¿Revolucionarios de Facebook… o vagos?

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Unicef pide menos ‘me gusta’ y más dinero, y el sindicalista francés Edouard Martin dice estar “hasta los huevos” de que le den lecciones por Internet

Edouard Martin mantuvo activa su página de Facebook durante cinco meses. Después, la cerró: “Ahora hay una con mi foto y mi nombre, pero es falsa, ni siquiera la he visto”. El sindicalista francés de origen español que ha ‘incendiado’ el país vecino volvió a aparecer el domingo en el programa ‘Salvados’ de La Sexta para recordar con su efectiva oratoria cómo lleva luchando desde 2009 para evitar que AcerlorMittal cierre o reduzca la plantilla de sus altos hornos en Francia. ¿Cómo? A la manera tradicional, nada de golpes de ‘ratón’: marchas a pie, huelgas, encierros, protestas varias… La charla de este electromecánico de 50 años con Jordi Évole terminaba así: “Estoy hasta los huevos de los revolucionarios de Facebook que nos dan lecciones vía Internet”. Los usuarios de esta red social saben de lo que habla Martin, tienen amigos que día sí y día también denuncian injusticias, critican políticas… Bueno, seamos sinceros, cualquiera podemos ser uno de ellos, con toda la buena voluntad del mundo, sí, pero… ¿Sirve de algo o nos estamos diluyendo en la virtualidad, adormecidos por la comodidad de esta nueva forma de ‘lucha’, si acaso lo es? “No quiero decir que Facebook no sea interesante” -aclaraba ayer Martin a EL CORREO-. En varios momentos nos ha ayudado muchísimo a que nuestra pelea sea conocida en toda Francia, incluso por todo el mundo, porque es una herramienta muy potente; hemos recibido mensajes de apoyo y nos ha servido para quedar a la hora de organizar protestas. Esa es la parte noble de Facebook, pero tiene su reverso. Ha habido muchísima gente comentando tonterías, diciéndonos todo el rato lo que estábamos haciendo mal, dándonos lecciones, poniéndonos buenas o malas notas, pero no aparecían en las marchas, estaban sentados cómodamente en el sillón de cuero de su casa escribiendo en su ordenador con un vaso de güisqui en la mano. En vez de dar consejos, que se hubieran venido con nosotros. Pero esos jamás se moverán de su sillón, solo para ir a la nevera. Nunca salen a la calle, que es donde hay que luchar. Además, he estado recibiendo amenazas, insultos… Y yo no tengo cabeza para eso”.

Facebook es escenario cada día de denuncias contra situaciones dramáticas, críticas a gobiernos, apoyos a causas justas, discursos encendidos que pretenden aportar soluciones o incluso poner en pie de guerra a los ‘amigos’… Aunque en la mayoría de los casos se quedan ahí, en la virtualidad. Se dijo que las ‘primaveras’ de los países árabes habían sido posibles gracias a esta red, que habría hecho correr como la pólvora el malestar sacando a la gente a las calles. “Se transmitió una impresión de las revueltas como algo espontáneo, natural y autoorganizado: la sociedad en su conjunto saliendo a la calle gracias a que están conectados en red”, escribió el sociólogo español Javier de Rivera en 2011 en un artículo titulado ‘Revolución Facebook’. En él, a través de los datos (mayoritariamente de número de usuarios y de la procedencia de ellos), desmontaba esta idea en el caso concreto de Egipto. Concluía así: “Las redes sociales de Internet no generan pensamiento político desde abajo, ni promueven la emergencia de movimientos sociales. Su utilidad social descansa más en la multiplicación de las posibilidades informativas que en las organizacionales. La insistencia mediática en el protagonismo de las redes sociales (…) produce un ocultamiento de los verdaderos desencadenantes y los verdaderos actores de las revueltas en los países árabes”.

De Rivera echa mano del concepto de origen anglosajón ‘slacktivism’ (mezcla de ‘slacker’, que significa vago o gandul, y de activismo) para explicar a este periódico su visión del asunto: “Se ha hablado mucho de cómo la gente al expresar su disgusto por diferentes motivos se desinfla, por decirlo de alguna manera. Lo cierto es que algo se consigue, se crea un clima de opinión, se extiende la información”. Pero muchos consideran que actúa a modo de válvula de escape de la olla a presión, como impulsor de la teoría, pero también como potente anestésico de la práctica. “Es verdad. El ‘slacktivismo’ es ese tipo de activismo por el que haces cosas que te hacen sentir bien pero no valen para nada. Y luego… ¿cómo usa la gente el hecho de ser revolucionario en la red social? Pues muchos como promoción personal, para quedar bien, eso ha pasado siempre. Está muy estudiado en las redes sociales, aunque sigue siendo muy complicado emitir un veredicto sobre si debilita el activismo real, de base. Podría decirse que sí, aunque por otro lado fomenta mucho el que la información se extienda por lugares a los que de otro modo nunca llegaría”. Recuerda el sociólogo el caso del 15-M, que tuvo mucho eco a través de las redes, “y los medios de comunicación no pudieron silenciarlo, aunque es cierto que tampoco quisieron. El efecto mediático es importante, pero luego, los lazos que se crean son demasiado débiles para organizarse. Aumentan los vínculos, pero son más frágiles”. Haciendo un símil, los ‘amigos’ de Facebook son desde luego muchos más que los de la vida ‘real’, pero ¿hasta qué punto responderían como tales?

