Plantas medicinales de la Amazonía

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Los derivados de la savia de sangre de grado, un árbol amazónico usado en la medicina tradicional por los pueblos indígenas, se ha convertido en parte de las carteras corporativas. Pero esta historia sirve para recordar que la inversión privada no se traduce necesariamente en asociaciones efectivas con los pueblos indígenas para conservar la biodiversidad y sus perspectivas de participación en los beneficios siguen siendo sombrías.

Con un entusiasta comunicado de prensa, la compañía Jaguar Animal Health, con sede en California, anunció el 29 de setiembre de 2014 su primer producto: un antidiarreico de uso animal derivado del sangre de grado (Croton lechleri), un árbol de la Amazonía. Y alienta a los inversionistas a que inviertan en la empresa, prometiendo producir una serie de productos basados en ingredientes activos de dicha planta para el tratamiento de problemas gastrointestinales en animales de granja y animales domésticos, desde camellos hasta gatos.

Para los gerentes de Jaguar Animal Health, el trabajo con el sangre de grado ha sido una carrera. Recaudaron y gastaron más de doscientos millones de dólares en el proyecto, tienen un nuevo paquete accionario de setenta millones de dólares sobre la mesa, y un fármaco recientemente aprobado para aplicación humana que ha comenzado a generar ingresos, aunque probablemente no en la forma que los ejecutivos de la empresa habían pensado.

Sin embargo, la mayor parte de los productos anunciados hasta ahora por Jaguar Animal Health son reformulaciones de los mismos ingredientes extraídos del árbol sangre de grado que durante más de veinte años empresas predecesoras buscaron vender como fármacos humanos.

La breve y triste vida de Shaman Pharmaceuticals

Quienes han seguido desde hace tiempo el tema del acceso y la distribución de los beneficios en el Convenio sobre la Diversidad Biológica recordarán los principios de la década de 1990, cuando el Convenio recién empezaba y una ola de optimistas bioprospectores inundaron los bosques tropicales en todo el mundo en busca del “oro verde”.

Entre esa camada destacaba una empresa fundada en 1989, con sede en California, de nombre Shaman Pharmaceuticals. A diferencia de otras compañías farmacéuticas de esa época, Shaman abrazó el Convenio sobre la Diversidad Biológica, o al menos su idea, expresando admiración por los pueblos indígenas y sus conocimientos tradicionales. Buscó relacionarse con las organizaciones indígenas declarando su intención de vender y compartir los beneficios que obtuviera de los medicamentos derivados de plantas medicinales tradicionales, especialmente de la Amazonía, por lo cual recibió elogios.

Shaman Pharmaceuticals fue muy activa en la Amazonía occidental, donde aprovechó el conocimiento tradicional y las plantas medicinales de la región. Se benefició con colecciones, en especial famosos pueblos de la cuenca del río Marañón en Ecuador y Perú, los Shuar, Achuar, Huambisa y Awajun, quienes habían resistido ferozmente a los Incas, los españoles y más tarde a las prácticas predatorias de las empresas en sus territorios. Shaman complementó estas colecciones con plantas recogidas en África Occidental y posiblemente en otras regiones.

Hubo un auge en torno al sangre de grado, incluso de parte de compañías de productos homeopáticos, el cual dio lugar a una demanda, no siempre bien regulada desde el punto de vista medicinal y ambiental, del látex rojo del árbol. Pero las promesas de distribución de los beneficios por parte de Shaman Pharmaceuticals no se materializaron; sus patentes fueron cada vez más un pillaje de los conocimientos tradicionales y el reparto de los beneficios fue, en el mejor de los casos, mísero.

La transformación en Napo Pharmaceuticals

Para 1999, después de haber gastado más de cien millones de dólares, Shaman Pharmaceuticals se encontró con que no podía pagar el costo de los ensayos clínicos para su antidiarreico basado en el sangre de grado. Se trataba del único producto con probabilidades serias de ser aprobado. Fue así que a comienzos de 2001 la empresa se declaró en bancarrota.

Shaman Pharmaceuticals había muerto legalmente, pero rápidamente apareció una nueva compañía de nombre Napo Pharmaceuticals, que compró los principales activos de Shaman y retomó lo que había dejado.

