Luis Fernando Camacho: Candidato a la presidencia de Bolivia

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Foto: Revista dat0s 229

Alguien alguna vez dijo que para pelear una elección a Evo había que hacer frente a un temible aparato casi indestructible. En las elecciones de octubre del año pasado la pelea, por lo tanto, además de reflejarse en las urnas, tenía que avanzar caminos más espinados que un programa; la disrupción incorporaba las diferencias programáticas de los frentes. Decir verdades incómodas se diluía por lo avanzado en los espacios de poder que había logrado el oficialismo. El candidato del MAS visto desde todos esos flancos era invencible.

Pero antes de las elecciones de octubre surgió un liderazgo gravitante que intuía que más allá del convencionalismo electoral, había que engendrar un factor desestabilizador de origen que dividiera la factibilidad de acuñar con membretes los nombres sellados en la papeleta electoral. Ese factor se avisoró en la pugna con la marca de una región emblema para los bolivianos en general, pero en particular para los cruceños que pasaron de la pasividad cómplice y decidieron empuñar las banderas de la acción concreta cuando estallaron los incendios en la Chiquitania. Ese fue un punto de encuentro en el que intervinieron varios elementos que derivaron en un Cabildo que desnudó las deficiencias de un discurso que alentaba el cuidado de la madre tierra y la preservación del planeta cuando en realidad se estaba consumiendo su destrucción.

El país tenía casi la seguridad que el binomio ganador era tan ganador que resultaba imposible establecer mecanismos de similitud en la pelea, sea cual fuere el motivo. Ese factor inesperado se instaló faltando apenas 20 días de la contienda como señal de que algo -bajo el lineamiento de Luis Fernando Camacho- podía surtir efecto.

El líder cívico cruceño irrumpió en la política, quizá sin pensar que se convertiría en factor estratégico y fundamental en la renuncia del expresidente Morales. Todo comenzó mucho antes desde su irrupción en el Comité Pro Santa Cruz; tomó la fuerza de un huracán en el Cabildo donde la gente se comprometió a escucharlo, creerlo y seguirlo. Tres verbos que en la efervescente vida política boliviana apenas son centellas rápidas, en este caso se dibujaron como una posibilidad que podría hacer efecto real y duradero.

Desde esa tribuna tomó cuerpo el hecho de que unir a los bolivianos en torno a un hecho se convertía ya no apenas en una necesidad palpable sino en el veredicto definitivo de la historia que el líder comenzó a escribir. Millones de jóvenes se movilizaron levantando las banderas del respeto a los compromisos de lucha a escoger con libertad a sus representantes nacionales con los que Luis Fernando Camacho hacía nexo entre las multitudes con la nueva visión que se articulaba en torno a sus ideas, que al mismo tiempo se plasmaba en un escenario tan actual como es el respeto al medio ambiente y el habitat natural que lo rodea.

Había que tender riesgosos puentes para decirle basta a un esquema gubernamental que ya entonces había decidido torcer las reglas del juego postulándose a la reelección una y otra vez.

El 21F fue el primer elemento incorporado de su estrategia política. Y como si los números jugaran una partida cantada, en 21 días Luis Fernando Camacho a fuerza de una implosión de consecuencia y mértito propio contribuyó a la renuncia de Evo.

Fueron días extenuantes. En uno de ellos el líder se comprometió, ante las multitudes que congregaba a los pies del Cristo Redentor, fijarse plazos para expulsar a Morales del Palacio Quemado. No consiguió su propósito en el primer intento, pero sí la segunda vez que llegó a la sede de Gobierno para quedarse hasta ver coronado su logro.

El 21avo día, después de que la Policía Nacional se sumara a las protestas y el Ejército se pronunciara por la renuncia del expresidente, Camacho ingresó al Palacio Quemado como lo había prometido con la Biblia en la mano y con la carta de renuncia. Morales había renunciado.

La Paz, bastión por conquistar

Luis Fernando Camacho acaba de participar de la inauguración de la Feria de las Alasitas. Una fiesta andina que mezcla el intrépido ruido de las cruces católicas con la cruz andina y la proliferación de ritos e inciensos que nublan la vista. Está descansando, después de la jornada intensa reunido con su equipo de campaña, un puñado de gente joven que mide en la mesa de trabajo el efecto de sus incursiones políticas intrépidas como la primera. No están muy satisfechos con el resultado a la fiesta pagana religiosa donde se reparten billetes de dólares, mixturas y la felicidad eterna a los creyentes.

Pero esta vez Camacho ha vuelto a romper la franja de los límites permitidos. En el recuento final siente que nada de lo que se ha propuesto es sencillo.

El 13 de noviembre subido en una tarima anunció algo que para muchos hasta ese momento era simplemente una locura, una ilusión poselectoral. Un imposible. “Evo Morales tiene 48 horas para firmar su carta de renuncia que se la llevaré a La Paz”, se hizo real. El clima era denso. Las barricadas en Santa Cruz tenían un pleito de desorientación con ellas mismas. Por primera vez una voz lograba que todas las esquinas se convirtieran en barricadas. Los más incrédulos siguen pensando que detrás hay un valiente. Los compromisos con promesas marcan un antes y un después en la historia corta que se escribe de esta parte de nuestra historia, en la que Camacho es un actor insustituible.

Luis Fernando Camacho nos recibe unos minutos. Desde la habitación donde se hospeda en La Paz -por unas horas- con vista el Parque Urbano Central, el candidato se levanta de un sillón. Nos da la bienvenida. No todo es fácil. La política parece un termómetro que sube y baja con sensaciones cambiantes. Al conocer la postulación de la presidenta Añez ha expresado sorpresa. Un nuevo desafío se plantea para conjurar de aquí en adelante su campaña electoral.

Luis Fernando toma un respiro y acepta su incursión en las lides políticas sabiendo, es cierto, que esta vez, como en las anteriores, deberá conjurar los retos que plantea con inventivas; conquistar el voto ciudadano ante la polarización de las corrientes que pugnarán el poder superada la contradicción electoral del pasado mes de octubre. Ese es ahora su principal objetivo.

Luis Fernando Camacho nació en Santa Cruz en 1979. Pero va más lejos aún en la forma de pensar que tiene sobre qué debe hacer la política. “Si hay algo más grande que el dinero y los intereses personales son también los principios y ellos no están expuestos de ninguna manera a algún tipo de negociación”. Añade elementos a la propuesta nacional que busca consolidar en el país. Para llegar al corazón de la población, la forma tradicional de hacer política debe ser desterrada. Es urgente “escuchar y empezar a crear una Bolivia nueva, con esperanza y solo alcanzaremos la meta propuesta, trabajando cara a cara con la gente, mirando y empapándonos de su realidad, de las necesidades que tiene para encaminar, después, soluciones”, dibuja, en parte, la estrategia que siempre maneja para promover liderazgo.

En el último foro de unidad promovido por el Comité Cívico Pro Santa Cruz, el candidato por Comunidad Ciudadana (CC) Carlos Mesa tuvo palabras elogiosas de reconocimiento. “Después del fraude del 20 de octubre vivimos una heroica batalla de resistencia popular de 21 días en los que destacaron Luis Fernando Camacho y Marco Pumari a quienes saludo por lo que fue su valentía, su compromiso y su representación ante la sociedad del país”.

 

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