Para Juantxo López de Uralde, coportavoz del partido político Equo, Facebook es “un medio de comunicación, una red social”. No cree que deba servir para canalizar la protesta, “para eso están las calles. Pero permite el diálogo y el debate con personas más o menos cercanas. En FB el diálogo es más sosegado que, por ejemplo, en Twitter y se puede profundizar en planteamientos y puntos de vista”. Considera que quizá algunos han puesto “expectativas desmesuradas en las redes sociales, que en realidad son eso: redes sociales-medios para comunicarse. ¿Alguien pensaría que la revolución social vendría, digamos, a través de la invención del teléfono? No. Puede ayudar a organizarse, a sumar, a comunicarse… Desde mi punto de vista FB ni será una herramienta decisiva, ni tampoco es un elemento desmovilizador”. Ve en FB una vía importante para llegar a más gente en un contexto en que “los medios convencionales están cerrados a opciones políticas como la nuestra. De hecho somos el partido con más seguidores en FB (84.000) y eso habla del perfil de nuestro partido. Pero, insisto, es una herramienta de comunicación más”.

¿Y qué ocurre con la solidaridad? Unicef de Suecia ya ha encendido el debate al criticar los ‘Me gustas’ que se dan esta red para apoyar causas solidarias. “Pon un ‘Me gusta’ en nuestro Facebook y vacunaremos a cero niños contra la polio. No tenemos nada contra los ‘Me Gusta’, pero las vacunas cuestan dinero. Por favor, compra una vacuna contra la polio en Unicef.es. Te costará solo 4 euros, pero salvará la vida de 12 personas”, escribe la ong en su página de Facebook. Además, ha creado varios vídeos. Algunos son dramáticos, como el que muestra a un niño de algún país en guerra confiando en que si llegan a los 200.000 ‘me gusta’ todo irá bien para ellos. Otros, en cambio, intentan llegar a la gente con un argumento más irónico, como ese en el que dos personas comen en un restaurante y, al aparecer el camarero con la cuenta, pretenden pagarla con unos cuantos ‘me gustas’.

Greenpeace reconoce tener en Facebook un gran valor: “De todas las redes sociales, es la primera fuente de tráfico a nuestra web, sus usuarios son muy activos y no se quedan solo en leer lo que ponemos sino que se adentran en la información. Es un perfil muy valioso de usuario y le tenemos muy en cuenta en nuestras campañas”, desvela Laura Pérez, directora de comunicación de esta organización ecologista. Sin embargo, reconoce que no les ha supuesto un incremento significativo en el número de personas que deciden colaborar económicamente con ellos. “Facebook sirve como una primera toma de contacto en la que mucha gente conoce a la organización a través de una campaña específica y a raíz de ese contacto la organización puede ir informándole del resto de campañas. El paso a la colaboración económica llega generalmente después, cuando el usuario conoce más sobre nuestro trabajo y desea formar parte activa de la organización. El socio de Greenpeace es un socio muy convencido que tiene muy claro que quiere colaborar con una organización como la nuestra, no se hace socio por la ’emocionalidad’ de un momento”.

En cuanto a la crítica de Unicef al ‘slacktivismo’, la portavoz de Greenpeace no es tan tajante. Considera que poner un ‘Me gusta’ “o incluso firmar o apoyar económicamente no sustituye a otro tipo de acciones. Sí que es una forma de mostrar nuestra oposición a algo que no compartimos o nuestro apoyo a lo que creemos y nos deja más tranquilos; podemos pensar ‘no me he quedado cruzado de brazos ante esta injusticia, he firmado, he apoyado a una causa’. Pero con esto el malestar total no se diluye. Hay causas en las que las campañas de firmas son fundamentales y suponen un cambio real, pero hay otras que requieren más acciones fuera del mundo ‘online’. No deberían ser excluyentes”.

Para terminar, otra vez Edouard Martin y su verbo afilado. Considera el sindicalista que redes sociales como Facebook están “desaprovechadas” y cree que “anestesian a la población y la apartan de otro tipo de peleas más efectivas. El problema es que la gente pretende cambiar el mundo pero sin que cambie su propio mundo, y eso es imposible”. Habla también de la situación en España, donde tiene a gran parte de su familia y adonde regresa de cuando en cuando. “Si la cosa no ha estallado de verdad allí es porque tenemos la ‘suerte’ de que aún está viva la generación que conoció a Franco, y por eso, como saben lo que es estar mal de verdad, se arreglan con 500 euros para toda la familia”. Cuenta que tiene una tía monja en el Puerto de Santa María que se hace cargo de una residencia para gente jubilada: “Pues la última vez estaba medio vacía, porque las familias les han llevado otra vez a casa para vivir todos juntos con ese dinero que pagaban al asilo. Mientras vivan ellos, no pasará nada, pero el día que no exista ese colchón…”. Volviendo a la citada red social, afirma que “jamás cambiará la sociedad. La gente escribe su discurso y luego se van tranquilos a la cama, hasta el día siguiente. Lo cierto es que los gobiernos actuales, Rajoy, tendrían que dar las gracias a Facebook, porque si no, quizá la gente estaría en las calles volcando su rabia”.