Napo adoptó la estrategia de realizar acuerdos de investigación y desarrollo de fármacos del sangre de grado con otras compañías más poderosas. Fue así que comenzó a trabajar con Salix Pharmaceuticals, en Carolina del Norte, que obtuvo derechos de Estados Unidos, Europa y Japón, y Glenmark Pharmaceuticals, de Mumbai, India, que obtuvo derechos en ciento cuarenta países en desarrollo.

Con el apoyo de Glenmark y Salix, Napo obtuvo finalmente en 2012 aprobación en Estados Unidos -y posteriormente en India- para un medicamento a partir del sangre de grado para el tratamiento de diarrea en pacientes con sida. Veinte años después de que Shaman Pharmaceuticals comenzara las investigaciones, el Fulyzaq (crofelemer) se vende en el mercado. Las estimaciones de las ventas del nuevo medicamento en Estados Unidos varían, pero podría llegar a los veinte millones de dólares por año, lo cual resulta modesto para la industria. Glenmark fabrica crofelemer para Salix y para su propia venta.

Si bien la estrategia de Napo de dar licencias de su propiedad intelectual sobre el sangre de grado permitió la comercialización del crofelemer, las relaciones comerciales con sus asociados no prosperaron. En 2011, Napo intentó infructuosamente revocar las licencias que había concedido a las compañías de Carolina del Norte y Mumbai. Perdió ambas batallas legales y, en el proceso, parece haber perdido control de su medicamento basado en el sangre de grado.

La situación financiera y en materia de propiedad intelectual de Napo no es clara. El resultado de los juicios sugiere que en gran medida la compañía ha perdido el control del crofelemer para uso humano. La página web de Napo parece estar abandonada y sus empleados más importantes tienen otros trabajos. Es posible que sus accionistas reciban algunas regalías de las ventas de Salix o Glenmark. Sin embargo, aparte de poder llegar a recibir regalías de sus ex socios comerciales, Napo no parece ser viable.

Jaguar Animal Health entra en escena

Pero, al igual que su predecesora Shaman Pharmaceuticals, la defunción de Napo Pharmaceuticals no ha significado el fin del camino para el mismo equipo directivo que ha llevado adelante el interés comercial por el sangre de grado como producto central de la compañía.

Si bien Napo concedió las patentes del crofelemer de Shaman a Salix y Glenmark para aplicaciones farmacéuticas humanas, conservó los derechos para su uso veterinario. La nueva compañía, Jaguar Animal Health, ha obtenido de Napo licencia sobre la patente para uso veterinario, gran parte de la cual se originó con Shaman. Jaguar Animal Health también heredó derechos sobre las colecciones de plantas medicinales y conocimientos tradicionales de Shaman, lo cual presenta como un importante activo.

A punto de convertirse en una nueva compañía de comercialización pública y habiendo lanzado su primer producto, el futuro de Jaguar Animal Health se basa en el sangre de grado, al igual que había ocurrido antes con Shaman y Napo. Si la oferta pública inicial de Jaguar por setenta millones de dólares tiene éxito, es posible que en el último cuarto de siglo la cifra para el desarrollo de medicamentos a partir del sangre de grado se acerque o supere los trescientos millones de dólares.

La página web de Jaguar Animal Health se jacta de que la firma tiene “acceso a poderosos compuestos” y “derechos mundiales exclusivos a una gran biblioteca de plantas medicinales”. Este activo, fundamental para atraer a posibles inversionistas, se basa en el conocimiento tradicional de pueblos indígenas.

Dinero para el sangre grado

La era de Shaman
1989-1990 U $10 millones en capital de riesgo
1990-1991 U $20 millones en capital de riesgo
1993 U $63 millones, ofertas de la bolsa de NASDAQ accionarias en NASDAQ
1998 U$20 millones en pagarés
1999 U$8 millones en pagarés

La era de Napo
1999 U$650,000 “inversores providenciales” (supuestamente para comprar la propiedad intelectual de Shaman)
1999-2008 U$61 millones de inversores privados
2006 U$24 millones en ofertas de la Bolsa de Londres
Inversiones no reveladas de Salix y Glenmark

La era de Jaguar
2014 U $ 5 millones, BioVeda China Fund
2014 U $ 70 millones, oferta pública inicial en la bolsa de NASDAQ (planificada)
Total: U$211,7 millones, más inversiones de Salix y Glenmark y ofertas públicas iniciales pendientes. (Algunos estiman más.)

Ingresos por ventas
2014+ Las estimaciones varían. Las ventas del crofelemer de Salix son quizás de U$20 millones de dólares por año. Las ventas de Glenmark no se conocen, aunque la compañía ha estimado un mercado de entre U$300 millones y U$500 millones anuales en el cual tiene derechos. Napo podría recibir regalías.

