Santa Ana de Velasco: Un paraíso escondido en el tiempo

Por M. Rivera
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Santa Ana de Velasco, misiones chiquitanas
Foto: Cortesía Flades

Las misiones chiquitanas que se encuentran distantes a unas cinco horas de Santa Cruz son un territorio condensando en una geografía privilegiada por la naturaleza. Allí, parece estancado el tiempo en su extenuante vegetación y en la calidez y sencillez de su gente que recorre sus polvorientas calles mojadas por la lluvia siempre con dirección a algún lugar mejor, guiada por las melodías inconfundibles de un concierto trovador que requiere una enunciación para volar la aventura y convertirla en una realidad.

Verdadero y genuino patrimonio histórico y cultural, gracias a sus músicos que continúan una tradición iniciada por los padres jesuitas que fundaron la misión en el siglo XVIII. Santa Ana de Velasco es un tesoro escondido en el corazón chiquitano, a su vez, parte de uno de los ecosistemas más biodiversos y bellos de América del Sur.

Esta es, sin duda, la América profunda, la Bolivia profunda, la Santa Cruz que es preciso proteger y potenciar de valores arraigados que conforman una identidad señera y una naturaleza pródiga, altamente motivadora, que hechiza el espíritu y oxigena el alma. Imán para aquellos que buscan un lugar verdadero, cargado de historia y de leyendas, un sitio que alberga árboles centenarios, miles de aves y la calidez de su gente.

Remanso de paz donde se respira aire puro y una añeja serenidad que acoge a quien la visita. Eso fue lo que sentimos al llegar a Santa Ana, en medio de un largo recorrido por la Chiquitania.

Es el poblado más pequeño dentro las misiones jesuitas, perteneciente al municipio de San Ignacio de Velasco, con una población de alrededor 1000 habitantes y alejado del ruido de la modernidad, con calles de tierra, una plaza invadida por aves que atacaban al dron cuando pretende hacer tomas aéreas, una iglesia modesta si es que se la compara con el resto de las iglesias chiquitanas, pero que no perdió su autenticidad. Ni bien uno ingresa al templo puede respirar paz, historia y tranquilidad.

Es sobrecogedor encontrar a un grupo de niños tocando violines, chelos y contrabajos al frente de la iglesia y bajo la sombra de un árbol. Pero más allá de esa escena que se la puede plasmar en una postal, existe una historia de olvido y abandono, pues estos niños pasan clases a la intemperie al no contar con un predio para sus clases y es tan grande el amor que tienen los músicos como su maestro, que sin importar el clima que puede superar los 35 grados centígrados o un fuerte sur (frente frio), puntualmente se reúnen para practicar, buscando en sus viejos instrumentos, la excelencia en cada nota.

Marcelo Vargas, quien se encuentra al frente del Plan Misiones trabajando hace más de dos décadas en la zona, nos comenta que como muestra de la autenticidad con la que se conserva Santa Ana, es su Cabildo al frente de su Cacique, que sigue funcionando en Santa Ana y no de manera ornamental, que toma decisiones en los temas administrativos, conformado por los representantes de las distintas comunidades, sus autoridades administrativas subnacionales y la Iglesia. Así mismo, explica que cuando los jesuitas fueron expulsados del lugar, estos pueblos siguieron conviviendo; conservaron todas las tradiciones y todas sus costumbres hasta la actualidad. Esa es la cultura viva, estos monumentos tan llenos de actividades, tal y como fueron construidos en su origen.

Rubén Darío Suárez, un hombre comprometido con las escuelas de música chiquitanas y quien apoya a siete de ellas. Considera que mientras las escuelas no consigan su autosostenibilidad corren riesgo de desaparecer, y con ellas la historia que mantuvieron a través de siglos; esa por la cual lucha Rubén Darío, remando contra la corriente para mantener intacta y en mejoría la música chiquitana y barroca que suena en las cuerdas de los instrumentos de los jóvenes del lugar. Es a fuerza de pulmón que busca que las escuelas no cierren, que los instrumentos no callen. El eximio músico está en una lucha que requiere apoyo urgente.

