La guerra iniciada por el Kremlin para recuperar su posicionamiento táctico militar y económico en Europa está ingresando a una etapa definitiva y crucial.
Casi seis meses después del estallido del conflicto en Ucrania más voces críticas han comenzado a oírse sobre el papel del presidente Volodímir Zelenski. Estas hacen eco sobre la falta de capacidad estratégica para proteger posiciones que a la larga han sido clave en el avance del Ejército ruso sobre Ucrania. Por ejemplo ¿por qué no protegió convenientemente al sur del país que ha ido cediendo control en puntos clave de su territorio? Aunque la información que llega de las agencias occidentales es escueta sobre el avance de los rusos en el frente de guerra, ha dejado de alimentar efusivamente la resistencia y la sumatoria de golpes certeros contra el Ejército invasor.
En el plano inerno, si bien los oligarcas y la oposición están empeñados a actuar y declarar mostrando que la estrategia del Kremlin es tambaleante y débil, se están maniatando las libertades de los medios de comunicación dejando ver que hay algo errado en el manejo de la información. Ya no bastan los exitismos cuando Zelenski incitaba a sus conciudadanos a resistir al invasor. En el ámbito externo la imagen del presidente que simbolizaba el ansia de resistencia de los ucranios se han consumido en dramáticos pedidos de una mayor asistencia económica y militar que los aliados no parecen dispuestos de sostener indefinidamente.
El manejo interno es cada vez más complejo
Se han cerrado las fronteras para evitar que salgan del país jóvenes en edad de reclutamiento. Ese drama familiar tampoco le favorece a Zelenski. El impacto y popularidad del presidente son soterrados por las armas de la resistencia que no alcanzan en cuanto transcurre el conflicto militar.
Si bien hay analistas que dicen que la popularidad del presidente se mantendrá mientras dure la guerra porque no se cambia al timonero en medio de un conflicto, lo cierto es que la población ya no mantiene la misma unidad aferrada a sus incitaciones a la resistencia. Las declaraciones de la esposa de Zelenski, Olena, han caído como un balde de agua fría. Ella ha señalado a la revista Vogue que le dedica portada en su última edición –la misma que ha provocado malestar por prestarse a la vanidad en momentos de tanta angustia– de que “no parimos hijos para esconderlos en los sótanos de los misiles rusos”. Esas declaraciones han sido calificadas de contraproducentes en este momento.
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Hace un par de semanas se han ampliados los controles para evitar el masivo éxodo de jóvenes en edad de reclutamiento, ahondando el drama. El Gobierno ha dispuesto un riguroso control en un intento desesperado para evitar que los jóvenes huyan del país. Polonia es el principal receptor de refugiados ucranios. En marzo, el primer mes de guerra, los varones entre 18 y 64 años representaban el 2,6% del total de nuevos permisos de estancia para ucranios; en junio, el porcentaje había subido al 16%. En Lituania, otro país de referencia para los ucranios, este porcentaje había aumentado del 3% al 24%; en Suecia, del 7% al 28%. En Rumania, el porcentaje ya era en marzo del 17%, y en junio, del 18%.
Zelenski ya no está dispuesto a seguir perdiendo más jóvenes para la guerra.
La otra vía de escape
Otra alternativa para los que buscan marcharse, la más arriesgada, es llegar a la Unión Europea a través de Rusia. En los primeros meses de la invasión, pocas personas huían del conflicto a través de territorio enemigo, pero el número ha ido creciendo hasta ser la primera frontera que cruzan los ucranios, según Naciones Unidas – 1,8 milloles de ucranios lo han hecho, frebte a 1,2 millones que salieron de por Polonia-. Quienes optan por esta vía son sobre todo familias de los territorios ocupados, aunque el Gobierno ucranio asegura que cientos de ellas han sido forzadas a trasladarse a Rusia. Su periplo empieza en las fronteras con las provincias rusas de Belgorod, Vorónezh y Rostov, y termina accediendo a la Unión Europea por Letonia o Estonia.
De acuerdo al Gobierno ucranio se necesitan un millón de combatientes entre los 18 a los 60 años para resistir la invasión en Donbás. Este ha sido el reducto más golpeado por el ejército ruso que no parece dispuesto a ceder hasta no ver esa ciudad rendida, al igual que otras que merman la capacidad de resistencia ante el inminente asedio enemigo.