Nada para los pueblos indígenas

Aunque actualmente se comercializan medicamentos humanos y veterinarios basados en el sangre de grado, los pueblos indígenas de la Amazonía, quienes aportaron para ello los recursos genéticos y sus conocimientos medicinales tradicionales, recibieron magros beneficios de la explotación de dicho árbol amazónico por parte de Shaman, Napo y Jaguar.

El conocimiento y los recursos de los pueblos indígenas han sido reiteradamente patentados, mientras que durante más de dos décadas se movilizaron cientos de millones de dólares para apoyar el trabajo de tres compañías.

Veinticinco años después de creada Shaman, y con más de doscientos millones de dólares gastados para comercializar el sangre de grado, el panorama de la distribución de los beneficios para los pueblos indígenas de la Amazonía sigue siendo sombrío. Para ellos, el principal “beneficio” hasta ahora ha sido recoger y proveer de látex del sangre de grado a las empresas, como materia prima. Una actividad extractiva que recuerda el viejo comercio de caucho amazónico.

Si bien ahora apareció un producto farmacéutico comercializable derivado del sangre de grado para uso humano, parece que la heredera comercial de Shaman, Napo Pharmaceuticals, ya no lo controla. Se desconoce hasta qué punto las compañías socias comerciales de Napo, Salix y Glenmark, heredaron los compromisos de distribución de los beneficios contraídos por Shaman, pero todo indica que seguramente son limitados.

¿La situación cambiará ahora que se están vendiendo medicamentos humanos y veterinarios?

Hay pocos indicios de que ello ocurra, aunque cambie la suerte de Napo. Las reivindicaciones sobre el crofelemer expiran dentro de cuatro años, en 2018, y queda poco tiempo para elaborar un programa de distribución de los beneficios que muchos dirían que fue mal concebido desde su inicio, y que ya ha caducado hace décadas.

Cabe señalar que Shaman/Napo/Jaguar tienen o tuvieron su sede en Estados Unidos, prácticamente el único país que no es Parte del Convenio sobre la Diversidad Biológica, y esto tal vez podría explicar la situación. Pero los acuerdos de Shaman dijeron estar inspirados en el Convenio y pretendieron estar en línea con el mismo.

En muchos sentidos, lo que el Convenio sobre la Diversidad Biológica supuestamente debía parar es exactamente lo que ocurrió. Se lanza un nuevo medicamento al mercado, uno que indudablemente se deriva del conocimiento y los recursos de pueblos indígenas. El medicamento fue desarrollado por una compañía ostensiblemente comprometida con el Convenio. Y sin embargo, con toda la alharaca y el dinero gastado, no dejó nada bueno para los pueblos indígenas y la biodiversidad.

La gerencia de Shaman/Napo/Jaguar siempre prometió rectificar esos desequilibrios. Embanderada con sus buenas intenciones, Shaman y Napo lograron reclutar como inversionistas a acaudalados defensores estadounidenses de los derechos de los pueblos indígenas. El mecanismo escogido por la empresa fue Healing Forest Conservancy, una organización no gubernamental menor cuyos directores son los mismos de Jaguar Animal Health y que desde hace quizás unos quince años no ha hecho una sola donación.

A pesar de esta deplorable situación, Jaguar Animal Health está sacando al mercado nuevos medicamentos animales basados en el sangre de grado, e invita a los inversores a invertir otros setenta millones de dólares. Según el historial de Shaman y Napo, poco o nada de ese dinero llegará a los pueblos indígenas para ayudarlos a defender su biodiversidad, cultura y territorio.

Movilizar al sector privado para financiar la conservación y la utilización sustentable de la biodiversidad es un creciente reclamo. Pero la historia de Shaman/Napo/Jaguar y los pueblos indígenas a los que incumplieron sirve para recordar que la inversión del sector privado -aunque se jacte de apoyar al Convenio sobre la Diversidad Biológica y sus objetivos- no necesariamente se traduce en asociaciones efectivas con pueblos indígenas y comunidades locales para conservar y utilizar la biodiversidad.

Edward Hammond es Director de la consultora Prickly Research (www.pricklyresearch.com) con sede en Austin, Texas, y asesor de Third World Network (TWN) en temas de biodiversidad, bioseguridad y propiedad intelectual.