A invitación del Colectivo Churapa Cultura, la fundación FLADES empezó a trabajar en un proyecto de fortalecimiento a las escuelas de música y promoción de Santa Ana. Javier Sarmiento, miembro del Directorio de FLADES, manifestó su asombro al llegar a Santa Ana y quedar maravillado. Indico que FLADES ya se encuentra trabajando hace algo más de tres meses, en la búsqueda de la fórmula para encontrar la sostenibilidad de escuelas de las bellas artes chiquitanas, para lo cual se sostuvieron reuniones con actores locales y con cooperantes internacionales. “La intención de FLADES es sumarnos y aportar al sacrificado trabajo que vienen haciendo, Marcelo Vargas, Rubén Darío Suarez, Paola Aramayo, Manuela Paz Soldan, entre otros”.

Santa Ana de Velasco, turismo cultural

Cortesía Flades

El gran reto para Santa Ana: promover el desarrollo en base al turismo cultural

Ligado a la naturaleza y su conservación, de manera sustentable que genere beneficios a su comunidad, todo esto sin perder su identidad, algo que muchas otras poblaciones no lo lograron. Pues con el incremento del turismo, se empiezan a construir edificaciones que dañan el conjunto arquitectónico, lo cual se torna irreversible y que en un mediano plazo terminará deteriorando la tradición y la cultura del lugar.

Por otro lado, la preservación de la naturaleza, la conservación de sus aguas y el cómo seguir manteniendo una población limpia, tarea que es de los habitantes de Santa Ana y de los turistas que reciban. Quizás en esto radique la sostenibilidad acariciada, seleccionar el turismo apropiado. Como sostiene, Antonio Bernabé: “A veces cuando se piensa en turismo sostenible se piensa en destinos rurales y de naturaleza, pero abarca mucho más, consiste en maximizar los beneficios que puede aportar el turismo en el plano social y económico, minimizando los impactos que puede generar, el factor ambiental y también es aspecto social”.

“En ese turismo el primer beneficiario tiene que ser el propio residente, y ese turismo tiene que ir muy en armonía con los residentes, que tiene que contribuir a poner en valor de lo que es auténtico, singular e identitario desde el punto de vista de un territorio. También debe ser un turismo que ponga el acento en el talento, en un empleo digno, que es fundamental tenerlo presente”, afirma Antonio contemplando las placidas campanas de la Iglesia a punto de convocar a los fieles a la misa de las seis.

Patrimonio de la Humanidad y Crisanto

Santa Ana junto a San José de Chiquitos, Concepción, San Javier, San Miguel, San Rafael en 1990 fueron reconocidas como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, esto ayudó en la restauración de las iglesias y su conservación, pero lo más importante y que hace diferencia con las misiones jesuitas que se encuentran en Argentina, Paraguay y Brasil, es que, las de Bolivia han sido calificadas como misiones vivas ya que continua con la escuela de tallado y pintura de la época colonial, destacando la música barroca y sus escuelas, que interpretan las partituras que fueron encontradas durante proceso de restauración, que corresponden a la región de chiquitos. El acervo está compuesto por más de 5.000 partituras de música sacra de los siglos XVII y XVIII, que fueron compuestas por músicos europeos y originarios chiquitanos.

Crisanto Rocha Tomicha (entrevista en la siguiente nota) es un joven nacido en estos parajes intensos cuya historia podría resumir el amor y compromiso que tienen los pobladores de Santa Ana con la música. De pequeño a causa de una enfermedad sorteó 17 operaciones que estuvieron a punto de reducirle seis centímetros de su pierna derecha. Tuvo que asistir a la escuela de pequeño en silla de ruedas; su abuelo quien tocaba el violín le mostró una senda para canalizar su energía y pasión. Su enfermedad no impidió que hoy camine y se convierta en el primer violín de la orquesta.

Hoy con 16 infatigables años, sueña con convertirse en un músico profesional y pide con estremecedor llanto en sus ojos profundos una escuela de música en Santa Ana. Su sueño: que tenga predios apropiados, más y mejores instrumentos para los niños y maestros de planta para que los ayuden a crecer musicalmente. Crisanto nos enseña con su violín esa función de dos mundos, el que pudo convivir y comunicarse a través de la música y el que enseñó a los españoles a comunicarse y convivir con la naturaleza.

 

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