nadie pensaba en las decisiones de diseño aparentemente menores, como el timbre que suena al entrar un mail nuevo, el cual puede desencadenar numerosas interrupciones. Su equipo se dedicó durante meses al ajuste de la estética de la aplicación de Gmail con el objetivo de ofrecer al usuario una experiencia más placentera. Pero Harris no quería quedarse ahí, y en vez de preguntarse cómo mejorar el servicio de mail empezaba a cuestionarse cómo el mail podía mejorar nuestras vidas. Así surgió la idea de crear Time Well Spent.

El norteamericano no está solo en esta particular contienda, son muchos los colegas de profesión que son conscientes de la dependencia de la nueva tecnología y abogan por un nuevo cambio de paradigma. Josh Elman, socio de la empresa de venture capital Greylock Partners, instalada en Silicon Valley, comparte su filosofía. Elman establece una comparativa entre la industria tecnológica, artífice de esta dependencia del móvil, con las grandes tabacaleras antes de que quedase demostrada la conexión entre el cigarrillo y el cáncer. Ambas industrias siempre estuvieron dispuestas a darle al consumidor cada vez más de lo que pedía, mientras simultáneamente les infligían daños colaterales en sus vidas. Según Elman, el planteamiento de Harris ofrece a Silicon Valley la oportunidad de recalcular el rumbo antes de que ciertas tecnologías nos empujen a un punto sin retorno. La profesora del Instituto Tecnológico de Massachusetts, Sherry Turkle; el CEO de Meetup, Scott Heiferman; y Justin Rosenstein, coinventor del botón “Me gusta” son otros de los que han mostrado su apoyo al extrabajador de Google.

Time Well Spent ha acumulado una red de voluntarios dispuestos a participar en la difusión de esta nueva filosofía, y ya se ha debatido sobre ello en el Harvard’s Berkman Klein Center for Internet & Society; en O’Reilly Design Conference, una reunión interna de diseñadores de Facebook; y un evento TEDx, cuyo vídeo ya ha sido visto más de un millón de veces.

La solución: una nueva conciencia tecnológica

En lugar de desmontar toda la economía de la atención, Harris espera que las empresas busquen alternativas, aunque eso implique reformular modelos de negocio ya afianzados. Cree que su mejor oportunidad de mejorar el statu quo es conseguir que los usuarios seamos conscientes de que somos manipulados, y a partir de ahí nazca una nueva conciencia tecnológica, como ha sucedido en otros ámbitos, como el cambio climático o los derechos de privacidad. Puede que incluso los ingenieros lo asimilen y se vuelvan reacios a construir productos que ven como poco éticos.